El Caribe Frontera Imperial, de Juan Bosch, es una Biblia para interesados en conocer la verdadera historia de nuestra América.
En el caso de Venezuela, en la página 135, dice Don Juan: “Todavía no se sabe a ciencia cierta por que Carlos V capituló la gobernación de Venezuela a una firma de banqueros y comerciantes alemanes”.
Por eso, el fundador de Coro, fue un alemán llamado Ambrosio Alfinger, “tan cruel que los indios cargadores se ataban por el cuello con soga y cuando alguno desfallecía le cortaban la cabeza y su carga se repartía entre los demás”.
Eran los inicios del siglo XVI, cuando “Carlos V nombraba un nuevo gobernador para Venezuela, también alemán, llamado Nicolás de Federman, de la firma de los Welzers.
En 1544 murió el último de los gobernadores alemanes y así termino el reinado de los Welzers. En 1567 se funda Caracas y al cumplirse 90 años del “Descubrimiento de América” ocurrieron lo que Don Juan bautiza como “los años de episodios increíbles”, que comienzan en 1848 con el descubrimiento del oro en California, territorio arrebatado a México en 1846 y la actuación de William Walker, aquel terrible pirata norteamericano, un héroe en USA, que se había autoproclamado presidente de la Baja California en 1853, como lo había hecho antes un compatriota suyo en Texas. Una presidencia que extendió a Sonora en 1845, hasta que los mexicanos lograron expulsarlo.
Walker ya era famoso entre nosotros, porque nos había invadido y porque se había proclamado presidente de Nicaragua (donde restableció la esclavitud), lo que le provocó conflictos con Inglaterra, país que estaba tan empeñado en dominar “el desaguadero” nicaragüense que creó un país independente en la reserva indígena de Moisquetía. Es, de hecho, en 1860, un buque de guerra inglés el que apresa a Walker y lo entrega a los hondureños, quienes felizmente lo ahorcan un 12 de septiembre de ese mismo año.
¿Por qué escribo hoy sobre piratas y filibusteros que no solo se apoderaron de los territorios de nuestra América sino que en sus delirios crearon países ficticios y se autoproclamaron sus presidentes?
Porque recientemente regresamos a la época de filibusteros con el asalto norteamericano, en el Mediterráneo, de cuatro buques que llevaban petróleo a Venezuela, y la posterior y alardeada venta del petróleo, a lo que se suma la incautación inglesa del oro venezolano (300 toneladas) depositados en el Banco Central de Londres.
Este regreso a la piratería sucede sin que ningún organismo de “derecho internacional” proteste, ni la Almugrienta OEA se pronuncie.
Solo que este pillaje puede desatar imprevistas reacciones y quienes pagaremos los platos rotos seremos los que navegamos en ideas y nuestros diplomaticos.