Honrar, honra.
José Martí
A fines de agosto de 2016, a escasos días de que Fidel cumpliera 90 años, por intermedio de mi buena amiga Mirtha Almeida de Estudios Ojalá en La Habana, pude canalizar un extenso cuestionario a Silvio Rodríguez, que dio paso a una entrevista publicada en Correo del Alba en sus ediciones de noviembre y diciembre[i].
Como ameritaba la ocasión, no pude dejar de detenerme en la figura del Comandante y preguntarle al trovador acerca de lo que creía fuera su legado, obteniendo por respuesta: “Algo parecido a lo que nos enseña el Universo: todo está en movimiento”.
Paso seguido, sondeé: “¿Qué tan presente ha estado en su vida y obra?” Y Silvio afirmó: “Supe de Fidel cuando yo era un niño y seguramente estará en mí mientras conserve la razón. Fidel es como Prometeo, que repartió la luz entre los hombres”. Confieso que la última frase me resultó sobrecogedora, tanto por la hondura del mito inmortalizado por Esquilo, como porque me vi súbitamente transportado, en el tiempo y el espacio, a mis años habaneros, cuando leí la primera biografía sobre Carlos Marx que me cayó en las manos: El Prometeo de Tréveris, de Günther Radczun[ii]. De esta manera, Fidel quedaba poética y eternamente unido al Moro, al menos para mí[iii].
Al trazar las primeras líneas de este trabajo, de nuevo me asaltó La Habana, esta vez con un imborrable encuentro con Noel Nicola y Ernestico Alemán en la oficina de ambos en Estudios Abdala, donde entre cafés y rica plática –yo solo oídos–, este me compartió el borrador final de su libro “Por quien merece amor”[iv], y se detuvo en la anécdota, que dejó debidamente patentada en el mismo, de cuando en un conversatorio con Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 23 de junio de 1998, no pudo contenerse de levantar la mano y preguntarle qué pensaba de Silvio, logrando por contestación: “Creo que está muy mal hecha esa pregunta, porque eso no se pregunta. Tengo a Silvio por uno de nuestros más ilustres y más íntegros intelectuales y artistas. Soy amigo de él, lo aprecio extraordinariamente, y siento orgullo de que nuestro país tenga hombres como Silvio”.
Este artículo se propone detenernos sucintamente en la presencia de Fidel en la canción del fundador de la Nueva Trova Cubana.
*
En el fondo
Los dientes de tiburón (1969)
“Despegue a las 18:00” es el nombre del documental que en 1969 estrenara Santiago Álvarez, uno de los más célebres realizadores cubanos. Para este solicitó la colaboración del joven trovador, quien compuso Los dientes de tiburón.
Acerca del contexto epocal y su relación con el cineasta reveló Silvio a Fernando Krichmar: “[…] Una de las razones por las que a mí me botan del ICR[v] es por dar una buena opinión, ante las cámaras, de los Beatles. Eran cosas muy estúpidas las que sucedían, en ese sentido, en esa época. Hoy día las decimos y todos nos reímos, pero le podían costar el trabajo a cualquiera. […] Una persecución infantilista de cosas que no tenían sentido, se buscaban células de rock en cualquier canción: ‘esta canción tiene una célula de rock, esto no puede radiarse…’ eran cosas muy infantiles. […] Y oigo decir que yo era el único que no podía salir en el programa; y entonces oigo una voz que dice: ‘pues si Silvio no puede salir en el programa, por los menos el Icaic[vi] no va a participar en este programa’. Y cuando miré, era un señor, y pregunté, ‘¿y quién es’… ‘Ese es Santiago Álvarez’. Así conocí a Santiago Álvarez”[vii].
Al instante, el director no dudó en estrecharle con mayor fuerza aún su mano amiga, produciendo en 1968 los videoclip de las canciones: Hay un grupo que dice, Es sed, La canción de la trova y Bajo el arco del sol, la lucha armada, exhibidas en el popular Noticiero del Icaic. En palabras de Silvio: “Y lo más increíble es que esto lo genera una actitud ética de Santiago, porque estos clip que hace con la música nuestra era su respuesta, como cineasta y como revolucionario, a los sectores dentro de la cultura oficial que rechazaban a aquella generación de trovadores”.
De Los dientes de tiburón detalló: “Santiago, generalmente, cuando quería que yo le hiciera algo o que participara en algo, me llamaba y me decía: ‘venme a ver’. Yo iba y se sentaba conmigo a hablarme de la idea, de lo que él tenía en mente. Santiago era capaz de hacerte una síntesis muy cruda de sus ideas, y de pronto tú veías aquella idea plasmada, y era como si cuando en el momento de editar y armar el muñeco se le saliera el artista. […] Y me dijo que quería una canción que hablara de esto, de esto, de esto… me enumeró una serie de cosas, y yo hice la canción con las palabras que él me había dicho. Luego, cuando se la canté, me dijo: ‘¿y qué cosa es eso?’. Y yo le dije: ‘chico, lo que tú me dijiste’. Y él me dice: ‘coño, pero eso yo te lo dije para que tú lo elaboraras no para que lo dijeras así’. Y yo: ‘bueno, pero es que a mí me pareció muy bien como tú me lo habías dicho, y a mí me gustó ponerlo así”.
