Las grandes movilizaciones en Nueva York y en todo Estados Unidos, comenzaron como un estallido de la población afroamericana en una multitudinaria protesta racial tras la muerte de George Floyd, un desempleado asesinado en forma atroz por un agente de la Policía de Minneapolis, lo que actuó como la gota que derramó el vaso y puso en las calles también a miles y miles de jóvenes y de pobres blancos que son millones en ese país en crisis.
La pandemia del coronavirus desnudó ante el mundo la decadencia de la potencia imperial, las miserias del capitalismo, al dejar morir a la intemperie a una mayoría de más de cien mil seres humanos en un sistema de salud no sólo colapsado sino inexistente para las mayorías. No hubo contención y entre la vida humana y la lógica de la usura, la acumulación, la ganancia desmedida, la injusticia social llevada a extremos límites, el presidente Donald Trump y su equipo decidieron por la lógica de la muerte.
El asesinato de Floyd, filmado por la cámara de un testigo ocasional, mostró la lenta agonía de un hombre cuyo cuello estaba siendo oprimido por la rodilla de un policía que lo mantenía inmovilizado. Su rostro estaba aplastado sobre el piso y mientras la víctima clamaba con la escasa voz que le quedaba, que no podía respirar, el policía aumentaba la presión de su rodilla asfixiándolo lentamente a pesar de sus súplicas.
Fue un asesinato por tortura, una muerte lenta y cruel, que desgraciadamente se ha hecho común en estas policías, como en los territorios ocupados de Palestina, donde es una técnica común del ejército israelí. Anteceden otros hechos similares y miles de golpizas en las calles, en una muestra feroz de racismo, alentado por el gobierno de Trump y su fundamentalista grupo de asesores, entre ellos varios criminales de lesa humanidad, que nunca han sido castigados.
De hecho, este crimen sucedió en medio del genocidio de la población afroamericana, que junto con los latinos constituyen el sector más vulnerable por sus condiciones de vida, y su condición racial, hacinamiento y pobreza. Genocidio porque que el gobierno de Trump no cumple con lo reclamado por la Organización Mundial de la Salud, ni con los protocolos necesarios, al mantener fuera de todo sistema de salud a más de 30 millones de personas..
El abandono a su suerte de miles de enfermos fue denunciado por médicos, que se vieron enfrentados a su propia tragedia de no poder salvar vidas, porque no había elementos necesarios. En este aspecto las redes del “bien” rescataron estas dolorosas denuncias de los médicos, entre ella una doctora que relató como rezaba para no tener que elegir quien debía o no debía morir.
Sólo un estado fascista decide que los débiles, los discapacitados, los ancianos, lo pobres, en este caso los afroamericanos, latinos y migrantes debían será abandonados en estas circunstancias. Seguidores de Trump levantaron afiches claramente fascistas donde en algunos se leían “los débiles deben morir pero salvar la economía”.
Sólo un Estado fascista aplica el terrorismo en formas diversas, y en este caso es la utilización del COVID-19 en el desarrollo de una guerra biológica, al permitir sin ninguna contención su diseminación activa en las zonas de población más vulnerable donde el hacinamiento es común y el hambre una presencia cotidiana..De esos sectores surgen los millones de trabajadores informales obligados a realizar los trabajos más insalubres, sin cobertura de salud alguna y sin los resguardos necesarios.
El gesto criminal de Trump fue imitado por sus lacayos en América Laina , como Jair Bolsonaro, en Brasil, Sebastián Piñera en Chile, Jeanine Añes en Bolivia y otros semejantes y los que se desenmascararon en Europa, cuyos gobiernos son mayoritariamente dependientes coloniales del imperio depredador y cómplices de las guerras imperiales del fines del siglo XX y de lo que va del siglo XXI.
Se hizo evidente que la destrucción de los Estados Nacionales, primer gran paso de la recolonización llevó al brutal desmantelamiento de las estructuras de salud, de educación, de cultura y de mínima justicia con los pueblos, arrojados a la exclusión y en lenta y torturante mortandad de hambre, asfixiados por el sistema, con miles de rodillas aplastando sus cuellos.
Esto dejó de ser un símbolo sólo de ejecuciones racistas para ser un mandato ordenador destinado a “limpiar” los territorios propios o enajenados de poblaciones “sobrantes” o “innecesarias” que sólo significan “un gasto indebido para el sistema de previsión social” como han argumentado organismos internacionales entre ellos el Fondo Monetario Internacional en reuniones que son de conocimiento público.
En Estados Unidos hay más de dos millones de presos y más de un millón son negros, casi medio millón latinos o descendientes de inmigrantes y si estudiamos sus condenas, podemos contar con miles y miles de inocentes.
Antes de que comenzara tardíamente la cuarentena, en febrero ya se sabía perfectamente que Estados Unidos estaba en crisis económica y se contaban 140 millones de habitantes de escasos ingresos y en la pobreza. La pandemia fue utilizada para el más violento ajuste de la historia y ahora hay 43 millones de desempleados.
De acuerdo a datos analíticos en los últimos 50 años, la brecha de riqueza creció hasta establecer que las 400 personas más ricas de los Estados Unidos poseen más riqueza que el 64 por ciento de la población más pobre y que en el país más rico del mundo, 2.6 millones de personas mueren cada año por causas relacionadas con la pobreza.
En tanto el dinero dedicado a la vigilancia policial, al espionaje al control poblacional y a la militarización a nivel interno y externo aumentó significativamente y el actual presupuesto militar es de 721.5 mil millones de dólares, mientras que disminuyó la inversión en servicios básicos.
