Ernesto Guevara de la Serna, Che para la mayoría de los habitantes de este mundo, continúa marchando glorioso por los senderos de África, como lo hizo en la pasada centuria durante sus luchas por la independencia de este continente, porque las nuevas generaciones lo llevan permanentemente en su corazón y pensamiento.
Quienes lo asesinaron el 8 de octubre de 1967 en tierras bolivianas por orden de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, no pudieron nunca imaginarse cuan querido y admirado sería hoy el Guerrillero Heroico en todos los rincones del planeta tierra, y en particular en esta región, saqueada y vapuleada por el colonialismo y el neocolonialismo.
Mencionar al Che en África es decir ejemplo, dignidad, valor, altruismo, humanismo, y su imagen se observa y se siente por doquier, representada en millones de jóvenes que batallan aún, en medio de difíciles condiciones, por un mundo mejor, como lo quiso él siempre, y por el que luchó y entregó su intensa vida.
Pero no son solo las nuevas generaciones de africanos quienes dignifican al Che en el llamado continente negro. También por estos senderos caminan a diario miles de jóvenes galenos y técnicos de la salud cubanos que combaten la muerte, y entregan vidas a los más desposeídos.
Ellos, los hijos de Fidel Castro, y quienes cuando niños en sus escuelas en la Isla repetían “queremos ser como el Che”, hoy cumplen esa promesa porque se han convertido en los guerrilleros heroicos de estos tiempos, a los que, claro, Estados Unidos teme mucho, y por esa razón intenta desacreditarlos con sus continuas campañas difamatorias.
En los “pinos nuevos” y en cada uno de los miles de integrantes del Ejército Pacífico de Batas Blancas de Cuba, como merecidamente le llaman a las Brigadas Médicas de la nación caribeña, Washington ve hecho realidad los sueños y anhelos de Ernesto Guevara, de Fidel y otros ídolos en África, como el líder antiapartheid sudafricano Nelson Mandela.
Por ello el imperio brutal del norte ataca a los guerrilleros heroicos de este siglo XXI, quienes únicamente portan como armas los instrumentales necesarios para diagnosticar enfermedades, sus fusiles, y los medicamentos para curarlas, sus municiones.
Por supuesto que portan además escudos morales, más poderosos que los cohetes antimisiles más sofisticados, y recuerdan siempre aquella carta de despedida del Che a Fidel en la que le subrayó al líder histórico de la Revolución cubana:
… “En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura”.
(*) Embajador de Cuba en Gambia