Una respuesta bastante generalizada y establecida en la mente de muchos individuos que han participado en procesos electorales de Bolivia, Chile y participarán, el próximo 6 de diciembre, en Venezuela, coincide en querer «torcerle el brazo» al imperialismo yanqui-sionista, a su supremacismo y a las pretensiones de perpetuar su hegemonía monopolar en el control del mundo.
Dos definiciones, bien diferenciadas, al concebir y practicar la llamada democracia, se disputan en los espacios electorales de los países aquí nombrados y el concepto dominante, como ideología, en el patrón imperialista de EEUU.
Los pueblos de Bolivia, Chile y Venezuela coinciden en defender -con sus diversidades, con sus particularidades- la democracia como espacio para la participación de todas y todos, en igualdad de derecho, en las decisiones que atañen a sus connacionales, a sus compatriotas.
De manera diametralmente opuesta, EEUU instruye y maneja colegios electorales en los que élites de individuos «de primera categoría» deciden por el resto de la ciudadanía quiénes conducirán su democracia que no es, para nada, participativa ni mucho menos protagónica del pueblo de base y su poder.
Lo que sí está muy claro en este momento es que países que, en determinados momentos y bajo particulares circunstancias, fueron empujados al esclavismo impuesto por el imperialismo yanqui-sionista de su modelo de «democracia», hacen uso de los aparatos electorales formales para alcanzar a derrotar al enemigo dominador.
Bolivia, con un 80 por ciento de votos a favor, recupera su gobierno plurinacional, predominantemente indígena y coloca de nuevo al poder popular al frente en la conducción de su liberación.
Chile, por su parte, haciendo uso de su conciencia crítica, luego de unos 40 años de dictadura -con o sin la presencia física del traidor y apátrida Augusto Pinochet- se alza en plebiscito con la decisión de desarrollar un proceso Constituyente para obtener una Constitución auténtica y merecidamente democrática.
Venezuela, entre tanto, elige en diciembre su poder parlamentario en una continuidad democrática de nuevo tipo, diseñada, organizada y desarrollada desde la Revolución Bolivariana y Chavista, para continuar construyendo un Estado de nuevo tipo y la Patria socialista.
¿Por qué voy a votar ahora? Nos preguntamos. Y la respuesta es evidente: 1) Porque tengo conciencia de clase; 2) Porque soy antiimperialista y es mi contribución a vencer el bloqueo contra Venezuela; 3) Porque es mi aporte en la construcción de un mundo pluripolar; 4) Porque estoy decidido a vivir mejor y hacer de Venezuela una potencia productiva y de bienestar y 5) Porque confío en el legado Bolivariano de Chávez y en «los poderes creadores del pueblo», del cual formó parte yo mismo.
Fuente: Desde la Plaza