Cuatro mil en un minuto,
cinco millones por día,
dos mil millones por año,
diez mil millones en cinco.
Por cada mil que se van,
en la tierra queda un muerto.
A mil dólares por muerto
–cuatro veces por minuto–
está la vida.
Nunca han salido baratos
los dientes de tiburón.
Quizá esto sea una causa,
quizá sea una razón.
Lo llamativo de la juguetona canción es que condensaba de manera fiel y espectacular parte de las palabras pronunciadas por Fidel en la Segunda Asamblea Nacional del pueblo de Cuba, celebrada en la Plaza de la Revolución, el 4 de febrero de 1962, discurso conocido como la “Segunda Declaración de La Habana”, devenido en un documento histórico cuyo valor es únicamente comparable con la “Carta de Jamaica” (1815) de Simón Bolívar y el ensayo “Nuestra América” (1891) de José Martí.
En la mítica cita, al explicar el costo y sacrificio que significaban para nuestros países la fuga de capitales a las metrópolis, condición estructural del capitalismo en su fase imperialista, el líder de la Revolución expresó: “El resumen de esta pesadilla que ha vivido América, de un extremo a otro, es que en este continente de casi 200 millones de seres humanos, formado en sus dos terceras partes por los indios, los mestizos y los negros, por los ‘discriminados’, en este continente de semicolonias, mueren de hambre, de enfermedades curables o vejez prematura, alrededor de 4 personas por minuto, de 5.500 al día, de 2 millones por año, de 10 millones cada cinco años. Esas muertes podrían ser evitadas fácilmente, pero, sin embargo, se producen. Mientras tanto, de América Latina fluye hacia Estados Unidos un torrente continuo de dinero: unos 4.000 dólares por minuto, 5 millones por día, 2.000 millones por año, 10.000 millones cada cinco años. Por cada 1.000 dólares que se nos van, nos queda un muerto. ¡Mil dólares por muerto: ese es el precio de lo que se llama imperialismo! ¡Mil dólares por muerto, cuatro veces por minuto!”.
Nunca he creído que alguien me odia (1972)
En 2006 Silvio publicó su décimo séptimo disco, “Érase que se era”, una invitación a remontarnos a sus primeros años como hacedor de canciones. Razón por la cual escribió en la dedicatoria: “Si tomamos en cuenta que cuando grabé mi primer disco llevaba al menos 10 años componiendo, ‘Érase que se era’ no es más que mi insistencia en reparar un vacío: un pago más de mi deuda con la acumulación de experiencias que me llevó hasta ‘Días y Flores’. A aquellos años provocadores; a la diversidad que nos hizo; a mi soñadora, contradictoria y entrañable generación dedico estos aprendizajes. Lleguen además con infinito amor hasta Aida Santamaría y Noel Nicola, seres rotundamente inolvidables”.
Entre las 25 canciones que integran aquel trabajo, una nos resulta de obligada visita para este artículo: Nunca he creído que alguien me odia. Sobre la cual el propio trovador reseñó: “Me la provocó una persona que, cenando frente a mí, me confesó que cierta vez me había esperado a la salida de un concierto para matarme. No se trataba de un oído exquisito, ofendido por alguna desafinación, como podría haber ocurrido a la salida del teatro Scala, en Milán. Era un militante enardecido por el mal efecto que le había causado una canción. Cavilando después sobre aquello comprendí que mis composiciones habían logrado trascenderme, capaces de provocar lo que ni en mi mayor delirio imaginara. Entonces recordé que Fidel había dicho: ‘Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos’, lo que era como confesar que la Revolución había generado una realidad más compleja que la soñada. Terminé la canción repitiendo lo que se nos decía: que las durezas del presente eran el bálsamo del mañana. Pero todavía me pregunto si alguna vez será posible una sociedad sinceramente autocrítica y por lo tanto armónica, donde lo diverso sea nuestra identidad reconocible y no la ira”.
Lo cierto es que su texto se inclina, además, como en otros títulos de la época[viii], por abordar a profundidad la cruda realidad, en la que confluye lo mejor de lo nuevo y lo naciente –el proyecto emancipatorio de la Revolución cubana– con lo peor de lo viejo –la sociedad capitalista–. Quizás por ello no vacile en afirmar: “Mi asesino es el pasado, aunque con mano de hombre”.
Cuando lo quieto se siente movido,
todo cambia de sentido.
Y en la medida en que todo acelera,
sigue cambiando la esfera.
Siempre tendré un enemigo
con el semblante arrugado
y más cansado que yo:
El que, al largo de su sombra,
quiera cortar la medida
de cada revolución.
