Juan Guaidó, el devaluado títere de la táctica de agresión imperial contra Venezuela, finalmente llegó al país y entró por el aeropuerto de Maiquetía como uno más en el montón. Claro que un grupo de sus fans lo recibió con grititos histéricos y algunos gestos amenazantes para quienes no coreaban junto a ellos el conocido slogan de la derecha continental del “sí se puede”. Pero junto a esa claque bulliciosa había otra que llama poderosamente la atención y que no debería minimizarse por lo grave de sus gestos. Más aún, ejercieron un comportamiento que no pueden quedar en la impunidad del silencio o de la mirada hacia un costado.
Allí, haciéndole la corte a su pelele Guaidó y colocando una invisible alfombra roja a su paso, estaban los embajadores de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Perú, Ecuador, Alemania, España, Francia, Holanda, Portugal y Rumania y el encargado de negocios de Estados Unidos. Formulaban declaraciones a quien se las pidiera, denunciaban a la “dictadura” y amenazaban con rayos y centellas si al “régimen” se le ocurría tocarle un pelo al ex diputado de la ilegal Asamblea Nacional.
Es fuerte y disparatado el hecho de que diplomáticos de países europeos operen en Venezuela Bolivariana como si fuera una más de sus viejas colonias. Pero además, cada uno de ellos representa a naciones desbordados de problemas sociales, violaciones de derechos humanos, asesinatos, detenciones, torturas, corrupción y muchos más etcéteras que todos conocen. Era insólito ver en ese Aeropuerto que lleva el nombre del Libertador Simón Bolívar, al embajador de Macrón, cuyo país está enchalecado y amarillo por donde se lo mire, o al de la España fascistoide de Pedro Sánchez, quien debe hacer mutis por el foro, o a los enviados de Macri y Bolsonaro, cuyas poblaciones oscilan entre ser despedidos masivamente o dormir en las calles y comer de la basura que arrojan otros. Qué se puede decir del delegado de los USA, con gran parte de su habitantes viviendo en condiciones marginales, mientras otros venden opulencia. Todos ellos actuaban con total desparpajo injerencista en un país que lo unico que pide es que lo dejen en paz.
Estos personajes que este lunes dijeron armar un “cerco diplomático” (muy triste papel el de la “izquierda”portuguesa en el gobierno) deberían hacer sus maletas y marcharse del suelo venezolano al que ofenden solo con su presencia. Son simples alcahuetes de Trump, que al igual que hará con Guaidó, apenas no les sirvan a sus políticas guerreristas loa arrojará al retrete.
El otro gran tema en discusión es qué hacer con Guaidó. Ese sujeto, que goza de los beneficios que le concedió un hada madrina de ser “famoso por unos días”, y que disfrutó de los halagos recibidos en su gira latinoamericana, donde otros amanuenses de Trump lo recibieron como si fuera alguien importante, protagonizado así un show mediático insoportable.
Después de gastar dólares a montones junto a su esposa y sus “asesores” en cada país al que llegaba, ahora el “presidente” volvió al redil, donde será uno más entre los tiburones de la oposición, esos que por debajo lo tratan de “muñeco manejable”. De hecho, en su primer contacto con sus seguidores en el acto de Las Mercedes dijo poco y nada. Se persignó varias veces, posó como si fuera una estrella del pop y prometió otra vez “ayuda humanitaria” y “más calle”. Pero no pudo dejar de reconocer que el 23 F el gobierno legítimo de Nicolás Maduro le propinó una fuerte derrota.
Para muchos bolivarianos, Guaidó debería ir a prisión por haber violado la prohibición de salida del país que se le había impuesto, pero eso precisamente es lo que estaba esperando la organización mafiosa de agresores de Washington y la UE, para victimizar a quien no representa a nadie y a la vez querer justificar lo que no lograron el 23 F. Si hay algo que Maduro y su gobierno han demostrado estos convulsionados días es que tienen aire de sobra para enfrentar temporales. Vencieron en todas las batallas diplomáticas, incluso las más difíciles, no se dejaron arrastrar por la tentación de apelar a medidas duras contra una oposición que provoca continuamente, y el famoso “día D”, cumplieron la palabra empeñada: la mal llamada “ayuda humanitaria” se quedó en Cúcuta y no pasó a terrotorio venezolano como había prometido Guaidó. Él mismo tuvo que reconocer ante quienes lo escuchaban este lunes en la concentración de Las Mercedes, que “el 23F no fue un triunfo como pensábamos”.
Así son las cosas, gusten o no gusten. El chavismo sabe usar los tiempos de cuando confrontar con todo y cuando bajar decibeles sin renunciar al objetivo principal que es pacificar el país. Porque como bien dice en un twet el ministro Ernesto Villegas: “La pelea de Venezuela es con el dueño del circo, no con sus payasos. Todo tiene su hora”.
Guaidó podrá seguir alardeando de un cargo para el que nadie lo eligió, reclamar que con él están muchos países “importantes” y seguir gastando saliva convocando a que las Fuerzas Armadas Nacional Bolivarianas deserten en masa, pero tarde o temprano tendrá que reconocer que en Venezuela sigue habiendo un solo presidente que se llama Nicolás Maduro. Y es mejor que lo haga cuanto antes, ya que sus titiriteros ya dan señales de que si no pasa algo “importante” pronto, le enviarán un telegrama de despido. Y los que hoy lo vitorean que no son muchos (de hecho el actode recibimiento fue magro y se disolvió muy pronto) muy pronto se olvidarán de él.
Mientras tanto, la gran mayoría del pueblo venezolano aprovecha las vacaciones de Carnaval, en las playas repletas de gente, o en sus domicilios. Para ellos y ellas, el regreso de Guaidó pasó desapercibido, no así ocurrirá este martes 5 de marzo en que será recordado el sexto nuevo aniversario de la desparición física del Comandante Eterno, Hugo Chávez, o el próximo sábado donde miles de rojos-rojitos saldrán nuevamente a las calles a defender lo conquistado e ir por más.