Señor Trump: contra su política de muerte y guerra, apoyamos la candidatura al Nobel de la Paz para los médicos y médicas cubanas. Por un mundo solidario.
Presidente Trump: ¡Algo huele a podrido a orillas del Potomac! A menos que usted esté privado del sentido del olfato, no puede dejar de percibir el tufo a miasmas que se desprende del Potomac, a menudo llamado “el río de la Nación”, porque a sus orillas se desarrollaron episodios fundantes del país cuyos destinos usted lidera con el mayor desatino. Además, en una de esas riberas está emplazado Washington DC, sede de su gobierno. ¿A qué viene el enunciado? Cuando usted cursó la High School, alguno de sus maestro/as le habrá dado a conocer a William Shakespeare, autor de una de las frases más famosas de toda la dramática universal: “Algo huele a podrido en Dinamarca”. Dicha por Marcelo, amigo de Hamlet –protagonista de la obra del mismo nombre–, la breve frase contiene una potente metáfora: de la misma manera en que el pescado comienza a podrirse por la cabeza, un gobierno empieza a descomponerse por sus dirigentes.
El olor a materia corrupta o aguas estancadas que emana del Potomac no se debe a los miles de cuerpos arrebatados en los EEUU por una inédita pandemia que usted libró al descontrol –cuerpos que hoy, envueltos en bolsas negras, son arrojados a fosas comunes, sin que sus familias puedan darles el último adiós, en una escena distópica digna del film Blade Runner–. No parece usted estar dispuesto a dedicar sus mejores esfuerzos en reparar los resultados de su frívolo y disparatado análisis de la realidad que padece su país, ni, mucho menos, a asumir sus responsabilidades. ¡No! Lejos de eso, destina al odio sus más vehementes afanes. Con total descaro y desprecio por el derecho internacional, su gobierno ha incluido de nuevo a Cuba a su lista de países que “no colaboran” en “la lucha contra el terrorismo”. Incluida injustamente durante 33 años en ese caprichoso inventario, durante el gobierno del presidente Barak Obama se la retiró de la lista en 2015, como parte de las disposiciones que preludiaban cierta normalización de relaciones entre los EEUU y Cuba, etapa de la que, siguiendo la tradición shakespereana, podría decirse que fue el “Sueño de una noche de verano”.
La mayor paradoja es que el autor de la lista de marras es el gobierno que heredó de otros afines la práctica del terrorismo de Estado en el mundo; baste recordar las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki cuando el Japón ya se había rendido y la Segunda Guerra Mundial había terminado. La saga continuó con Vietnam, Corea, Afganistán, Irak y Siria. Y qué decir del recurrente delito de genocidio cometido a lo largo de 60 años por los gobiernos de EEUU con el unilateral bloqueo contra Cuba, mantenido intacto e, incluso, agravado durante la actual pandemia. En este sentido, el cerco de Washington llega al punto de impedir a Cuba la compra de aparatos respiratorios, equipos clave para tratar a las y los pacientes más graves con esta enfermedad.
Qué decir también de las incursiones terroristas orquestadas desde las orillas del Potomac, que arrebataron la vida a 3.478 cubanos, dejaron 2 mil 99 incapacitados y ocasionaron cuantiosos daños económicos a Cuba. Tampoco es casual que Venezuela, Irán, Palestina, Corea del Norte y Siria, hoy por hoy bloqueados y asediados también, se incluyan en la infame lista antes mencionada. Las brujas de Macbeth, enfermo de ambición, han retornado, y ya Macbeth es Moloch, mítico monstruo-sistema que devora a quienes lo veneran y, sobre todo, a los que no.
La campaña de agresión contra Cuba marcó un nuevo hito en el ataque del pasado 30 de abril a la embajada de Cuba en Washington con 32 disparos de fusil contra la fachada de la sede diplomática. El busto de José Martí recibió algún impacto. Todavía hoy, el gobierno de los EEUU ni siquiera emitió comentario alguno sobre el atentado, siendo que es responsable, según lo establece la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, de garantizar la seguridad de las sedes diplomáticas radicadas en su territorio. Pero, ¿cómo pedir una elemental cortesía cuando esta campaña de agresión sostenida está instrumentando un linchamiento mediático contra Cuba? No hace mucho, el jefe del Comando Sur acusó a Cuba de participar con Venezuela en el narcotráfico, en contradicción con los informes de la DEA.
Y precisamente en estos momentos, cuando el llamado Coronavirus está costando la vida de cientos de miles de personas en el mundo, sobre todo en países como los EEUU, donde las políticas neoliberales convirtieron en mercancía lo que debe ser un derecho humano y, como tal, inalienable, y cuando las cifras oficiales de ese país muestran que las muertes por esta pandemia han superado con creces las del personal militar yanqui caído en la Guerra de Vietnam, brota como un tóxico el intento de desprestigiar la colaboración altruista de los y las profesionales cubanos de la salud con 25 países del mundo, y así aislar (¡una vez más!) a Cuba.
Sin embargo, son reconocidos a nivel planetario los avances cubanos durante los últimos 60 años en materia de protección social, medicina e investigación científica, entre otras áreas. Como indiscutible es a la vez el prestigio ganado por sus médicos y médicas y otros trabajadores de la salud, todos y todas formadas con un alto grado profesional. En mérito a las palabras de José Martí “Patria es humanidad”, Cuba ha compartido y comparte sus mejores triunfos con otros pueblos. El año 2018, el programa alfabetizador “Yo, sí puedo” sumó un total de más de 30 mil graduados desde que el proyecto cubano desembarcó en la Argentina. Su primer gran logro fue la primera declaración de territorio libre de analfabetismo en el país, situada en la Municipalidad Indígena de Tilcara en la Provincia de Jujuy, dentro de la región declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Volvamos a los avances en materia de medicina. Los y las argentinas no olvidamos que 1.500 jóvenes compatriotas estudiaron y se graduaron como médicos y médicas en en Cuba, en pleno gozo de su educación gratuita. Y que 50 mil argentinas y argentinos sin recursos fueron operados de la visión, gracias a un programa solidario de Cuba: “Operación Milagro”. En los últimos quince años, La Habana ha destinado varios millones de dólares a ello, sin la menor publicidad.
En 2005, Cuba creó el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, y desde entonces su ejército de batas blancas ha acudido al auxilio de víctimas de terremotos, huracanes, inundaciones y epidemias en África, América Latina, el Caribe, Asia y Europa, sin perseguir réditos económicos ni propagandísticos. Coherentes con su historia, los y las profesionales cubanos de la salud entienden cuán necesario es que la solidaridad internacional se redoble en la actual emergencia, y ofrecen con total desinterés sus saberes y vocación de trabajo para estrechar su abrazo solidario hacia los pueblos que hoy precisan su ayuda ante la dinámica escalada de una pandemia inédita. Médicas y médicos, enfermeras y enfermeros cubanos demuestran que un mundo más fraterno y cooperativo es posible, y que existe otra alternativa a un mundo de feroz competencia para el disfrute de unos pocos. Mientras algunos países exportan armas, guerras y desolación, los cubanos y cubanas llevan ayuda y vierten la luz de su humanismo, en una auténtica contribución a la paz en el planeta.
En un mundo complejo, ante situaciones nuevas y otras persistentes –crisis económicas, brutales bloqueos y focos bélicos–, cuando resplandece la estrella de la bandera cubana, la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, Capítulo Argentina, se suma a la propuesta de nominar al Premio Nobel de la Paz a la Brigada Internacional Henry Reeve.
Viernes 15 de mayo de 2020