Puede ser una pandemia, una tormenta, un ventarral, una sequía, no importa, todo se utiliza como pretexto por el Estado para saquear y vulnerar aún más a los excluidos. Tampoco importa el gobierno que esté de turno, no hay gran diferencia entre una y otra marioneta, estos pícaros que logran sentarse en la poltrona llegan solo para robar a manos llenas y jactarse de los privilegios del poder y la impunidad. Guatemala es un país herido de muerte por hijos tiranos, mediocres y traidores. 

En Guatemala el colmo no tiene tope, el lazo jamás termina de reventarse, el cuerpo siempre aguanta, el cuero sigue sacando más correas, es una población a la que las cuadrillas de bandoleros de las oligarquías han dejado en los puros huesos y en hambruna perenne los exprimen contando las gotas de sangre, mientras ellos jampones se hinchan de lo robado y explotado. 

Es una población herida de muerte. No es posible que el Estado no tenga los recursos para afrontar la emergencia de una tormenta, que no pueda llegar la ayuda a las comunidades en necesidad, que además sean insolentes y menosprecien a las áreas rurales tratándolas como inferiores lanzándoles la comida en bolsas plásticas desde un helicóptero del ejército que en tiempos de dictadura aterrizaban muy bien en donde fuera y hacía lo que fuera para violentar poblaciones. No es posible. ¿Por qué para violentar sí hay estrategia y no para rescatar? Si es una entidad mediocre e incapaz que no funciona a beneficio de la población debe ser eliminada. 

No es posible que el verano deje a padres sin sus hijos y a nietos sin abuelos debido a la sequía y a la hambruna. No es posible que un virus colapse el país cuando lo que debería ser, es que ese gobierno responda a la brevedad a las necesidades de la población. Porque Guatemala tiene los recursos lo que sucede es que se los roban, la saquean, la hacen colapsar, la socaban, la ahogan los corruptos que desde puntos estratégicos en el gobierno la atan de pies y manos, la amordazan, la violentan hasta dejarla sin sentido para darle continuidad a la impunidad. 

Como tampoco es posible que los grandes profesiones de las universidades, los grandes graduados, los grandes estudiantes universitarios, los grandes analistas e intelectuales, los grandes artistas solo sirvan para despotricar en redes sociales y demostrar gallardía y cerebro donde pueden pavonearse, donde otros les tiran flores, donde unos a otros se ponen alfombras, donde pueden ser reconocidos y aplaudidos por los mismos que mediocremente jamás caminarán a la par de los campesinos y de los obreros  y jamás  abrazarán sus luchas. Porque antes que el bienestar de la población están sus egos, sus ínfulas y su hambre de luz, de aceptación y de reconocimiento individual así sea a causa de las tripas de los pobres. 

No, no es responsabilidad solamente de los atracadores que llegan a la poltrona,  ni de  las oligarquías, es la tibieza de los que tienen el conocimiento y les gana el ego, el racismo, el clasismo que expelen. Les gana la ambición, la necesidad de querer llevar el control de todo, de ser el foco de atención. Les gana el asco que sienten por quienes son diferentes, por quienes ven como inferiores porque no tienen el mismo estatus social, el mismo cartón universitario, el mismo color de piel, la misma etnia. Es responsabilidad en gran media de las masas jactanciosas que se creen el último vaso de agua en el desierto solo porque son urbanas, o porque hablan un idioma extranjero o porque han viajado a otros países de vacaciones. Porque creen que tienen una capacidad de análisis superior que no les sirve de nada porque no lo pasan a la acción porque para pasarlo a la acción y sacarlo de la comodidad de las redes sociales se necesitan agallas  y las agallas no las dan ni la etnia, ni el estatus social ni educativo y mucho menos la pereza y chambonada. 

 Es la falta de compromiso de quien puede dar la mano y decide poner el pie. No necesita estar en una posición de poder para ver el otro a los ojos y ponerle el hombro. Lo que sucede es que nos creemos superiores, inmersos en burbujas, esclavizados en un pensamiento mísero que no nos permite ver que los brazos que tenemos son para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás. Porque bonito es tirar la piedra y esconder la mano. Porque los que ponen la sangre, el hambre, el pecho, el cansancio y la vida son siempre los de siempre, milenariamente: los pueblos originarios.  

A Guatemala la hemos herido de muerte todos los que hemos podido hacer algo y con chilate en las venas  nos hemos sentado a ver cómo otros preparan la mortaja. 

Por REDH-Cuba

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