Crisis en la crisis
Desde finales del año pasado asistimos al desarrollo de una pandemia que está generando millones de afectados y cientos de miles de muertos, una estadística macabra que los grandes medios masivos de comunicación se encargan de informar segundo a segundo. Las imágenes reproducidas en cada rincón del globo, nos muestran hasta la procacidad, la muerte, el dolor y el sufrimiento que ocasiona este nuevo virus, amplificando la cultura del miedo, ese eficaz método de control de los colectivos humanos. El capitalismo y el miedo van siempre de la mano. La histeria con que se maneja esta pandemia pretende crear un relato en el que se responsabiliza al COVID19 del desarrollo de una crisis económica gigantesca, que al decir del mismo FMI se asemeja, por su magnitud, a la de 1929.
En realidad, la crisis fue anunciada por la OMS en un marco de aliento a políticas de austeridad y ajuste que deterioraron los sistemas de salud y el derecho de la población a la salud. La mercantilización de la salud y el negocio de las farmacéuticas y las empresas privadas de salud es lo que proliferó y generó está realidad de crisis sanitaria agravada. El desfinanciamiento de la OMS promovido por EEUU en pleno despliegue de la pandemia agudiza el cuadro de indefensión sanitaria mundial. Esta es una crisis económica, con un componente sanitario, que es funcional a la concentración y centralización del capital, que agrava la desigualdad y promueve un mayor deterioro de los derechos con gravísimas consecuencias políticas, sociales, culturales y humanas. En el ámbito de la economía se presenta un horizonte fuertemente recesivo para el 2020 y quizá el 2021, agravado por una situación de arrastre que ha acumulado cantidades enormes de capital ficticio, desde la explosión del 2007/08 y la gran recesión del 2009. Ese desarrollo especulativo fue alimentado por la “banca en las sombras” y las maniobras ejecutadas por las propias transnacionales en defensa de sus activos, afectando al proceso productivo.
La caída proyectada del producto es superior a todas las crisis mundiales previas y tanto su duración como recuperación resultan imprevisibles, con gravísimas consecuencias para la mayoría social empobrecida. El FMI estima una caída de -3% en el PBI mundial, siendo de -6,1% en las economías avanzadas de EEUU, Zona Euro, Japón, Reino Unido y Canadá; -5,2% en América Latina y un crecimiento de +1,2% de China y +1,9 para la India.
Asistimos por lo tanto a una crisis sanitaria dentro de la crisis mundial del capitalismo, en donde emergen tensiones diversas para sostener la dinámica de acumulación de los capitales. La recesión inducida promueve una reestructuración y disputa de los capitales por la ganancia y la acumulación. Es una crisis que potencialmente favorece la concentración y centralización del capital, que agrava la desigualdad con la mayoría social y promueve un mayor deterioro de los derechos sociales y humanos. Esto estimula una agresiva ofensiva capitalista que involucra la militarización y represión de la dominación contra los sectores sociales subordinadas.
Por eso, la respuesta del capital más concentrado en el ámbito mundial exacerba la disputa contra las/os trabajadoras/es con despidos, baja de salarios e ingresos populares, junto a reaccionarias reformas laborales y previsionales e impacto en mermas de remesas que sustentan la vida de muchas familias empobrecidas; el saqueo de la naturaleza con fines privados de apropiación de los bienes comunes y la extensión de la mercantilización y el consumismo como forma de manifestación de la cotidianeidad, contra derechos sociales extendidos.
Los datos de la realidad confirman la situación de desigualdad creciente, con gran concentración del ingreso y la riqueza en una minoría, la ampliación del empobrecimiento, la indigencia y la marginación social de millones de personas. Son las referencias al desempleo, el subempleo, la precariedad laboral y la pérdida de derechos individuales, sociales, sindicales y colectivos. La precariedad de los sistemas públicos de salud en la mayoría de los países es reflejo del desfinanciamiento y la mercantilización del sector, para favorecer los negocios privados en torno a la salud de la población. Más pobreza y mayor explotación es el resultado de la crisis actual, agravando esos fenómenos que alimentan las penurias de la mayoría social en estos años de ofensiva capitalista. Una ofensiva, identificada con el “neoliberalismo”, construida desde el terrorismo de Estado en los países sudamericanos a comienzos de la década del setenta y ampliada luego de la ruptura de la bipolaridad entre socialismo y capitalismo desde 1989/1991.
La funcionalidad potencial de la actual crisis exacerbada por la COVID19 promueve una mayor disputa por la productividad en el capitalismo contemporáneo, agravando el efecto sobre el
medioambiente y la crisis ecológica y un despliegue agresivo del imperialismo en tiempos de recomposición económica y política de la hegemonía mundial, afectando todo proceso de lucha por la independencia y el socialismo.
Desorden mundial y búsqueda de alternativas
La crisis mundial en curso provoca cambios políticos e ideológicos que afectan el orden mundial emergente al final de la segunda guerra mundial.
En efecto, la dominación estadounidense está desafiada por la enorme expansión de China en los últimos años, agravando el carácter ofensivo de la política exterior de EEUU, que hoy se agudiza en nuestros territorios con la continuidad del genocida bloqueo sobre Cuba, las amenazas de invasión militar sobre Venezuela y las sanciones a éstos países y a otros, entre ellos a Nicaragua. Las agresiones imperialistas se despliegan en todo el mundo y muy especialmente en contra de las alianzas de China, Rusia e Irán.
