Fue primero en portugués y luego en inglés. Dos idiomas pero un mismo discurso. Al parecer, el mandatario brasileño no solo pretende demostrarse políticamente alineado con los Estados Unidos, sino también defender para sí el apodo que algunos ya le reservan: el de mini-Trump. Veamos.


Por Ariel Pazos Ortiz

Fuente: CubaSi

Como establece la tradición, la República Federativa de Brasil fue el Estado que inició los debates del septuagésimo período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas el pasado 24 de septiembre. En su diatriba el mandatario de la nación sudamericana, Jair Bolsonaro, enfatizó ciertas ideas igualmente manejadas por el segundo orador de la sesión: el presidente estadounidense, Donald Trump.

El feroz ataque al socialismo fue uno de los denominadores comunes. En los primeros minutos de su intervención Bolsonaro acusó a los gobiernos del progresista Partido de los Trabajadores (2003-2016) de ser responsables, entre otras cosas, de una recesión económica.

Habría que preguntarle a qué se refiere con “recesión económica”, pues lo que sí está comprobado es la responsabilidad de Lula da Silva y Dilma Rousseff por sacar a millones de brasileños de la pobreza. Estos gobiernos, además, registraron un incremento de las clases medias y una tasa de desempleo que llegó a ser menor que la de países como Estados Unidos y Alemania. Parece ser que “crecimiento económico” para Bolsonaro es aumento de privatizaciones y disminución de gastos en políticas públicas, en una palabra: el neoliberalismo.

Por su parte, Trump refirió que “el fantasma del socialismo” es un reto al que se enfrentan los países. “América jamás será un país socialista”, dijo, en lo que se puede interpretar como un mensaje a la base más conservadora del Partido Republicano en busca de reafirmarse.

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Las intervenciones de estos ultraderechistas del siglo 21 no solo arremetieron contra el socialismo como alternativa a la hegemonía capitalista, sino que ambos atacaron a varios países de modo casi idéntico. A Cuba y Venezuela remitieron acusaciones sin fundamentos veraces y con una retórica ofensiva e irrespetuosa hacia los representantes de esos Estados ante el foro.

Mientras agraviaba y calumniaba la dignidad de las naciones latinoamericanas Trump era una absurda rencarnación combinada de James Monroe y Joseph McCarthy. Monroe, quinto presidente estadounidense, dio vida en 1823 a la doctrina imperialista que proclamaba “América para los americanos”. McCarthy, senador republicano por el estado de Wisconsin entre 1947 y 1957, fue el artífice de una demencial ofensiva anticomunista. Eso fue Trump en el micrófono: la mezcla de las corrientes más reaccionarias de la política estadounidense.

Antes que él ya Bolsonaro había cumplido su guion. En el cuarto minuto del discurso dijo que en Venezuela “todo el mundo es pobre” por causa del socialismo. No refirió estudio alguno, no aportó datos que respaldaran su declaración y, como era de esperarse, tampoco se refirió a la guerra económica de la que es víctima el pueblo, ni a los 30 mil millones de dólares que le han sido robados en operaciones bancarias a Venezuela.

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En cuanto a Cuba el principal punto de ataque fue la brigada de salud que formó parte del programa Más Médicos. Cuestionó a los anteriores presidentes brasileños por sostener el convenio y llevar a su país galenos sin “registro profesional adecuado”. En este punto no solo difamó nuevamente la calidad del personal de la Mayor de las Antillas (cuya labor está avalada por la Organización Panamericana de la Salud), sino que omitió referirse a los aproximadamente 44 millones de brasileños de unos 2 mil municipios afectados tras el cierre de la colaboración, para los cuales él no tiene solución.

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Otro rasgo de similitud entre las posiciones políticas expuestas por Bolsonaro y Trump en la Asamblea General de la ONU es su inclinación ultranacionalista, la cual, a pesar de sus demagógicos y triviales argumentos, rompe con el espíritu multilateralista que se debería seguir en Naciones Unidas.

“No estamos aquí para acabar con las nacionalidades (…) en nombre de un interés global abstracto”, expresó Bolsonaro. Poco después su homólogo estadounidense exclamaría: “Los líderes inteligentes siempre anteponen el bien de su pueblo y su país. El futuro no es de los globalizadores, es de los patriotas.”

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Si en el mismo contexto no se hubiera hablado de socavar gobiernos establecidos, de guerras, de alianzas e inversiones militares, si no se hubieran traslucido posiciones xenófobas y reaccionarias en general, las palabras anteriores casi pudieran parecer de verdaderos patriotas. Sin embargo, tanto Trump como Bolsonaro hablaron de eso y más. Fueron dos idiomas, pero un mismo discurso. Y teniendo en cuenta su retórica derechista y sus currículos políticos, tras esos discursos no parecen estar alucinando quienes han sentido por estos días la presencia de Hitler y Mussolini.

 

Por REDH-Cuba

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