Escribe Fidel: “Tengo ideas sobre lo que se puede y debe enseñar a un niño. Considero que la falta de educación es el mayor daño que se le puede hacer”. No me cansaré de repetirlo: todo el marxismo tiene una tradición pedagógica, pero el lugar que la cultura tiene en la sociedad cubana, venezolana no se explica solo por eso.
Fidel Castro es el Martí del siglo xx, asì como Chavez es el Bolivar y son unas de las fuentes irrenunciables del socialismo del siglo xxi. El corazón político y teórico del ALBA es la integración bolivariana y martiana.
Una de las grandísimas capacidades de Fidel ha sido la de construir relaciones internacionales basadas en el ejemplo concreto de la fuerza de las ideas, del hacer solidaridad activa. Hoy la diplomacia cubana está entre las primeras del mundo por su capacidad de diálogo con sujetos que, desde luego, no pertenecen al campo socialista. Por estas razones, entrando a fondo en un aspecto de la cuestión de la que hemos partido, vive aquel sentido de dignidad, de pertenencia, de orgullo nacional del pueblo cubano.
Está muy contextualizado en el devenir histórico revolucionario. No puede ser utilizado indiferentemente en un país imperialista o en un país colonizado. Cambia por completo su significado de clase. Y lo digo teniendo presentes las páginas de las reflexiones gramscianas de los Cuadernos, el peso histórico de Estados y naciones, las diferencias entre los pueblos. Pero la vía nacional, hoy, es solamente una posible premisa de ruptura revolucionaria, pero no el horizonte. El punto no es, o mejor, no es solo Bolivia o Venezuela, Cuba y Italia. El punto verdadero es, por ejemplo, el ALBA como idea de transición. Fidel y Chavez tenían muy claro este punto de construcción política en el devenir histórico.
En relación con cuanto ahora hemos dicho, hemos releído un importante discurso de Fidel, pronunciado en Caracas, el 27 de octubre de 2000. Es un discurso oficial, de Jefe de Estado, en presencia de Hugo Chávez Frías, que a nosotros, de cultura occidental, nos puede parecer un poco retórico. Sí, quisiera invitar a quien estudia Comunicación a que haga un trabajo sobre el más extraordinario comunicador revolucionario que se haya conocido, quizás que haya existido.
El razonamiento es liberador y sano al mismo tiempo. Liberador respecto a las místicas del Sujeto; sano para construir un pensamiento adecuado al presente y con la capacidad de hablar la lengua vulgar de nuestro tiempo y hacerse entender por el propio sujeto social de referencia. Chávez, desde este punto de vista, ha sido el cambio del siglo XXI. Fidel lo dice, en aquel discurso mismo de Caracas: “Soy su amigo, y estoy orgulloso. Admiro su coraje, su honestidad y su clara visión de los problemas del mundo actual, y el papel extraordinario que Venezuela está llamada a desempeñar en la unidad latinoamericana y en la lucha de los países del Tercer Mundo. No lo digo ahora que es Presidente de Venezuela. Profeticé quién era cuando todavía estaba en la cárcel. Con su fulminante victoria popular cuatro años después —sin un céntimo, sin los abundantes recursos de las viejas camarillas políticas cuyas campañas recibían subvenciones de sumas fabulosas robadas al pueblo— contando solamente con la fuerza de sus ideas, con la capacidad de transmitirlas al pueblo y con el apoyo de pequeñas organizaciones de las fuerzas más progresistas, aplastó a sus adversarios. Surgió así una extraordinaria oportunidad, no solamente para su país, sino también para nuestro hemisferio”.
Aquí empieza a contar la historia de una colaboración cada vez más estrecha, del intercambio solidario, de la guerra masmediática sufrida siempre por el líder venezolano, etc. Hemos hablado de ello en diferentes libros y artículos, y es también a partir de la experiencia del ALBA que, como organización política, no creemos en la identificación del partido revolucionario con el sujeto de la representación política de las clases subalternas. Los tres frentes se aproximan, pero hoy todavía no coinciden. Por eso, como Red de los Comunistas, tenemos en mente un partido de cuadros con función de masas.
Los desafíos del socialismo del siglo XXI —y esto es lo que enfrentan la Revoluciónes en Cuba y Venezuela, o sea, las relaciones internacionales entre pueblos y gobiernos revolucionarios y democráticos progresistas, que se enfrentan a un capitalismo agresivo, luchando contra una crisis estructural de más de treinta años y con la elaboración de una sistemática estrategia de la guerra imperialista— son complejos, sobre todo porque hay que retomar —después de 1989— el camino de construcción de la sociedad socialista de un modo en que las referencias internacionales desaparecen. Los Gobiernos cubano y venezolano han realizado medidas muy avanzadas de naturaleza económico-social, igualitarias y universales por encima de las condiciones reales de sostenibilidad para la estructura económico-productiva; por ejemplo, con fuertes coberturas universales de seguros sociales que han garantizado y todavía garantizan trabajo para todos, vivienda para todos, educación y salud gratuitas para todos, deporte gratuito para todos.
Ratifico todo lo dicho antes, solo un gigante de la historia, un auténtico revolucionario, antidogmático como Fidel, puede reconocer inmediatamente la potencialidad revolucionaria de la experiencia bolivariana, de la cual intuye, y los eventos que siguieron le dieron la razón, la centralidad del líder, de lo que Antonio Gramsci en su artículo juvenil dedicado a Lenin condensó en la palabra Jefe (Capo).
Hoy para todos nosotros socialistas revolucionarios se trata de indicar con claridad una de las bases teóricas más profundas del pensamiento antiimperialista y de prospectiva socialista. Una referencia que consigue ir más allá de la particularidad y la contingencia para plantearse como fundamento para todas las revoluciones antiimperialistas que tengan la capacidad y la fuerza de proponerse el rescate de la cultura, insertándola, como nos enseñó Mariátegui, en un proyecto de integración internacional que está en la base de la transición del ALBA.
Luciano Vasapollo