Los ataques a través de las redes sociales de la contrarrevolución de Miami contra el canciller Bruno Rodríguez, con motivo de su denuncia por el ametrallamiento de la sede diplomática cubana en Washington, buscan crear un clima propicio para una nueva oleada terrorista contra representaciones de la Isla en el exterior.
De esa forma, además, persiguen desviar la atención al pedido de Cuba a la Casa Blanca de que aclare su vinculación con la acción terrorista de Alexander Alazo.
Ningún otro gobierno que no sea Estados Unidos ha imputado las razones de la Isla al reclamar una explicación a Washington y, por el contrario, congresistas y senadores estadounidenses, políticos, líderes sociales y organizaciones de diversos tipos en el mundo se han solidarizado con La Habana.
Mientras, la actual administración estadounidense mantiene un silencio cómplice y permite a sus lacayos que realicen el trabajo sucio en las redes sociales, empleando la peor jerga delincuencial, triste papel en el que destaca un grupo de artistas veteranos fracasados de acciones subversivas y que ahora, disciplinadamente, revelan sin ambages su filiación y apoyo al terrorismo.
El producto supuestamente audiovisual dirigido contra el canciller cubano, ofende la sensibilidad de personas con decoro y es suficiente para dar fe de la orfandad de ideas y del falso liderazgo intelectual que alguna vez trataron de construirles los medios y las agencias propagandísticas estadounidenses a sus protagonistas. Ante este tipo de engendros supuestamente artísticos, no se puede pasar por alto su incitación a la violencia y la asiduidad con que recurren a formulaciones fascistoides, como bien señalara el intelectual argentino Atilio Borón a propósito de este repugnante bodrio en uno de sus tweets.
Según una investigación realizada por la agencia de prensa AP en 2014, algunos de los que tratan hoy de imponer sus intimidaciones en las redes sociales contra Cuba están vinculados a la administración norteamericana y a sus órganos de subversión, como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), conocida fachada de la CIA.
La revelación de la AP indica que, entre 2008 y 2012, la USAID llevó adelante, a través de subcontratas y de promotores musicales de Serbia, servicios de reclutamiento, entre otros, de Aldo Alberto Rodríguez, el Aldeano, y costearon un viaje del dúo al que pertenecía a ese país, donde actuaron y recibieron instrucciones para su activismo político contra el gobierno cubano.
Los implicados negaron con mucha vehemencia estas imputaciones, pero la propia USAID se encargó de dejarlos en evidencia cuando el portavoz de la agencia, Matt Herrick, entrevistado por el diario español El País, declaró: “Las afirmaciones de que nuestro trabajo es secreto o encubierto son sencillamente falsas, el motivo de la eventual opacidad en este caso es que cuando la agencia trabaja en espacios cerrados como Cuba, tiene que equilibrar el compromiso de la agencia con la transparencia con el imperativo de proteger la seguridad de nuestros socios y beneficiarios”. Ello requiere, aseveró cínicamente, “actuar con un nivel de discreción apropiada”
En la intervención del canciller cubano el pasado 12 de mayo, quedó plenamente demostrado que el tirador con un AK 47 “barrió” la fachada de la sede con 32 proyectiles en busca de una víctima, y se demostró con fotos, obtenidas de redes sociales y no de ninguna investigación de inteligencia, que Alazo estaba relacionado con los organizadores de las profanaciones a los bustos de José Martí ocurridas en La Habana a finales del pasado año.
Los autores directos del ultraje a la memoria del Apóstol de la Independencia de Cuba, resultaron vulgares delincuentes pagados por Miami, quienes, al ser detenidos, no pudieron ni siquiera balbucear la más mínima justificación para ser considerados integrantes de la supuesta “resistencia clandestina” a la Revolución construida por las fake news del momento.
Pero esa ausencia de justificaciones la suplantaron asalariados sitios webs anticubanos, los que, con la misión expresa de enmendarles la plana a los delincuentes, arguyeron que los detenidos al manchar los bustos con sangre animal, realizaban un acto simbólico contra la supuesta intención del Estado cubano de monopolizar a Martí con fines políticos.
Desde luego, ese mismo discurso, tan avieso como pueril, es el que desde hace algún tiempo viene siendo utilizado por los contrarrevolucionarios internos para justificar que se mancille sistemáticamente la bandera cubana aduciendo que se realiza como acto artístico conceptual en protesta por lo que llaman manipulación de los símbolos patrios por parte de la Revolución.
Al parecer, en el negocio de la oposición de dentro y fuera, el dinero y sus destinos, aunque estén bien diferenciados en lo que concierne a las cantidades, hoy va desde los delincuentes que se inician como presuntos activistas políticos hasta los desgastados seudo artistas, quienes, enlodados como están, tienen que sumarse a la orden general de apoyar acciones terroristas, sean cuales sean, sin distingos ni melindres cualitativos. Con un tramposo como Donald Trump en la Casa Blanca y un mentiroso como Mike Pompeo al frente del Departamento de Estado, ambos confesos, las oportunidades de robarle al contribuyente norteamericano son únicas y probablemente irrepetibles a tal grado de escarnio. El lupanar cubano de Miami está de plácemes, y en su afán de hacer dinero fácilmente, es capaz de todo, incluso de suicidarse.
Es de esperar que se incremente el rechazo a este tipo de acciones por parte de los hombres y mujeres honestos de la comunidad cubana en Estados Unidos y, en general, de la propia sociedad norteamericana. Una sociedad atribulada por el descontrol de una pandemia que ese mismo gobierno que incita al terrorismo y opta por el silencio cómplice ante sus peligrosos actos, ha dejado crecer irresponsablemente para consternación del mundo y de su propio pueblo.