Desde el capítulo Argentina de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad vemos con estupor la nueva maniobra diplomática del gobierno estadounidense y de la Administración Trump, que intenta declarar a Cuba como “país promotor del terrorismo internacional”.
Este nuevo intento de aislar, sancionar y estigmatizar a una nación insular que lleva seis décadas como víctima de un bloqueo comercial, financiero, económico y diplomático de alcances globales, y que sufre además incursiones terroristas financiadas por agencias oficiales estadounidenses desde hace medio siglo, no puede menos que sorprender por su profundo cinismo e inmoralidad manifiesta en la manera en que pervierte conceptos basales del derecho internacional.
El mundo ya conoce y reconoce que la principal y más proactiva usina del terrorismo transcontinental, de injerencias asesinas y agresión a los pueblos soberanos sin mediar estados de guerra, es precisamente Estados Unidos de América. Un país que pone toda su maquinaria bélica y diplomática al servicio de operaciones ilegales en todo el orbe: desde asesinatos selectivos en países árabes, hasta envío de drones operados desde bases propias que aterrorizan poblaciones civiles en África, Asia y Oriente Medio. Sin olvidar, por supuesto, sus manuales tácticos contrainsurgentes que han servido de base doctrinal para genocidios atroces en territorio latinoamericano y el sudeste asiático, entre otros.
La oscuramente célebre Escuela de las Américas que durante décadas operó en la zona de exclusión del Canal de Panamá y que actualmente dicta clases y prepara a terroristas internacionales en sus instalaciones en Fort Benning –Estado de Georgia– constituye sin dudas la prueba palmaria de que el gobierno estadounidense promueve, entrena, financia y exporta terrorismo para la consecución de sus intereses estratégicos.
La historia nos asiste en esta afirmación, al constatar que los más implacables genocidas de la segunda mitad del siglo XX –el ruandés Paul Kagame, Jorge Rafael Videla, el indonesio Suharto, o el guatemalteco Efraín Ríos Montt, por citar apenas unos pocos– han sido entrenados en academias estadounidenses o recibido asesoramiento directo de Washington para el terrorismo de Estado en sus respectivos países. El propio paramilitarismo colombiano no es sino el fruto de esta vocación terrorista auspiciada por el Pentágono y la Casa Blanca.
La REDH Argentina quiere señalar, una vez más, el rol claro y los esfuerzos humanistas, solidarios y constructivos de la nación cubana y de sus Gobiernos desde 1959 en adelante, ubicándose siempre en las antípodas de los planteamientos militaristas y terroristas de los llamados países sumergentes de Europa y el norte global. Cuba promueve la solidaridad internacionalista, la reflexión medioambiental y el auxilio desinteresado en campañas de alfabetización y situaciones médicas o de catástrofe. Sin embargo, los dueños del discurso único intentan, una vez más, arrastrar a la opinión pública mundial a una lectura perversa y claramente distorsionada del papel cubano en el mundo.
La buena noticia es que estas falsedades grotescas ya no tienen más cabida en una humanidad cada vez más interconectada y que percibe con creciente nitidez los crímenes estadounidenses contra los pueblos. De la misma manera, las acciones solidarias de Cuba que desarticulan el individualismo y la competencia irracional entre los seres humanos, afectan la lógica y las dinámicas que los poderosos de Norteamérica necesitan para reproducir su dominación. Exigimos, por tanto, la supresión de Cuba como Estado promotor del terrorismo de cualquier lista actual o venidera.
¡Reconozcamos y apoyemos a la Cuba verdadera, protagonista de la historia grande latinoamericana! La Cuba soberana, humanista, pacifista y constructora de otro mundo posible.
Buenos Aires, 17 de enero de 2021.