Son las tres de la mañana y camino por las calles oscuras de un barrio habanero. Cargo la mochila en la espalda y miro el celular para ver mi ubicación. Dos jóvenes con menos de 20 años se acercan. Ellos se dan cuenta de que estoy perdido. El más alto, con porte de luchador, pregunta, en inglés, a donde quiero ir. Respondo, en español, que busco el camino de regreso a La Habana Vieja. Pacientemente, buscan en la pantalla del teléfono y me  indican el camino para el retorno.

Continúo caminando de madrugada por  La Habana con total tranquilidad y me siento completamente seguro, sin dejar de pensar que esta escena sería casi imposible en cualquier metrópoli brasileña.

Vivir en seguridad es sólo una de las conquistas de la revolución cubana, que cumplió 60 años a la vuelta del año. Los habitantes de la isla tienen derecho a la salud y la educación, totalmente públicas y de excelencia. No hay un niño fuera de la escuela, no hay filas en hospitales, la tasa de analfabetismo es cero y el índice de mortalidad infantil está entre los menores del mundo. Todo garantizado por la constitución socialista.

El domingo, los cubanos van a las urnas para votar en el referéndum sobre la nueva constitución, que actualiza el modelo pensado por Fidel y los rebeldes de la Sierra Maestra, sin renunciar a lo que ya fue conquistado. Es un paso adelante en la incesante búsqueda por el modelo de sociedad pensado por el comandante Che Guevara, con base en la solidaridad, empatía e igualdad. Un modelo inspirado por los textos de Marx y Martí, pero cuya actualización siempre fue constante en la isla.

La nueva constitución mantiene el socialismo como régimen de gobierno, destacando que el Estado continuará como pilar de la economía, aunque reconoce el papel del mercado y de la propiedad privada,. También hay ampliación de los derechos de los ciudadanos y modificaciones en la estructura del gobierno, cuyo Presidente sólo podrá concurrir a una reelección (dos mandatos de 5 años), necesitará tener más de 35 años y menos de 60 y dividirá poderes con un primer ministro.

El texto prohíbe cualquier tipo de discriminación por orientación sexual, aunque aún no contempla el matrimonio entre personas del mismo sexo, que se definirá en otro referéndum. La libertad de prensa está garantizada. La propiedad privada, que ya era permitida, fue ampliada, pero sólo el Estado puede poseer tierras en Cuba. Hoy, casi 600 mil cubanos trabajan por cuenta propia, lo que significa el 13% de la fuerza de trabajo. El otro 87% trabaja para el Estado. Todos tienen sus derechos fundamentales garantizados.

La alquimia entre los valores socialistas y la gradual permisión para iniciativas privadas es lo que mantiene la isla caribeña en la vanguardia social del mundo. Es una alquimia muy diferente a la china o la vietnamita, con idiosincrasias construidas a lo largo de estos 60 años de heroica resistencia al bloqueo económico de Estados Unidos. Lo que llamo vanguardia social, tiene un componente especialísimo e imposible de ser copiado: el pueblo cubano.

Cuando Estados Unidos inició el criminal bloqueo económico, los cubanos se convirtieron en maestros de improvisación. Usaron la creatividad para crear desde piezas de automóviles hasta tapas de refrigeradores. Cuando en 1961 la CIA organizó una invasión a la isla por playa Girón, los cubanos tomaron armas para defender la patria. Cuando la ayuda soviética acabó, en 1991, los cubanos reorientaron la economía hacia el turismo y crearon la doble moneda.

Cuando el Comandante Fidel Castro murió, en 2016, hubo un silencio absoluto en el país. Nadie necesitó dar la orden. La música, que es presencia constante en cada esquina de la isla, cesó inmediatamente. Los cubanos reconocen a sus héroes y tienen una cultura política inaudita, que es fruto de las organizaciones de masas como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) organizados en todos los barrios, de todas las ciudades. La revolución ha tenido éxito incuestionable en la construcción del espíritu nacional. La autonomía y la soberanía del país son innegociables en todas las situaciones, sin excepción.

Es obvio que la isla también enfrenta muchos problemas derivados de ese infame bloqueo, autobuses repletos, salarios bajos, poca variedad de productos, procesos lentos e internet precaria son algunos de ellos. Pero nada que se compare a la miseria de las grandes ciudades capitalistas, con sus niños en las calles, favelas sin agua potable, familias con hambre, mendigos en las plazas, crimen organizado y humillación de los más pobres. En Cuba, cualquier ciudadano tiene acceso a la entrega mensual de una cesta de productos básicos a precios irrisorios. No hay abundancia, pero nadie es miserable.

Para los que desconocen el sistema político del país y lo acusan de ser una dictadura, vale recordar que los diputados son los representantes del pueblo, elegidos en los barrios y todos rinden cuentas regularmente a sus electores. La tasa de asistencia media en las elecciones electorales es superior al 90%. Se trata de un proceso más popular y democrático que el de los principales sistemas representativos capitalistas del mundo.

El domingo, los cubanos deberán refrendar su nueva constitución pensando en el mantenimiento de las conquistas revolucionarias y con la conciencia de que son la vanguardia social del mundo. En ese país, nadie se rinde. En ese país, nadie niega una sonrisa. En ese país, la lucha y la ternura siempre serán sinónimos.

Por REDH-Cuba

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