Y ya se dijo que es más grande
que el más grande de nosotros.
Ya se dijo que se hace
para otros.
En los cuatro versos finales se nos aparece Fidel –que destacamos en tres tiempos–, quien dedicó los primeros lustros de la Revolución a consolidar la unidad de las fuerzas revolucionarias. De este modo, tempranamente, el 16 de febrero de 1959, en el acto de toma de posesión como Primer Ministro, declaró: “Si desde aquí la puedo servir, lo que me interesa es hacer la Revolución, lo que me interesa es que la Revolución vaya adelante, lo que me interesa es que el pueblo no resulte defraudado y reciba de nosotros todo lo que espera de nosotros”.
Meses más tarde, el 5 de mayo de 1959, en un viaje de visita a Montevideo, Uruguay, valientemente Fidel abordó problemas internos e insistió en dejar de lados mezquindades y atender con estatura la nueva etapa histórica: “No echemos a otros la culpa, echémonosla nosotros mismos; no nos quejemos de nuestras propias debilidades porque somos débiles al no haber sabido unirnos, somos débiles porque no hemos sabido ser honrados, somos débiles porque hemos sido egoístas, somos débiles porque hemos sido débiles, personal o mentalmente, en nuestras convicciones, somos débiles porque nuestras conciencias han sido débiles”.
Aunque aún más rotundo resultó ser a fines de la década del 60, cuando ante la posibilidad real del quiebre de la unidad revolucionaria, ya fundado el Partido Comunista de Cuba (PCC) en 1965, y en el marco del proceso de sectarismo y la conocida “microfracción” de Aníbal Escalante, Fidel no perdió la ocasión para atacar las conductas individualistas, sectarias y vanidosas de algunos militantes y dirigentes, a quienes les refrescó que un proyecto colectivo siempre estará por encima de cualquier individuo: “Estamos haciendo una Revolución mucho más grande, y por supuesto, mucho más importante que nosotros mismos”.
Elegía (o El aguerrido pueblo de Fidel) (1976)
Elegía o El aguerrido pueblo de Fidel es una sentida canción inédita compuesta en 1976, cuyos poco más de dos minutos de duración están inundados por una gran introducción en guitarra y una melodía rematada con apenas cuatro versos, en una obra con una carga emocional e histórica sin par.
Que tiemble la injusticia cuando lloran
los que no tienen nada que perder.
Que tiemble la injusticia cuando llora
el aguerrido pueblo de Fidel.
El texto hace una clara alusión a las palabras expresadas por el líder de la Revolución cubana en la Plaza de la Revolución, el 15 de octubre de 1976, en el acto de despedida de duelo de las víctimas del avión de Cubana de Aviación destruido en pleno vuelo, el 6 de octubre, tras un brutal ataque terrorista planificado y ejecutado por criminales al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, cuyo saldo dejó 73 personas muertas, 57 de ellas cubanas.
Hace pocos días, en el blog Segunda Cita, Silvio comentó: “Estaba conmocionado, como todo el pueblo de Cuba, por el cobarde sabotaje a un avión civil cubano; estaba entre mis dos viajes a Angola, y saqué un turno en la Egrem[ix] para grabar esto: Que tiemble la injusticia”.
En su discurso, después de una explicación pormenorizada de los hechos, Fidel finalizó: “[…] Podríamos preguntarnos qué se pretende con estos crímenes. ¿Destruir la Revolución? Es imposible. La Revolución emerge más vigorosa frente a cada golpe y cada agresión, se profundiza, se hace más consciente, se hace más fuerte. ¿Intimidar al pueblo? Es imposible. Frente a la cobardía y la monstruosidad de crímenes semejantes el pueblo se enardece, y cada hombre y mujer se convierte en un soldado fervoroso y heroico dispuesto a morir. […] ¡Nuestros atletas sacrificados en la flor de su vida y de sus facultades serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la patria! ¡Nuestros tripulantes, nuestros heroicos trabajadores del aire y todos nuestros abnegados compatriotas sacrificados cobardemente ese día, vivirán eternamente en el recuerdo, en el cariño y la admiración del pueblo! ¡Una patria cada vez más revolucionaria, más digna, más socialista y más internacionalista será el grandioso monumento que nuestro pueblo erija a su memoria y a la de todos los que han caído o hayan de caer por la Revolución! Hacia nuestros hermanos guyaneses y coreanos inmolados ese día, va también nuestro recuerdo más ferviente en estos instantes. Ellos nos recuerdan que los crímenes del imperialismo no tienen fronteras, que todos pertenecemos a la misma familia humana y que nuestra lucha es universal. No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla! ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”.
Cuando te encontré (1984)
Escrita a cuatro manos, con Pablo Milanés, para el acto conmemorativo del 26 de Julio de 1984, en Cienfuegos, esta canción pasa revista al primer cuarto de siglo de la Revolución cubana, deteniéndose en los anhelos y sueños iniciales para ir pronto a la concreción de estos: “Cuando te encontré todo era desconocido y el mundo nació del amor que hicimos”.
