Sesenta y dos años de Revolución a las puertas de Estados Unidos, cumplidos el 1º de enero, imprimen una trascendencia universal a la heroica lucha del pueblo cubano.

Más meritoria aún es la hazaña cuando en los últimos cuatro años Cuba ha sido sometida por el gobierno de Donald Trump a un brutal recrudecimiento del Bloqueo, que ha convertido en estoico casi cada acto de la vida cotidiana. Debe decirse y no debe olvidarse: durante la pandemia y la crisis económica que ocasionó, Trump hizo cuanto pudo por llevar a Cuba a la asfixia.

Sesenta y dos años. En ese ciclo histórico se ha podido medir cabalmente la capacidad del pueblo de Cuba y sus líderes para levantar, frente a la hostilidad feroz y sin tregua del imperio, las banderas de la libertad, la independencia, la soberanía, la unidad e integración de nuestra América, la democracia, el socialismo y la solidaridad. Incluso, tras el derrumbe de la URSS, en el crudo Periodo Especial, como ha recordado Raúl Castro, cuando nos quedamos solos en medio de Occidente a 90 millas de Estados Unidos.

La clave de la victoria en las primeras seis décadas de Revolución ha sido la de la estrecha unidad del pueblo en torno a su vanguardia y al liderazgo de Fidel Castro. Así se manifestó desde el mismo día del triunfo, cuando la victoria arrolladora del Ejército Rebelde fue consolidada con la gran huelga general revolucionaria del 1º de enero de 1959. Hoy la unidad del pueblo y el Partido Comunista sigue siendo imprescindible.

Muy temprano comenzaron las medidas radicales de transformación revolucionaria y de inmediato las agresiones de Washington, que no tolera la independencia y la soberanía de los pueblos. Mucho menos cuando se trata de América Latina y el Caribe, a los que considera su patio trasero y donde enarbola la doctrina Monroe.

El papel de Fidel Castro fue determinante. Tuvo el mérito excepcional de concebir una nueva modalidad del sujeto revolucionario, adaptada a la realidad de Cuba y, en términos generales, de los países dependientes. Sin esa concepción y el uso creativo de todas las formas de lucha, incluida la armada como fundamental, no habría sido posible el triunfo revolucionario.

Otro mérito extraordinario de Fidel y de su pueblo fue demostrar que en esta región del mundo era posible realizar trasformaciones revolucionarias que podían ser socialistas, defendidas y convertidas en nueva cultura política. La prueba fue Playa Girón, donde los combatientes fueron a luchar y a morir por el socialismo y donde Estados Unidos sufrió su primera gran derrota militar en América Latina que puso fin a la impunidad a que estaba acostumbrado en la región.

A partir de entonces los pueblos latinoamericanos y caribeños fueron un poco más independientes. La revolución fue capaz de conducir simultáneamente la campaña nacional de alfabetización y, en perfecta sincronía, otros grandes movimientos de masas, como las trasformaciones agrarias, la organización y funcionamiento –sin refacciones– de la industria socialista y la creación de un gran ejército popular capaz de derrotar al enemigo imperialista.

La alfabetización y el movimiento educacional que la siguió tuvieron gigantescas proporciones y desempeñaron un papel fundamental en el impulso a la revolución educacional, cultural y científica que atraviesa estos 62 años.

Un ejemplo magnífico es el de la medicina. Pocos años después de 1959 el país perdió la mitad de sus médicos. Sin embargo, eso dio pie a la formación acelerada –por iniciativa de Castro– de decenas de miles de doctores y enfermeros y a la instauración de un sistema nacional de salud pública y gratuita, integrado por instituciones que rápidamente ganaron el aprecio del pueblo. También, desde 1963, con el envío de la primera brigada médica a Argelia se inició la cooperación médica internacional, sobre todo en lo que entonces se llamaba Tercer Mundo.

La previsión de Fidel unió a la formación de médicos el trabajo científico, expresado en la creación de un sistema integrado con centros de investigación que han desempeñado un importante papel para brindar salud al pueblo y crear innovadores fármacos en medio del bloqueo.

Además, junto al personal sanitario, han desempeñado un papel fundamental en el combate a la COVID-19 en Cuba, con el desarrollo de una serie de exitosos protocolos clínicos que han permitido lograr un 15 por ciento más de pacientes recuperados que en el resto del planeta.

En medio del egoísmo y la ausencia de solidaridad que ha caracterizado a las potencias occidentales durante la pandemia, Cuba ha enviado miles de médicos a 29 países para combatir el coronavirus. Eso ha estimulado el surgimiento de un gran movimiento internacional para conceder el Premio Nobel de la Paz a las brigadas médicas cubanas Henry Reeve.

(Tomado de La Jornada)

Por REDH-Cuba

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