La decisión de Clinton de prorrogar por seis meses la aplicación del título tercero de la Ley Helms-Burton es una especie de tomadura de pelo al mundo, y si se quiere usar una imagen, pretenden tener una espada de Damocles sobre las relaciones comerciales internacionales y sobre la soberanía de los países, porque ¿qué es lo que va a pasar dentro de seis meses? Nadie lo sabe, es un juego, un rejuego.
Clinton es una víctima de su propio error, porque esta Ley Helms-Burton –me perdonan por mi pronunciación inglesa– es una ley que elaboran los adversarios políticos de Clinton, los republicanos de extrema derecha.
Clinton era contrario a esa ley, y en ese momento determinado, calculando costos y beneficios del proceso electoral, toma la decisión de apoyar esta ley. Bueno, pues esa es una cuestión de principios. Creo que, si un hombre tiene una idea, un criterio, una ética, tiene que mantenerse firme en la defensa de esa idea.
Entonces, en un acto impensado, irreflexivo, realmente, en unos minutos adopta esa decisión, a raíz del incidente de las dos avionetas, incidente provocado por ellos, cuyos vuelos venían produciéndose hacía años y que habían sido objeto de infinidad de advertencias, e incluso de una promesa del Gobierno de Estados Unidos de que iba a impedir esas voliciones del espacio aéreo de Cuba.
Realmente, creo que cometimos un error al creer en las promesas del Gobierno de Estados Unidos. No quiso o no pudo evitar lo que pasó, pero nosotros estábamos confiados, creíamos que no se produciría más ese tipo de violaciones del espacio aéreo; sin embargo, inesperadamente para todos se produce.
Los mecanismos de defensa estaban organizados, estaban preparados, porque son cosas que ocurren en cuestión de segundos, y, al producirse la violación, actuaron. Todo esto, en que no sentimos que pese sobre nosotros la menor responsabilidad, la menor culpa, le sirvió de pretexto, en medio de la campaña electoral, para cambiar de bando y apoyar una repugnante ley
–que ya había sido objeto de crítica universal– de un día para otro.
Ahora, lógicamente, está sufriendo las consecuencias de ese error, porque se creó una protesta universal, y era lógico que se creara, porque ya no se trataba solo de una agresión a Cuba, no. Cuba ha sido agredida durante mucho tiempo y ha soportado esas agresiones; en este caso se agredía la soberanía y lo intereses de todos los países del mundo, y se creaba un precedente que mañana puede ser aplicado en cualquier lugar, en cualquier otro país.
Aceptar esa prerrogativa del Gobierno de Estados Unidos de establecer
leyes extraterritoriales y sanciones fuera de la jurisdicción de Estados Unidos, es renunciar al principio de la soberanía nacional, que todavía tiene mucha importancia para los pueblos del mundo.
Esto explica una protesta universal. Por primera vez en la historia de la oea se produce una resolución condenando esta ley, y no hay un solo país del mundo, realmente, que la haya apoyado. La protesta fue muy grande, y no solo la protesta, sino la decisión de los países de adoptar medidas frente a las estipulaciones de esta ley.
Clinton se vio en una situación muy comprometida: si aprobaba el famoso título 3 ahora, de inmediato, desde el día 15, se creaba un conflicto con todos los demás países; si no lo aprobaba, si no lo ponía en vigencia, se creaba un conflicto con la extrema derecha republicana y con los elementos extremistas de la emigración cubana, cosa perjudicial, a su juicio, bajo el mito de que esos son los que deciden las elecciones en la Florida, lo cual es falso, absolutamente falso, y veremos qué es lo que va a ocurrir.
¿Qué es lo que va a pasar dentro de seis meses? ¿Caerá la espada? Hay que esperar, no se puede decir la última palabra. Esperamos que el mundo siga luchando contra esta agresión a su soberanía, a sus derechos, contra una ley que sería un precedente funesto y en contradicción plena con todos los principios que los países han acordado sobre el comercio internacional. Realmente sería un desastre, sería el momento en que el mundo estaría renunciando a la soberanía.
privar al pueblo de lo que tiene
Nada será fácil respecto a Cuba en el futuro. Lucharemos sin descanso contra la asesina Ley de Ajuste Cubano, contra la cruel Ley Helms-Burton, cuyos autores son acreedores –conforme con los tratados firmados en 1948 y 1949, suscritos tanto por Cuba como por Estados Unidos– a comparecer ante un tribunal por delito de genocidio.