Al revisar la cinta del concierto, cuyo repertorio incluyó 14 temas –entre ellos Canción por la unidad latinoamericana y Canción del elegido–, previo al cierre del evento oímos en voz de Silvio: “Esta bella noche va a terminar con una canción que hicimos Pablo y yo, dedicada al XXV aniversario de la Revolución, se llama Cuando te encontré, y habla un poco de lo que fue la Revolución para nosotros, como seres humanos. Cuando encontramos la Revolución, cuando la Revolución nos encontró a nosotros, yo tenía 12 años, Pablo dicen que tenía 15… en fin, Cuando te encontré”.
Al momento de la interpretación, aparentemente su estreno, sobre la música se reproduce un extracto del discurso de Fidel en Santiago de Cuba, el 1 de enero del mismo año, donde expone: “[…] más trabajará, más se entregará a la obra de la Revolución y al desarrollo de su país; mientras más se desarrollen la producción y los servicios, mientras más luchemos por el bienestar, el porvenir y la felicidad de nuestros compatriotas, mientras más esmerado sea nuestro trato con los niños en las escuelas, con los enfermos en los policlínicos y en los hospitales, más excelente nuestra atención en todos los demás servicios del país; mientras más brillantes sean nuestros escritores, artistas y científicos, más relevantes nuestros deportistas, más vigoroso y eficiente nuestro Partido y nuestro Estado, con más decisión y heroísmo nuestro pueblo defenderá la patria y la Revolución. Si al principio, cuando no teníamos más que ideas por las cuales combatir, nuestro pueblo en Girón y en la Crisis de Octubre no vaciló un instante en empuñar las armas y en su disposición de luchar hasta las últimas consecuencias, ¡cómo sería ahora cuando junto a la dignidad, la soberanía, la libertad, la independencia de la patria y el derecho a hacer la Revolución, tenemos hoy toda la obra de la Revolución y un hermoso porvenir que defender!”.
Cuando te encontré todo era desconocido
y el mundo nació del amor que hicimos;
cuando te encontré aprendió la nube a pasar,
el ala a volar y el cielo a ser infinito.
Y lo que encontré se fue haciendo grande,
desnudando el mar, despertando el tiempo,
y tu corazón voló con el viento
a veces en paz, a veces violento.
Y esto que encontré ya no era desconocido:
se hizo la canción que se había perdido.
No la perderé: ni la mayor riqueza arrancará
una concesión a este clamor repartido.
Y se encontrarán los del machete aguerrido
con el último héroe que hasta hoy se ha perdido.
Todos gritarán: “Será mejor hundirnos en el mar
que, antes, traicionar la gloria que se ha vivido”.
Los versos finales corresponden a una cita prácticamente fiel de un veinteañero Fidel en su alegato de autodefensa en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, el 26 de julio de 1953.
La comparecencia del joven rebelde se llevó a cabo el 16 de octubre en una pequeña sala del Hospital Civil Saturnino Lora, Santiago de Cuba, y de sus palabras emanó el documento “La historia me absolverá”, programa fundacional de la Revolución. En una de sus partes reza: “Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie”.
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En la superficie
En la fecunda obra de Silvio Rodríguez la temática histórica es recurrente, enseñándonos las guerras de independencia a través de Ignacio Agramonte y Loynaz en El Mayor; la de los años 20 y 30 con la musicalización de los versos de “La pupila insomne” y “El anhelo inútil” de Rubén Martínez Villena y “Elegía segunda” de García Lorca en memoria de Pablo de la Torriente Brau; la historia integral de la Isla, de Cristóbal Colón a Fidel Castro –como diría Juan Bosch– con Canción del pueblo, entre tantas otras. A los hermanos Alemán les comenta: “Seguro eso se debe a que desde niño me interesó la historia, ya sea de nuestro país o de las civilizaciones antiguas, de Grecia, de Roma, de Egipto, de China, de los héroes y de las luchas de nuestra independencia. Cuando era muy joven leí mucho de esos temas, me encantaban. Yo pienso que eso me quedó. Y luego, las ideas tan lúcidas de Fidel de vincular toda nuestra historia como una sola y de interpretarla como una meta o guía para conducir nuestro camino hacia el futuro, que es la famosa tesis de los ‘cien años de lucha’, que le da una coherencia muy grande a todo el devenir de nuestra historia –valga la redundancia– y que me parece una forma muy sensata, muy certera, de interpretar la vida. Sobre todo para los países del Tercer Mundo y de América Latina, que, en definitiva, han pasado siglos tratando de llegar a una emancipación, pasando por distintos períodos de lucha, sin alcanzar a verla”.