“El 8 de junio pasado, el National Bureau of Economic Research ‑‑la máxima autoridad académica del estudio de los ciclos de la economía de Estados Unidos‑‑ dictaminó que ese país entró en recesión en febrero de 2020, por primera vez desde 2009. Pero la noticia se difundió con gato encerrado: el New York Times, la agencia AP y otros medios señalaron que ello ocurrió por el cierre de la economía norteamericana debido a la pandemia del covid-19, lo cual es mentira.
“Esa falsedad insinúa que el problema no radica en un agotamiento estructural de la economía norteamericana, sino en esta fortuita plaga biológica” sostiene el político y académico panameño Nils Castro.
Añade que “no obstante, los analistas suelen considerar recesión al efecto de dos cuatrimestres consecutivos de contracción económica, lo que sitúa los orígenes de la crisis económica en el último período del año 2019, antes de que el virus entrase en escena”.
Cuando llegó el COVID-19 era inminente una recesión en Estados Unidos ‑‑y en Europa—tema común en la prensa internacional. Como nunca esta crisis expuso el estado de decadencia del imperio pero aún tiene mucho resto para continuar asifixiando a los países, especialmente de América Latina y el Caribe, dueños de infinitos recursos de todo tipo, incluso algunos ni siquiera explorados aún.
Si en la última década del siglo XX, con la caída de la Unión Soviética en los años 90, EE.UU apareció como la única potencia mundial, sus trazados de política exterior desde 1992 rescataron la idea de llevar al mundo entero su visión de la “democracia” que en realidad extendía el proyecto de dominación colonial. Pero ahora ese proyecto está detenido con la presencia de potencias como China , la Federación y otras que han reinstalado el equilibrio en un mundo incierto
Al final del siglo XX ya se había rescatado para su relación con América Latina, la “Doctrina Monroe” de 1823, “de América (del sur) para los americanos (del norte)” que ahora es proyecto geoestratégico de recolonización, para establecer un control directo en toda la región.
Ya no se trata de gobiernos “amigos” o “cercanos”, necesitan de una dependencia total, bajo el esquema de “asociado” quie imponen a Puerto Rico o las “democracias de Seguridad Nacional” (Colombia) que son dictaduras encubiertas. Lo estamos viendo en Brasil, Chile, Bolivia, Paraguay, Honduras, Ecuador . Colombia, Perú y otros en una condición similar o muy cercana
La Guerra Contrainsurgente de Baja Intensidad (CBI)está no sólo sostenida por la ocupación de territorios con tropas y bases, sino también con el control económico e ideológico. Esto último, mediante una guerra psicológica, mediática, de enajenación cultural como nunca antes, ya que controlan todos los medios masivos de información, las nuevas tecnologías, los entretenimientos, convirtiendo a una gran parte de nuestras poblaciones en sociedade “zoombificadas” robotizadas y que actúan bajo estímulos de control “de mentes y corazones”.
Es el arma de control más terrorífica, que mata sin matar físicamente, como una rodilla hundida en el cuello de un hombre vencido, acorralado e inmovilizado.
LA GUERRA BIOLOGICA
Estados Unidos está manejando el tema del coronavirus como una guerra biológica al abandonar a la población vulnerable, “sobrante” en su país bajo un esquema racista de “genocidio“. Para los “sobrantes” las atenciones mínimas y, como se denunció por diversos medios no oficiales, el reparto de los despojos.
La utilización del COVID -19 como una guerra biológica, claramente percibido tanto en Estados Unidos, como en Brasil, donde Bolsonaro, espera del coronavirus, la desaparición de los pobres, -mayoría negra e indígena- y en especial “que se ‘limpie’ el territorio de lo que queda del Amazonas” ya que había amenazado con la exterminación de los pueblos originarios. Todo esto es silenciado por los medio de incomunicación masiva.”
Tampoco se habla de los migrantes. “El Covid 19 se extiende, como un incendio forestal, a través de los Centros de Detención abarrotados, por inmigrantes. Estados Unidos no sólo pone en peligro la vida de los migrantes detenidos sino que también exporta el virus a América Latina y al Caribe a través de las deportaciones. En lugar de atender el llamado del colectivo #FreeThemAll # (Liberen a Todos), el gobierno de EE.UU deportó, repetidamente, a personas con casos activos de COVID-19, a sus países de origen, lo que está provocando una mayor propagación de la pandemia especialmente en Centroamérica y el Caribe,” informa este grupo.
La mayoría de los países latinoamericanos cerraron sus fronteras durante mucho tiempo y no se reciben vuelos comerciales, los gobiernos son obligados a aceptar los vuelos de deportados de EE.UU muchos de los cuales tienen COVID-19. A Guatemala enviaron 119 infectados en los vuelos de personas deportadas desde EEUU y en un momento sumaban el 20 por ciento de los afectados. Los migrantes detenidos en EEUU han denunciado en repetidas ocasiones las terribles condiciones en que viven en los Centros de Detención que hacen que el COVID-19 se propague, rápidamente, poniendo en riesgo sus vidas. También los enviaron a Haití, México, El Salvador, Honduras, Jamaica y otros.
En una carta a “Trans Queer Pueblo”, 29 inmigrantes, del Centro de Detención de La Palma, en Eloy, Arizona, EEUU, escriben: “Hay 120 de nosotros en un espacio pequeño y así es como la pandemia se propaga más rápido. Nos piden dormir uno frente al otro y compartimos el mismo aire. La falta de información es deprimente. No sabemos nada, ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos) no tiene respuesta y nuestras solicitudes de libertad condicional no son respondidas. Desde nuestro corazón, pedimos ayuda. Somos seres humanos, no queremos morir aquí, por favor” (Cartas recopiladas por Trans Queer Pueblo, organización LGBT migrante de color) .
La pandemia ha puesto en su lugar al mundo que nos estaban mostrando al revés.Y esto es sólo un pequeño trazo del horror.