La guerra de precios del petróleo es otra faceta de la disputa por el mercado mundial en un contexto de crisis, donde la explosión del fracking de la mano de los EEUU ha generado una sobreproducción petrolera, con altísimo impacto ambiental, más allá de las necesidades de la coyuntura actual. La pandemia ha agudizado esta contradicción, con la caída de la demanda mundial de combustibles por las políticas de aislamiento social adoptadas.
Desde EEUU se promueve el desorden mundial para intentar recuperar su poder hegemónico y por eso sus sanciones unilaterales y la construcción de un poder militar global, asentado en el poder del dólar y su capacidad cultural ideológica desde la manipulación de los medios de comunicación y la economía del conocimiento.
La experiencia “nacionalista” del “Primero EEUU” se replica en Gran Bretaña con el Brexit y varios regímenes “nacionalistas”, caso de Hungría y Polonia, o Brasil en Nuestra América. Son fenómenos asociados a regímenes liberalizadores y de derecha que en Nuestramérica se someten a la política exterior de EEUU.
América Latina y el Caribe generó expectativas esperanzadas en el mundo a comienzos del Siglo XXI, por las críticas al neoliberalismo y la re-emergencia de la propuesta socialista, aun matizada desde algunas de las experiencias, las que se asociaron a la rica tradición internacionalista y solidaria de Cuba para alimentar nuevas perspectivas de la integración regional con autonomía respecto del proyecto imperialista de EEUU para Nuestramérica.
La ofensiva capitalista y el accionar estadounidense explican los “golpes” desplegados en estos años en Honduras, Paraguay, Brasil o Bolivia, que más allá de matices, expresan la
disputa del poder en la región para evitar la construcción de un núcleo que dispute el orden económico y social con un contenido anti capitalista. En ese camino se incluyen los apoyos a regímenes de derecha en toda la región, con la excepción de los procesos derivados de elecciones recientes en Argentina y México.
El descontento social es parte de la realidad y dan cuenta de ello los levantamientos populares en Haití, Ecuador, Colombia y muy especialmente en Chile, la cuna de la ofensiva capitalista “neoliberal”. Se trata de la confluencia de una dinámica de luchas en otros territorios, al estilo de los chalecos amarillos en Francia, las luchas por la independencia en Palestina, entre muchas que recorren el planeta.
Nuestro pronunciamiento
La SEPLA fue construida hace 15 años para ser parte de la articulación de las luchas populares y el pensamiento crítico en la región, no solo para denunciar la ofensiva capitalista, sino para construir alternativas al orden económico, político, social y cultural.
Por eso nuestra denuncia a la ofensiva del capital y del imperialismo, que promueven en estos tiempos de pandemia y crisis sanitaria una mayor explotación de la fuerza laboral, un saqueo de nuestros bienes comunes, al tiempo que amenazan cualquier intento de rumbo anticapitalista, anticolonial y antiimperialista, contra el patriarcado y todo tipo de racismo y discriminación.
Desde la SEPLA alentamos la lucha política, social y de ideas por un rumbo alternativo, que suponga modificaciones sustanciales al modelo productivo y de desarrollo, por lo que sostenemos:
- El Estado debe garantizar en la coyuntura la salud a toda la población, en especial a los más vulnerables, las/os trabajadoras/es, las/os campesinas/os, las/os indígenas, las/os habitantes de villas de emergencia, favelas, cantegriles, etc.
- La política pública debe asegurar el salario, el empleo y el ingreso popular de millones afectados por la COVID19 y la coyuntura socio económica.
- La lucha es contra la crisis sanitaria y la mercantilización de la salud, lo que demanda ingentes recursos y por eso algunas propuestas como las enumeradas a continuación:
- Suspensión de los pagos de deuda pública y auditorias integrales con participación popular;
- Utilizar reservas internacionales para atender la salud de la población ante la pandemia.
- Reformas tributarias concentradas en impuestos a las grandes fortunas concentradas en el 1% de la población de mayores ingresos en nuestros países; así como en los sectores económicos de mayor rentabilidad.
- Las medidas que deben acompañarse de otras reformas estructurales que incluyen la socialización de la banca, con participación en la gestión del Estado, sus trabajadoras y trabajadores, tanto como de la comunidad y los usuarios, para administrar democráticamente los recursos financieros de la sociedad con fines de desarrollos alternativos.
- El comercio exterior y el control de cambios de deben nacionalizar, junto a toda la infraestructura asociada al comercio mundial, alentando una lógica de integración regional y global no subordinada al imperialismo y las necesidades de los capitales más concentrados.
- Se debe estimular un Plan económico sustentado en la soberanía alimentaria, energética y financiera para salir del agro negocio, la agro energía y promover la economía comunitaria, familiar y la autogestión en función de resolver las necesidades populares. Avanzar en un modelo productivo agrícola sustentado en la promoción de las pequeñas fincas familiares, la diversificación productiva y el cuidado ambiental, en dirección a una soberanía alimentaria, incluyente y sustentable.
Existe una importante experiencia de desarrollo de la economía popular en el movimiento social en Nuestramérica y un acumulado de pensamiento crítico entre la intelectualidad, por lo que la SEPLA se propone ante la gravedad de la situación, estimular la articulación del saber popular y el profesional e intelectual para una eficaz disputa de poder contra la dominación capitalista actual.
Creemos desde la SEPLA que este tiempo de crisis sanitaria, en un marco de profunda crisis capitalista, presenta la oportunidad para estimular el debate y la perspectiva de un proyecto de emancipación social, con capacidad de derrotar la ofensiva de las derechas, el gran capital y el imperialismo.
Nuestra América, 21 de Abril del 2020.
Junta Directiva