Por su puesto, ni Fidel ni sus compañeros de armas de los primeros tiempos le fueron ajenos a la inspiración del artista, quien, con 22 años, junto a Pablo Milanés y Noel Nicola publicaron en 1969 el EP “26 de julio: los nuevos héroes”, donde brilla Todo el mundo tiene su Moncada (o Existen) (1968).
Menos mal que existen
los que no tienen nada que perder,
ni siquiera la muerte.
Menos mal que existen
los que no miden qué palabra echar,
ni siquiera la última.
Incluida finalmente en “Érase que se era”, en su reseña escribió el autor: “A principios de 1968 Haydée Santamaría nos reunió a Noel Nicola, a Pablo Milanés y a mí para decirnos que Casa de las Américas quería hacer un disco de homenaje al asalto al Cuartel Moncada, hecho inaugural de la Revolución. Pero no es fácil cantar a un suceso del que solo se sabe por la prensa. Este ha sido el punto que toco cada vez que me han pedido que haga una canción sobre lo que he escuchado contar a otros (años más tarde este argumento fue mi pasaporte a la guerra de Angola). Dándose cuenta de que llevábamos razón, Haydée nos invitó a su hogar y durante varios días nos habló de aquellos hechos históricos de los que había sido protagonista. Lo esencial de su plática fue que ella no nos habló como el icono revolucionario que era, sino con la confianza de una amiga. Su sencillez y su franqueza nos enseñó que las epopeyas las escriben hombres y mujeres de carne y hueso. Comprender que la historia podía ser protagonizada por personas de aspecto común fue lo que me hizo ver que ‘Todo el Mundo tiene –o podría tener– su Moncada’”.
Menos mal que existen
los que no tienen nada que perder,
ni siquiera la historia.
Menos mal que existen
los que no dejan de buscarse a sí
ni siquiera en la muerte
de buscarse así.
Apenas cuatro años después de componer Existen, ya en calidad de miembro del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic, el trovador estuvo encargado de crear el 4º movimiento de la obra colectiva “Granma”, en la cual participaron Sergio Vitier y Pablo Milanés –además del resto de los integrantes de la banda–, intitulado: Tema de los doce (1972)[x].
Qué sabrá mi niño de doce olas
que no se posaron junto a la arena.
Qué sabrá mi niño de doce olas
que cogían camino al coger vereda.
Qué sabrá mi niño de doce olas
que no se rompieron en el peñasco.
Qué sabrá mi niño de doce olas
que volaron tras empujar su barco.
La epopeya de Fidel, Che, Camilo, Raúl, Almeida, de los 82 expedicionarios que zarparon abordo del yate Granma en el mexicano puerto de Tuxpan el 25 de noviembre de 1956, para desembarcar durante la madrugada del 2 de diciembre a dos kilómetros de la playa Las Coloradas, en la costa sur-oriental de la Isla, y cuyo primer baño de sangre fue apenas tres días más tardes en Alegría de Pío[xi], igual fue objeto, en la década del 70, de una conmovedora canción del trovador, A los mártires del Granma, parado ahora en constatar la edificación de los sueños que movilizaron a los rebeldes:
Maravilla de amor la pupila del muerto.
Maravilla de amor la visión que soñó.
Maravilla del iris que soñaba despierto.
Maravilla de sol que lo resucitó.
Ha crecido un jardín de los ojos del muerto.
Hay colores sin fin bajo el sol matinal.
Y ha nacido la hormiga de su párpado atento
y ha llegado el amor de su sueño inmortal.
En el octavo disco de Silvio Rodríguez, “Oh, melancolía” (1988), apareció publicada La prisión (1985), en cuya dedicatoria se observa: “A Fidel y a sus compañeros de cárcel”. Otra vez los moncadistas presentes, el juicio a Fidel, la cárcel en Isla de Pinos, la raíz de lo nuevo que vendría:
La prisión termina,
la prisión malvada,
pero continúa
la prisión del alma.
La prisión se deja,
la prisión del hombre,
pero continúa
la prisión insomne.
La prisión se aleja,
la prisión amarga,
pero continúa
la prisión del alba.
La prisión acaba,
la prisión de hierro,
pero continúa
la prisión del sueño.
Otra obra donde pudiera hallarse a Fidel es Girón: preludio (1974), de la cual el trovador ha hablado en numerosas ocasiones, llegando incluso a explicarla verso por verso.
En la web Zurrón del Aprendiz se confirma que fue compuesta “para la gala por el aniversario de la UJC[xii], el 4 de abril de ese año”.
