Dentro de las nefastas noticias que ocurren en Latinoamérica en los últimos días apareció como una pócima de esperanza, la sonrisa de una niña salvadoreña de 16 años que decidió ir a recibir su diploma de tercero básico con su delantal puesto, pues es vendedora ambulante. Últimamente muy pocas cosas me emocionan hasta las lágrimas, ver a Daniela con su delantal y sintiéndose sumamente orgullosa de su diploma y de su esfuerzo hizo que un rayo de luz iluminara no solo el momento pero también mi fin de semana.
En la nota publicada en redes sociales aparecen fotografías de Daniela recibiendo su diploma junto con su madre y un hermano, cuenta el redactor que la niña trabaja para ayudarle a su mamá en la crianza de sus dos hermanos, su nombre es Daniela Estela Parada Gómez, originaria de San Miguel, El Salvador. Además obtuvo el primer lugar.
El camino de Daniela apenas está empezando y vendrán muchas alegrías a su vida y muchos momentos más de sacrificios también, sin embargo; Daniela ya ha fortalecido sus raíces contra cualquier tempestad que la azote, que podrá tumbarla posiblemente pero ella con seguridad se levantará, mucho más fuerte que cuando cayó. Ningún árbol crece sin raíz y las de Daniela son como las de los bambúes, profundas y lozanas, además bien nutridas de la realidad. Nadie conoce mejor la realidad que quien lleva la calle en su piel, en su voz y en su mirada.
En su crecimiento como ser humano llegarán momentos en lo que querrá renunciar y darse por vencida, entonces vendrán a su memoria los días de las madrugadas, de bañarse con agua fría del tonel, en el patio, a la intemperie, de preparar la venta a las carreras y desayudarse una taza de café con un pan o irse sin desayunar porque lo urgente es primero. Recordará los días de haber deseado tener más manos para atender a sus hermanos, la venta y los deberes de la escuela. Sí, los días de desear dormir en lugar de ir a vender o estudiar. Los días de haberse tronado los dedos ajustando el tiempo para realizar las tareas en grupo, las investigaciones y estudiar para los exámenes: todo eso repartido entre el cuidado de sus hermanos y la venta diaria.
Aparecerán cualquier día, en cualquier lugar, sin esperarlo, venidas del pasado, las miradas de indiferencia que muchas veces la acompañaron en su recorrido vendiendo e intentarán nuevamente herirla pero Daniela ya estará protegida con su amor propio y la fuerza inquebrantable que solo da la intemperie. Cualquier cansancio físico y emocional Daniela podrá superarlo porque ninguno será tan fuerte como el de los años de niña vendiendo en la calle y con tantas responsabilidades para tan corta edad.
Sí, perdió mucho de su infancia Daniela y eso es irrecuperable pero es el precio que tienen que pagar quienes buscan caminar y han nacido en el último peldaño de las clases sociales. En este mundo así como está los de abajo tenemos que perder mucho para lograr poner un plato de comida sobre la mesa.
Llegarán los momentos también en los que vendrán de algún lugar del pasado, las palabras de aliento, los hombros de quienes estuvieron apoyando siempre, las miradas frontales de quienes se atrevieron a ver a los ojos cuando se era invisible para la sociedad, ahí hay que refugiarse, en el calor humano como rescoldo.
Daniela es apenas una mariposa que acaba de estrenar sus alas, un horizonte vasto la espera para que lo surque y estoy segura que lo logrará y cuando esté en lo alto, entre la niebla de la nubes también espero jamás olvide de dónde viene, de qué está hecha ni a los suyos.
Escribo este texto como felicitación a Daniela, a su madre y a sus hermanos porque este logro es familiar: porque si uno cae caen todos y si uno se levanta se levantan todos.
Posdata: Ese delantal Daniela, guárdalo como tu amuleto y que te acompañe siempre a donde quiera que vayas.