A pocos días del histórico 8 de marzo y su celebración/resistencia anual, a escasos días de otro  tremendo feminicidio  en una provincia sureña de mi país, a cuatro años del encarcelamiento de Milagro Sala y sus compañerxs, a una semana del inmenso “pañuelazo” verde argentino, mientras se devela la trama de lawfare que intentaba proscribir a la presidenta Cristina Fernández, esta nota constituye una oportunidad de hacer un balance junto a las compañeras de toda Latinoamérica sobre el estado de situación de sus mujeres, de los lentos avances en los cambios culturales, de los rangos de libertad, de desarrollo personal, de falta de cuidado social y político, de las crueles persecuciones que aun hoy padecemos  y de las resistencias que desplegamos.

En mi país son notables los progresos con relación a la conciencia acerca del patriarcado y su relación dialéctica con el capitalismo (“se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer”, cantan jóvenes e históricas feministas en las calles de Buenos Aires). Ha adquirido gran visibilidad en el conjunto social el impacto negativo de ambos sistemas en la vida de las mujeres y de otras identidades. La revolución feminista se expande masivamente, más notoriamente en las grandes urbes, pero los Encuentros Nacionales de Mujeres que desde hace 34 años recorren las provincias argentinas, conocen bien de los procesos de transformación que han abierto en sus sistemas feudales y en las castas sociales consolidadas a través de estructuras religiosas inmunes a los cambios que el propio Papa insinúa desde Roma. Y ha sido el feminismo popular, en contacto con tantos otros feminismos, el que ha perforado estas estructuras desde la transición democrática, después de las sangrientas dictaduras.

De la mano de las mujeres de distintos partidos políticos, organizaciones feministas y movimientos populares, pusieron en la agenda argentina, en las universidades y en los ámbitos culturales, sindicales y políticos las dos nociones fundamentales del feminismo: el patriarcado y el género. Conceptos tajantes y drásticos, irrefutables, que convirtieron al feminismo en la filosofía y teoría revolucionarias que conmovieron hasta sus raíces a la teoría social de la Academia.

Sabemos que a veces las leyes son el resultado de las demandas de las nuevas convivencias sociales y otras veces anticipan y empujan los cambios. En Argentina los avances legales han sido enormes y determinantes en ambos sentidos.

Sin embargo ya se sabe que lo más difícil es avanzar en las transformaciones culturales, en la superación  de los estereotipos, en la modificación de los roles sociales y sus retribuciones, en la convivencia amorosa, en los cuidados de los hijos, de las  personas mayores, de las personas con discapacidad, en la inclusión de la perspectiva de género en la aplicación de justicia, en la educación, en los programas de salud, en la práctica política (aunque en Argentina  estemos logrando la paridad), en fin, en los ideales y utopías de una sociedad.

Esta idea de relacionarnos entre nosotras, mujeres comprometidas de toda Latinoamérica, tanto con el feminismo popular, como con las políticas de liberación y el destino de autodeterminación y justicia de los pueblos, es un dato elocuente de la extensión y articulación que hemos sabido lograr desde hace más de cuatro décadas.

Recuerdo en la década del 80 que abrevábamos en la Constitución brasileña para tomar ejemplos para nuestra reforma constitucional: recuerdo las visitas de senadoras ecuatorianas y colombianas que incipientemente exploraban el tema cuotas de participación política, diputadas brasileñas, dirigentes mexicanas y chilenas, las primeras mujeres de pollera en llegar al parlamento boliviano, los Encuentros feministas latinoamericanos y cientos de reuniones sectoriales y temáticas. Qué constataciones nos hermanaban y nos hermanan hasta hoy?: la confirmación de que nuestras conquistas logran avances y sufren retrocesos y que  somos nosotras mismas las que deberemos indagarnos infatigablemente, cada vez, en cada etapa, acerca de qué es lo que queremos y cuál será la pelea del momento.

Porque pelea habrá siempre. El aumento de los feminicidios o el aumento de sus denuncias, que es lo mismo, nos habla de la resistencia patriarcal a los cambios en las relaciones de pareja y familiares. Hay una persistencia distinta de estas rémoras que en cada uno de los países mantiene la división de roles de género, la subordinación acrítica a las demandas laborales, la no democratización de las tareas de cuidado, la aplicación “injusta de la justicia”, las dificultades para el acceso pleno a los cuidados de salud sexual y reproductiva, la lenta transformación de los aparatos ideológicos y culturales de comunicación en cuanto a los estereotipos y otros tantos menoscabos públicos.

Estoy en este momento hablando especialmente desde Argentina, de su situación, a la espera de completar el panorama que compañeras de cada país nos hagan llegar respecto a sus avances.

Sí sabemos que no nos soltamos las manos, que hemos sufrido la persecución y ataque a presidentas extraordinarias con proyección internacional y voces enormes para denunciar la dominación económica, las sanciones, la inequidad, la pobreza y las guerras. Sabemos de los feminicidios en México, de los asesinatos de Berta Cáceres y de Meireille Franco, defensoras de importantes derechos, sabemos de los asesinatos de los dirigentes sociales en Colombia, de las compañeras de las FARC, víctimas del incumplimiento de los Acuerdos de Paz, sabemos de las compañeras feministas chilenas hoy protagonizando una dolorosa e impresionante resistencia, de las prisiones de las dirigentas ecuatorianas y bolivianas, pagando el precio de su compromiso con las políticas más progresistas de sus países, de tantas otras heroínas guatemaltecas y salvadoreñas.

Nos une el feminismo como identidad primigenia que se ha hecho síntesis con una identidad política asociada a las causas populares, a las luchas antimperialistas, a la defensa de todos los derechos. Nos une la idea de una maternidad deseada, planificada y articulada con la   participación en el aparato productivo, la ciencia, la cultura y la política de nuestros países. Nos une la conquista de este mundo diferente que deseamos y por el que han dado la vida las Libertadoras de toda laya, de linajes de todos nuestros confines y de más de cinco siglos.

Les haremos honor.

Por REDH-Cuba

Shares