Mientras tanto, en Segunda Cita, el 4 de abril de 2011, Silvio se paró a contar su experiencia en aquellas jornadas: “Aquel 16 de abril yo estuve en 12 y 23. Subí desde mi escuela, en 17 y K, y me paré a la puerta del Banco de Sangre de 23 entre 2 y 4 (¿o entre 2 y Paseo?), desde allí vi pasar la primera fila de la caminata que encabezaban Fidel, el Che, Dorticós y casi todo el gobierno revolucionario. Después me fui acercando a 12, que era un mar de milicianos con metralletas y fusiles checos. Allí fue donde Korda hizo la famosa foto de Che que le dio la vuelta al mundo. Yo me regresé a mi escuela antes que empezara Fidel, porque era mi primer día de miliciano y ya tenía que hacer una guardia de dos horas, con un máuser enorme. A un milicianito de estreno, como yo, lo vino a buscar su padre y se lo llevó colgando de la oreja. Entre tanto drama de pronto pasaban cosas como esa”.
Un paréntesis. En la mentada entrevista que le hice a Silvio Rodríguez le pregunté si había visto al Che y, coincidiendo con ese relato, contestó: “Choqué con él una madrugada, saliendo de casa de un amigo con el que estudiaba matemáticas. También lo vi avanzando por la calle 23 hacia la esquina de 12, el 16 de abril de 1961, brazo con brazo con Fidel y con el presidente Dorticós. Marchaban hacia el entierro de las víctimas del bombardeo del día anterior. Era el preludio de la invasión por Playa Girón, el mismo día que Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución, y también el día en que Alberto Korda le hizo al Che su famosa foto”.
Pero, ¿dónde está Fidel en Girón: preludio?
En este punto quiero creer que está donde nos lo enseñó en una charla el querido Fernando Martínez Heredia; al menos para él no había duda, y para mí tampoco luego de escucharlo:
Delante de la columna, al frente,
donde ha viajado siempre,
la mira del fusil.
***
Confesiones
El necio (1991)
Fue en su décimo disco oficial, “Silvio” (1992), donde apareció El necio, con una nota que decía: “Es una canción de marketing, de precios. Y para que nadie se imagine que soy santo, voy a poner el mío (por ahora): el levantamiento del bloqueo a Cuba y la entrega incondicional del territorio que Estados Unidos usa como base naval en Guantánamo”.
Por su contenido y el contexto en que vio la luz, ha devenido en un himno, siendo una de las canciones imprescindibles en el repertorio del trovador.
En entrevista con Radio Nacional de Venezuela, como puede apreciarse en varios sitios web, Silvio describió con precisión las motivaciones que lo llevaron a componer esta canción, dejando por testimonio su inspiración en el líder histórico de la Revolución: “Cuando escribí El necio estaba pensando en Fidel y, hasta cierto punto, en mí. Todas mis canciones tienen inevitablemente una dosis fuerte de mis experiencias personales. Pero en este caso, lo que me llevó a escribirla fue el ambiente ideológico de finales de los 80, principios de los 90, el derrumbe del campo socialista. Ya estaba la glásnost en la Unión Soviética y se veía que aquello apuntaba hacia algo catastrófico. Hubo varios periodistas en La Habana que me preguntaban por qué no me pronunciaba al respecto. Y yo pensaba –sigo pensando, y siempre pensé igual–, que no tengo tampoco por qué pronunciarme acerca de cada cosa que sucede. Ese no es mi oficio, no es mi trabajo. A veces no tengo nada que decir, o se está produciendo todavía un proceso de acumulación necesario para que en algún momento se convierta en expresión y brote. Mientras tanto, no puedo hacer nada, ni forzar las cosas, porque no me sale una buena canción. Es mejor quedarse con la boca cerrada a hablar boberías. Y en el caso de la canción, es más imperdonable todavía, porque, ¿cómo tú vas a hacer trascender algo que no vale la pena? Así fui acumulando y se me unió esta historia con una experiencia que había tenido, con un tránsito una vez por Miami yendo hacia Puerto Rico[xiii]: me rompieron la guitarra. Le saltaron encima unos cubanos que trabajaban en el aeropuerto. Culpa mía, creo yo, porque tenía una pegatina de Fidel y una bandera cubana, y no me dio la gana de quitarlas. Digamos que me lo busqué. Cuando llegué a Puerto Rico, escuché en la radio un programa desde Miami en el que decían que la contrarrevolución estaba muy decaída porque habían pasado por Miami los revolucionarios Fulano y Mengano –entre ellos yo–, y en otra época nos hubieran arrastrado, hubieran limpiado las calles con nosotros. Yo tenía noticias de que a veces había manifestaciones de agresividad, lo había leído, me lo habían contado; pero en mis huesos, en mi carne, nunca había sufrido una amenaza pública de esa envergadura. ¿Cómo puede uno provocar tanto odio en canciones que ni una sola habla del odio? Eso me marcó. No logró cuajar en aquel momento y fue como una asignatura pendiente. Y parece que por esos artilugios de la mente humana, el derrumbe de la Unión Soviética y lo que se avecinaba, más lo de Miami, se unió y creó la química necesaria para hacer El necio. Por eso es que ‘dicen que me arrastrarán por sobre rocas, cuando la Revolución se venga abajo’. De alguna manera, yo conté esa evolución que se estaba yendo abajo en la Unión Soviética y los augurios de la nuestra”[xiv].