Con relación a Cuba se discuten igualmente dos concepciones: la de los que quieren destruirnos desde fuera –es decir con más bloqueo, con más hostilidad, con más amenaza de agresión–, y la de los «nobles y bondadosos caballeros» que nos quieren destruir desde dentro, pero todos con bloqueo; las dos concepciones son apoyadas en el bloqueo.
Ahora calculen. Y eso no lo ocultan, porque la famosa Ley Helms-Burton es tan brutal que prácticamente amenaza a nuestro país –como ha explicado Alarcón varias veces, con privar al pueblo de todo lo que tiene. Prácticamente no le quedaría una escuela, no le quedaría un círculo infantil, no le quedaría un centro de educación de minusválidos, no le quedaría hospital, ni del médico de la familia quedaría nada.
Prácticamente todos los agricultores de este país perderían sus tierras, excepto algunos de los que ya fueran antiguos propietarios, y la inmensa mayoría son propietarios porque la Revolución les entregó la tierra. Todas las ubpc, todas las cooperativas, perderían lo que tienen, todas sus propiedades.
En un país como Cuba, donde el 85 % de las familias es propietario de su vivienda, en virtud de las leyes de la Revolución y de la obra de la Revolución, todas esas familias perderían la propiedad de las viviendas.
Como ha dicho el mismo Clinton, de acuerdo con esa Ley Helms-Burton las indemnizaciones que tendría que pagar Cuba no serían 5 000 o 6 000 millones por las que fueron propiedades norteamericanas.
Hasta estaríamos dispuestos a pagar propiedades norteamericanas si nos indemnizan. Les iba a decir que, según cálculos de Clinton, la ley mencionada exige pagar 100 000 millones al incluir las propiedades de cubanos que después se hicieron norteamericanos, y de acuerdo con la ley, el bloqueo seguiría hasta que no se pagaran los
100 000 millones.
Sabemos lo que significaría que este país cayera de nuevo en manos de Estados Unidos, con ley y sin Ley Helms-Burton. Lo que dicen que ocurrió en Indonesia sería pálido, lo de Guatemala una bobería. Pero lo último, lo inconcebible es creer que los cubanos harían como los esclavos que llevaban al circo romano y que decían: «¡Viva el César, los que van a morir te saludan!».
Ellos tienen que saber que aquí no queda nadie que no empuñe un arma y combata hasta el final, hasta una muerte verdaderamente gloriosa; lo inglorioso es poner el cuello para que el imperio lo corte. Ellos saben que eso no puede ocurrir y no ocurrirá jamás.
La hostilidad con nosotros es derrocar a la Revolución, su idea, destruir la Revolución, aplastar la Revolución. Y, como decíamos anteriormente, hoy se concentran fundamentalmente en los programas anunciados, requeteanunciados, de la guerra ideológica, a través del famoso Carril ii, y en la guerra económica; dos cosas: guerra ideológica y guerra económica, para asfixiar al país económicamente, tratar de ahogarlo, debilitarlo, crear las condiciones óptimas para que sus podridas ideas puedan penetrar o puedan engañar con ilusiones a mucha gente que no conocen, como conoce ese joven que nos habló hoy, de las realidades del mundo y del sistema dominante.
Fuentes:
Entrevista concedida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a periodistas que acompañaron a la delegación española, presidida por Julio Anguita, coordinador general de Izquierda Unida, efectuada en el Palacio de la Revolución, el 18 de julio de 1996.
Discurso pronunciado por Fidel en la tribuna abierta de la juventud, los estudiantes y los trabajadores por el Día Internacional de los Trabajadores, en la Plaza de la Revolución, el 1ro. de mayo del 2000.
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del Festival Juvenil Internacional Cuba Vive, efectuada en el teatro Carlos Marx, el 6 de agosto de 1995.
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del v Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el día 28 de septiembre de 1998.
Tomado de Granma