The New York Herald ofrece noblemente a la Revolución Cubana por la Independencia de la Isla y la creación de una República durable la publicidad de su diario; y es nuestro deber, como representantes electos de la Revolución, vigentes hasta que ella elija los poderes adecuados a su nueva forma, expresar de modo sumario al pueblo de los Estados Unidos y al mundo, las razones, composición y fines de la Revolución que Cuba inició desde principio del siglo, que se mantuvo en armas con reconocido heroísmo de 1868 a 1878, y se reanuda hoy por el esfuerzo ordenado de los hijos del país dentro y fuera de la Isla, para fundar, con el valor experto y el carácter maduro del cubano, un pueblo independiente, digno y capaz de gobierno propio que abra la riqueza estancada de la Isla de Cuba, en la paz que sólo puede asegurar el decoro satisfecho del hombre, al trabajo libre de sus habitantes y al paso franco del Universo.
Cuba se ha alzado en armas, con el júbilo del sacrificio y la solemne determinación de la muerte, no para interrumpir con patrio¬tismo fanático, por el ideal insuficiente de la independencia política de España, el desarrollo de un pueblo que hubiera podido llegar en paz a su madurez sin estorbar el curso acelerado del mundo que en este fin de siglo se ensancha y renueva, sino para emancipar a su pueblo inteligente y generoso, de espíritu universal y deberes especiales en América, de la nación española, inferior a Cuba en la aptitud para el trabajo moderno y el gobierno libre, y necesitada de cerrar la Isla, exuberante de fuerzas naturales y del carácter creador que las desata, a la producción de las grandes naciones para mantener, con el ahogo violento de un pueblo útil de América, el mercado único de la Industria española, y los rendimientos con que paga Cuba las deudas de España en el continente, y sostiene en la holganza y el poder a las clases favorecidas e improductoras, que no buscan en el trabajo viril la fortuna rápida y pingüe que desde la conquista de España en América esperan un día u otro obtener, y obtienen, de los empleos venales y gabelas inicuas de la colonia.
El pensamiento superficial, o cierta especie de brutal desdén, deshonroso sólo–por la ignorancia que revela–para quien se muestra así incapaz de respetar la virtud heroica, puede afirmar, con increíble olvido de la pelea intelectual y armada de Cuba en todo este siglo por su libertad, que la revolución cubana es el prurito insig¬nificante de una clase exclusiva de cubanos pobres en el extranjero, o el alzamiento y preponderancia de la especie negra en Cuba, o la inmolación del país a un sueño de independencia que no podrán sustentar los que la conquisten. El hijo de Cuba, levantado en la guerra y en el trabajo de la emigración durante un cuarto de siglo, a tal plenitud moral, industrial y política, que no cede a la del mejor producto humano de cualquier otra nación, padece, en indecible amargura, de ver encadenado su suelo feraz y en él su sofocante dignidad de hombre; a la obligación de pagar, con sus manos libres de americano, el tributo casi íntegro de su producción, y el diario y más doloroso de su honra, a las necesidades y vicios de la monarquía, cuya composición burocrática, y perpetua privanza de los factores nulos y perversos de la sociedad, nacida en las encomiendas y mercedes de América; le impide permitir jamás a la atormentada Isla de Cuba; que, en hora histórica en que se abre la tierra y se abrazan los mares a sus pies, tienda anchos sus puertos y sus aurígenas entrañas, al mundo repleto de capitales desocupados y muchedumbres ociosas, que al calor de la República firme hallarían en la Isla la calma de la prosperidad y un crucero amigo.
Fuente: José Martí