Para no hacer de mi icono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme lugar en su Parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares
me vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
me vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda.
Con todo, la canción fue escrita meses antes de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)[xv] y presuntamente estrenada el día 10 de octubre de 1991, en el Teatro Heredia, en Santiago de Cuba, en el acto de apertura del IV Congreso del PCC[xvi], con Fidel presente, como puede observarse en el documental “Por quien merece amor” (1992), de Alberto Figueredo, donde aparece un Silvio diciendo: “Yo pienso que la contrarrevolución fuera de Cuba ha jugado con esta posibilidad de que uno deserte, de que uno se desengañe, de que uno se harte; mira, si yo no me harté cuando me estaban dando ‘con una soga y con un palo’[xvii], como diría Vallejo, menos me voy a hartar ahora que nos están dando con diez sogas y con diez palos a todo el mundo, en este caso nuestros enemigos. Porque la canción El necio es como un plante, este es un plante revolucionario”.
Y sigue el trovador con Figueredo: “El necio es una canción que parece que ha molestado muchísimo a algunas personas en Miami. Mira, la gente de Miami, los cubanos quiero decir, hasta que yo hice El necio, hablaban de mí en un tono un poco que dejándome la puerta abierta, como que siempre han hablado con respeto respecto al rigor con que uno se plantea el trabajo, ¿no?; pero siempre con un poco de esperanza de que uno se diera cuenta de las atrocidades del comunismo y de todo ese tipo de cosas, y que diera el salto. También todo esto un poco alimentado por esa mística de antes, de cuando aquella época en que nadie criticaba y uno criticaba… toda esa mística que se creó alrededor de uno, de disidente, de todo ese tipo de cosas. Y todo eso ha dado lugar a que se arraigue dentro de la conciencia de la gente que no quiere a la Revolución, que está contra la Revolución, o de alguna gente –de sus ideólogos fundamentalmente–, la imagen de un Silvio contrarrevolucionario. […] Hubo un periodo en que la gente casi que nos acusaba de que en un principio nosotros hacíamos más canciones que tenían que ver con lo social y que después como que nos fuimos diluyendo en cuestiones más amorosas, más filosóficas, más de otro carácter; el problema es que eso es lo que hacen los tiempos con los hombres. Los tiempos son duros o especialmente duros… inevitablemente te arrastran. En tiempos de más calma uno tiene más instantes para dedicarlos a otras cosas, a otras reflexiones. Estos tiempos no te halan de la manga, sino que te tiran del cuello. El arte no tiene papel, el arte tiene el papel que cada artista, o sea, que cada hombre, en sus circunstancias, sea capaz de detectar, de vivir, de gozar, de sufrir y, por supuesto, de expresar. Y de eso se trata… en tiempos como estos, no es que uno se lo proponga por conciencia, no es que uno diga ‘ahora hay que hacerlo’, no, ese ‘ahora hay que hacerlo’ lo traen inscrito las musas, con un hierro caliente en la frente, cuando se te aparecen”.
Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del Unido,
yo quiero rezar a fondo un hijo nuestro.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
mas yo partiré soñando travesuras
(acaso multiplicar panes y peces).
Continúa Silvio, indagando detrás de El necio: “No pensé que era una canción ambiciosa, además no es una canción de un discurso grandilocuente ni nada de eso, sino una cosa muy introspectiva, muy personal, pero que, bueno, por decir lo que dice, y en el momento en que se dice, yo pienso que ha tenido esa trascendencia. […] Hay muchas formas de ver el mundo, hay quien espera que uno diga otras cosas, hay quien espera, por ejemplo, que uno se ponga a contar el rosario ahora de todas las vicisitudes y de todas las dificultades que estamos pasando, sin tener en cuenta las causas fundamentales de las vicisitudes de lo que estamos pasando. Hay quien entiende que decir cosas, en este momento, es decir cosas contra la Revolución y que lo demás no es decir cosas; y este es el esquematismo sobre todo de los enemigos de la Revolución, porque en el fondo quienes dirigen ideológicamente la tesis de allá son los neoanexionistas, son los que quieren de una forma abierta o encubierta anexar a Cuba a los Estados Unidos. Y ese fue un problema que ventiló, y de una manera además genial, Martí”.
Finalmente, se impone un compromiso martiano y fidelista: “A mí una de las cosas que me preocupan mucho de este momento, por ser este momento tan sensible, tan especial, que exige de quien tenga sensibilidad revolucionaria y sensibilidad patriótica, sensibilidad independentista, que aguce todos sus sentidos y que los ponga en función de la idea de la patria y de la idea de la independencia… a mí lo que me preocupa es no hacer algo que le pueda servir al enemigo pero ni en un pedacito así; y quizás antes, por ser otro tiempo, por ser otro momento, no me preocupaba tanto por eso. Y yo podré quedar de cualquier cosa, pero de lo único que no voy a quedar, coño, es de un contribuyente a la idea que asesinó a Martí”.
