La Red en Defensa de la Humanidad suma su voz a las de miles en Estados Unidos y alrededor del mundo para demandar Justicia para George Floyd.
La imagen de un hombre de ascendencia africana siendo asesinado por un policía racista es muy común en Estados Unidos. De hecho, la policía asesina alrededor de mil personas anualmente; un desproporcionado número de ellas son negros.
El asesinato de George Floyd no fue diferente, pero lo ha sido a nivel exponencial ya que el escenario de su muerte por tortura fue documentado detalladamente mientras le decía al policía blanco «No puedo respirar» –primero apeló a su torturador, luego a otros para que lo escucharan y por undécima vez, mientras su vida se apagaba, pedía por su madre fallecida. Una imagen imborrable se grabó de inmediato en la conciencia de un mundo convulsionado que se tambalea bajo una pandemia y que explotó en las calles de 140 ciudades de los Estados Unidos.
Ni una palabra de compasión, ni un mensaje de conciliación por parte del Comandante en Jefe Trump sobre las causas que llevan a miles de personas a protestar en las calles. En cambio, coquetea con el fascismo y se burla de los gobernadores por no sacar a los militares a las calles para reprimir al pueblo estadounidense.
Ante la noticia de que debió ser llevado a un bunker para su propia protección, no perdió la oportunidad de salir de su guarida para tomarse una foto oportunista frente a una iglesia con una biblia en su mano mientras las fuerzas de seguridad reprimían a su paso a cientos de manifestantes que practicaban el derecho a protestar pacíficamente.
El Estado recibió un golpe de la magnitud del actual levantamiento. Las manifestaciones son multirraciales, compuestas en su mayoría por jóvenes que están tomando conciencia de su propia privación de derechos, debido a la crisis económica que se ha multiplicado por la COVID-19. Aunque esta crisis parece diferente, ello no ha significado que la clase dominante haya dejado de emplear sus viejos remedios para volver a poner en orden el statu quo de opresión y pobreza.
Ahora, mientras los medios corporativos hacen una distinción entre los manifestantes buenos y los violentos, para tratar de dividir al renaciente movimiento, las palabras de Martin Luther King resuenan en las calles de las grandes ciudades: «un disturbio es el lenguaje de los no escuchados».
La demanda de justicia para George Floyd es una cuestión básica de derechos humanos, término que Trump utiliza para vulnerar la soberanía de otros países, y la violación de ese derecho es un espejo de sus políticas internas en el que puede verse con claridad cómo el Estado ha fracasado rotundamente al combatir la pandemia de la COVID-19 y al no reconocer y proteger el derecho humano a la salud de los pobres y la clase trabajadora, incluidos las comunidades negras y los inmigrantes indocumentados.
El manejo de la violencia policial por parte de la actual administración es un pilar inherente a las doctrinas y valores de los EE.UU. y solo podrá ser reformado con cambios radicales y profundos.
¡Justicia para George Floyd!
Secretaría Ejecutiva REDH
5 de junio de 2020