Siempre que pensamos en Somalia, uno de los cinco países africanos más pobres del mundo; con quince millones de habitantes, gobierno débil, escenario de permanentes guerras civiles y grandes hambrunas, recordamos las fotos de su infancia, muriendo de hambre, en particular una con un buitre revoloteando sobre un niño agonizante, que conmovieron el mundo.
En el 1992, seis millones de somalíes murieron de hambre, brotes de cólera y diarrea. Hoy 260,000 personas están muriendo de hambre, en un país que ha sido denominado como una “multinacional del crimen”, y que ha ganado notoriedad por resucitar la piratería contra barcos y cargueros, algo que Hollywood supo universalizar en una película con Harrison Ford.
Desde 1960 varios grupos armados se disputan el poder, entre ellos grupos islámicos terroristas que se alimentan de los campos de refugiados en las fronteras entre Somalia, Kenia y Etiopía, grupos que arman ejércitos de adolescentes y niños como carne de cañón para la preservación de sus intereses económicos.
Hoy Somalia es una “República Federal”, donde gobierna una supuesta alianza de sectores económicos, fruto de múltiples intervenciones extranjeras cuyo objetivo ha sido “ordenar la casa”, casa que como Haití, en palabras del más brutalmente honesto de los presidentes norteamericanos: Donald Trump, es víctima de “esos pequeños idiotas haitianos que no pueden gobernar solos su mierda de país”.
Es por eso que se especula que para fines de año los Estados Unidos volverán a intervenir en Haití, con el apoyo de su actual “presidente”, un vulgar comerciante que insiste en aferrarse al poder, en un país que no aguanta más la sequía, el masivo maltrato de la población, el hambre y las prevenibles terribles epidemias que azotan a su ciudadanía.
Ciudadanía que trata de emigrar en masa, como la nuestra (según los periódicos la Marina detuvo a 305 yolas que iban para Puerto Rico), y que histéricos “nacionalistas” insisten en ver como “conspiradores contra nuestra nacionalidad”, como no los ven los peruanos, brasileros y chilenos que intentan detenerlos como lo que son, (gente buscando desesperadamente como sobrevivir y víctimas de todo tipo de redes de traficantes), en sus fronteras.
Determinado a preservar sus ganancias, el sector económico dominante de Haití ha recurrido a la distribución de armas a grupos de muchachos marginados que, como en África, aterrorizan la población y asesinan a los pocos sectores pensantes de la hermana nación.