En una memorable intervención en la Asamblea Nacional de Venezuela, y ante la participación de la diputada y candidata a las primarias opositoras, María Corina Machado, pidiéndole un debate, el presidente Chávez le recordó que estaba fuera de ranking, y que águila no caza moscas.
Si hoy viviera el Comandante Chávez, ciertamente le recordaría a John Bolton, el ya exasesor de Seguridad Nacional de la administración Trump, que águila no caza moscas, y que estaba fuera de ranking para liderar la injerencia imperialista contra Venezuela.
Bolton, miembro del ala ultra del Partido Republicano y destacado funcionario desde la administración de George W. Bush, fue el artífice de las nunca encontradas armas de destrucción masiva como excusa para justificar la invasión a Irak con el fin de exportarles democracia a cambio de petróleo.
El detonante que ha provocado que Trump anunciara mediante dos tuits su petición de renuncia a Bolton por estar en desacuerdo con muchas de sus propuestas, parece ser la posible firma de un acuerdo de paz con los talibanes de Afganistán (que iba a ser escenificada mediante una foto en Camp David en fechas cercanas al 11S), lo que permitiría la salida decorosa de Estados Unidos de un país que tienen ocupado hace 18 años, y acercaría a Trump a la reelección.
Pero más allá de Afganistán, son tres los puntos del tablero geopolítico donde Trump discrepa con los halcones del Pentágono, que no le están ofreciendo al inquilino de la Casa Blanca las propuestas ni resultados esperados.
En primer lugar, Irán. Bolton, que tenía colgada en su despacho la orden ejecutiva de Trump anulando el acuerdo nuclear con Irán firmado por Obama, era un firme defensor del ataque “preventivo” contra este país (directo o utilizando a Israel como ejecutor) así como de las sanciones ilegales impuestas en 2018 contra el país que más kilómetros de frontera comparte con el Golfo Pérsico.
El derribo en junio de un dron RQ-4 Global Hawk estadounidense por parte de la División Aeroespacial del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) que entraba en el espacio aéreo iraní desde el Golfo de Omán, y la posterior reunión en agosto de Mohamad Yavad Zarif, Ministro de Asuntos Exteriores de Irán (a quién EEUU había impuesto sanciones en julio), con su homólogo francés durante la cumbre del G7 de Biarritz, han sido eventos que han provocado la derrota de las posiciones guerreristas de Bolton frente a posturas más conciliadoras en el círculo cercano de Trump.
La salida de Bolton abre incluso la posibilidad de un encuentro entre Trump y el Presidente iraní Rohani durante la Asamblea General de las Naciones Unidas que tendrá lugar a finales de septiembre en Nueva York.
En segundo lugar, Corea del Norte. Frente a la actitud de diálogo y negociación sorprendentemente mantenida por Trump, con visita a la zona fronteriza desmilitarizada y territorio norcoreano incluida, la posición de Bolton era la de imponer el modelo libio de entrega de la soberanía y armas nucleares. En este caso, la salida de Bolton abre la posibilidad de profundizar el diálogo entre EE.UU. y Corea del Norte.
El último, y probablemente, más importante factor que ha influido en el pedido de renuncia a Bolton, es Venezuela.
Bolton llegó a su cargo de asesor de Seguridad Nacional en 2018, y se convirtió, junto con Elliott Abrams, en el principal artífice de la campaña de bloqueo económico, financiero y comercial contra Venezuela, además de ser el autor intelectual de la autoproclamación del diputado opositor Juan Guaidó como presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Un Guaidó que el 23 de febrero entró en Colombia de la mano del jefe de Los Rastrojos, un grupo narco-paramilitar (valga la redundancia) para tras impulsar las guarimbas en los puentes que conectan Colombia con Venezuela, regresar a su país para seguir ejerciendo la tarea asignada de fakesidente títere del Departamento de Estado.
Un Bolton que tampoco ha podido acercar ni un tantito el petróleo venezolano a la economía estadounidense, aunque sí se ha tensado la situación con el último decreto firmado por Trump el 6 de agosto, decreto que congela los activos venezolanos en Estados Unidos y prohíbe las transacciones económicas con su gobierno, medida a la que respondió el Presidente Nicolás Maduro suspendiendo las negociaciones que tenían lugar en Barbados con la oposición venezolana.
A esta complicada situación se suma la aprobación en la OEA, a iniciativa de Colombia, del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que intentaría convertirse en el mecanismo desde el que justificar una posible intervención armada en Venezuela. En cualquier caso, la correlación de fuerzas también les es insuficiente a los boltonistas, con 11 votos a favor (el del “embajador” de Guaidó no cuenta) de los 19 firmantes del tratado, de los a su vez 35 países que componen la OEA.
A estos tres escenarios, Irán, Corea del Norte y Venezuela, se les suma Cuba, por la importancia del lobby mayamero en la política de Washington, y los dos principales actores del nuevo mundo multipolar, Rusia, y China, que tiene suficiente músculo económico para resistir la guerra de aranceles impuesta por Trump. De cómo se vayan resolviendo estos seis escenarios y relaciones bilaterales, dependerá también la posible reelección de Trump, que debe encontrar un buen alfil, en lugar de un halcón, para sustituir a Bolton.