La anunciada participación de Evo Morales, en su calidad de jefe político, y del binomio presidencial –Luis Arce y David Choquehuanca– en lo que resta de la campaña para las elecciones del 7 de marzo, no es algo que debería sorprender. La crítica que hacen algunos medios de comunicación y sus analistas –todos liberales, aunque más conservadores que liberales–, es un absurdo o una completa ignorancia de las formas en que se hace política en nuestro país y en la mayor parte de América Latina.
Pero este innecesario sensacionalismo del aparato mediático opositor a todo lo que esté pintado de azul, es al mismo tiempo una oportunidad para analizar más allá de lo aparente. El dato nuevo no es el involucramiento de “los tres” en la campaña electoral o que “Evo se mete de lleno” y “Arce y Choquehuanca aparecen junto a los candidatos del MAS”. Esa es una interpretación simplista con frustradas ambiciones de ser denuncia.
Lo nuevo es que se está registrando, aunque todavía embrionariamente, una potencial articulación entre el nivel propiamente político con el nivel político-institucional, en condiciones distintas a las imperantes en 14 años de Proceso de Cambio, cuando ambas cosas se concentraban en un mismo personaje. Ahora ya no es así y exige pensar de manera diferente, desde el Gobierno y desde la conducción política, para despejar los fantasmas que no le hacen bien a la causa de los humildes.
Esta convergencia no se ha visto en los primeros dos meses del gobierno de izquierda y el ambiente ha sido más bien de contradicciones y fricciones internas, hasta cierto punto de vista comprensible por el reacomodo de los actores, que de iniciativas de la derecha que sufrió dos demoledores knock-out, en agosto y octubre, de los que no ha podido recuperarse. Si bien a cada uno de esos niveles todavía le resta reestructurarse en función de la nueva realidad emergente a partir de las elecciones generales y de su resultado –al Movimiento Al Socialismo (MAS) convertirse en una sólida estructura política bajo la conducción de Evo y al Gobierno terminar de definir más claramente su identidad y estilo–, esta forma “más o menos natural” del ingreso de “los tres” a la escena electoral es algo que contiene una fuerza política que trasciende el desafío del 7 de marzo y que puede ser la garantía de llegar bastante cómodos a enfrentar las elecciones del 2025.
Es difícil saber si el tiempo alcanza para revertir la situación adversa que tienen varios candidatos a la gobernación y la alcaldía, pero no hay duda que la presencia de Evo, Lucho y David, será de gran ayuda por varias razones, entre las que podemos apuntar: primero, abre la posibilidad de transferir algo de la acumulación política de la que son portadores cada uno de ellos a los candidatos, aunque nunca hay que perder de vista las especificidades de las elecciones subnacionales, en las que el apoyo a un liderazgo nacional no se traduce necesariamente en un respaldo al candidato local; segundo, le da a la campaña un carácter político-ideológico que muchos de sus candidatos se han esforzado por ocultar, inexplicablemente, a pocos meses de la histórica victoria de octubre; y tercero, de lograr, hasta donde sea posible, un “voto en línea”.
La campaña electoral que hace el MAS está marcada predominantemente por TikTok despolitizados o acciones de calle bastante ligeras que no interpelan la épica del “núcleo duro” del Instrumento Político y de los movimientos sociales, o por intrascendentes declaraciones que sostienen que cuando una persona entra al Gobierno pierde la ideología. Los primeros olvidan que los partidos de izquierda o populares ganan las elecciones a través de la ocupación politizada del territorio antes de la fecha de votación, como ocurrió en agosto de 2020. Los segundos ignoran que el Gobierno es para todos y todas, verdad, pero a partir de una determinada concepción político-ideológica. Eso es lo que explica la gran diferencia de “lo mucho” que hizo el gobierno de Evo Morales respecto de sus predecesores, entendiendo por “lo mucho” el gobernar para todos y todas desde la visión de “los de abajo” y recuperando la patria que, aún en su sentido nacionalista burgués, fue borrada del mapa por dos décadas de neoliberalismo. Por tanto, “los tres” en acción es una interpelación a muchos candidatos del MAS que, además de montar los shows que demanda las leyes del mercado, no hablan de construir “poder popular” desde el municipio ni mucho menos de articular lo local-nacional en una perspectiva de emancipación.
Por eso, reiteremos una vez más que no son las elecciones subnacionales que se muestran interesantes a partir de la incorporación activa de Morales, Arce y Choquehuanca, pues en las mismas hay otras variables regionales que las hacen distintas a las elecciones generales y ese es un dato que no se puede ignorar. Lo atrayente es que esa participación de “los tres” puede ser la anticipación política de una nueva forma de articulación de las variables estratégicas (liderazgo político, conducción gubernamental y movimientos sociales), cada una con un papel y ubicación distintos. Sin relaciones de correspondencia armoniosa entre esos factores, en la que el papel de Evo será determinante, y a lo que es necesario y urgente añadir el debate sobre lo que se debe entender por horizonte postcapitalista, no habrá recuperación del Proceso de Cambio.
Por el contrario, una articulación exitosa entre las variables estratégicas reimpulsará el proyecto histórico en su perspectiva inicial, aunque encarando sin temor un balance crítico y autocrítico de los 14 años. Estas variables son: primero, el peso político indiscutible de Evo Morales, quien está en el momento preciso de encarar el desafío de reinventarse como líder y su larga experiencia le da una ventaja para ello. Segundo, la proyección del Gobierno, obligado a resolver la crisis sanitaria y la crisis económica para volver al camino de la estabilidad y crecimiento con justicia social. La combinación de la formación técnico-política de Arce y el aire descolonizador que Choquehuanca irradia a la gestión, es algo que no se puede desaprovechar. Tercero, la recomposición estratégica de los movimientos sociales que hicieron sentir su fuerza para recuperar la democracia en agosto, pero que ahora están entrampados en las mieles del “poder de arriba”, ignorando que si de poder se trata este surge “desde abajo” y en una perspectiva universal. Esa es su propia historia. Y cuarto, la redefinición del proyecto del socialismo comunitario para Vivir Bien, con los elementos centrales que sentarán las bases sólidas para construir poder “desde arriba” y “desde abajo”.
Al frente no hay nada. La derecha solo existe a través de sus medios y está demostrado que sus mensajes, bastante venenosos, caen al vacío en momentos de ascenso del bloque indígena campesino, obrero y popular. El MAS es la única fuerza con presencia nacional. Todo depende, por tanto, de la sinergia de “los tres” y de que “los de abajo” recuperen la iniciativa.
Fuente: La Época