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo,
la necedad de vivir sin tener precio.
Yo no sé lo que es el destino:
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino:
yo me muero como viví.
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Aquí también… por supuesto que sí
Siguiendo la mirada de Martínez Heredia, sobre el final de este trabajo, a riesgo de ser demasiado audaz, distinguimos otras dos canciones: Locuras (1986) y La vergüenza (1973).
En la primera, publicada en “Oh, melancolía”, queremos encontrar al joven Fidel, de Cayo Confites, el Bogotazo, la campana de Céspedes, la marcha de las antorchas, de los sueños y anhelos, la organización y la acción, el del Moncada: “Hay locuras de ley pero no de juzgar”.
Al Fidel en grupo, colectivo, con las masas, guía y hacedor de sueños, nunca solo: “personales locuras de dos”.
Al Fidel de la batalla de ideas, al “Compañero Fidel” de las “Reflexiones”, enseñándonos las cosas por las que vale la pena morir, sin las cuales no vale la pena vivir:
hay locuras que hicieron el día
hay locuras que están por venir
hay locuras tan vivas
tan sanas
tan puras
que una de ellas será mi morir
¿La segunda? ¿La vergüenza? Sí, figura en el primer disco de Silvio, donde todo comenzó, “Días y flores” (1975). Y, sí, es innegable el que no haya estado Fidel presente en su minuto, como que ahora sí lo está:
Más de una mano en lo oscuro me conforta
y más de un paso siento marchar conmigo.
Pero si no tuviera, no importa:
sé que hay muertos que alumbran los caminos.
Desconozco cuáles habrán sido los “muertos que alumbran los caminos” de ese joven Silvio de La vergüenza; tampoco sé cuáles serán hoy; ni menos los que puedan tener las lectoras y lectores. Por mi parte, puedo decir que mis caminos están alumbrados por José Martí, Mella y Rubén, Tony Guiteras y su fiel Aponte, Pablo de la Torriente, Ernesto Che Guevara, Haydée Santamaría, Melba y Vilma, por el irreverente Raúl Roa; por el Moro y El General, por Jenny y las hijas, por Vladimir; por Miguel y Santucho; por Violeta, Víctor, Noel y Viglietti; por Maiakovski, Hernández, Vallejo, Heraud y Dalton; por Maroto, Aldunate y Puga… Y, por supuesto que sí… por FIDEL.
Javier Larraín Jefe editorial de Correo del Alba
Bibliografía
Alemán, Ernesto y Guillermo Alemán. Por quien merece amor, Letras Cubanas, La Habana, 2005.
Díaz Pérez, Clara. Hay quien precisa…, Música Mundana, España, 1995.
Blog Segunda Cita.
Web Zurrón del Aprendiz.
[i] La entrevista fue intitulada: “El hombre detrás de la guitarra”. Se publicó en dos partes, No. 58, sept.-oct., 2006, y 59, nov.-dic., 2006. Puede revisarse la edición original en la sección Archivo de correodelalba.org
[ii] Radczun, Günther. El Prometeo de Tréveris: Carlos Marx, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, “Año del Primer Congreso”.
[iii] Con motivo de la muerte de Fidel, la edición boliviana de diciembre de 2006 de Le Monde diplomatique ocupó su tapa con la entrevista, cambiando el título original a: “Fidel es como Prometeo, que repartió luz entre los hombres”.
[iv] Alemán, Ernesto y Guillermo Alemán. Por quien merece amor, Letras Cubanas, La Habana, 2005.
[v] Acerca de este episodio recomendamos el relato “Mi truene del ICR”, escrito por Silvio Rodríguez en segundacita.blogspot.com, 23 de octubre de 2017.
[vi] Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.
[vii] Ver documental “El camino de Santiago” (2015), dirigido por Fernando Krichmar.
[viii] Ver, por ejemplo, Canción del pasado y Al final de este viaje en la vida.
[ix] Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales.
[x] Publicada en el LP “Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC” (1975). Fue reeditada en el volumen I del disco: “Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC” (1997).
[xi] Una reconstrucción del combate se encuentra en el relato “Alegría de Pío” en: Guevara, Ernesto. Pasajes de la guerra revolucionaria, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1985.
[xii] Unión de Jóvenes Comunistas.
[xiii] Se refiere al Festival de la Trova Iberoamericana realizado en Puerto Rico en 1982.
[xiv] Ver “El necio” en: https://www.ecured.cu
[xv] La disolución oficial de la URSS fue el 25 de diciembre de 1991.
[xvi] El repertorio interpretado para la velada fue: Pequeña serenata diurna, Rabo de nube y El necio.
[xvii] Se refiere al poema “Piedra negra sobre una piedra blanca” de César Vallejo.
Silvio es un gran compositor,admiro su música y su poesia.