¿Qué entiendes por feminismo y cómo ha cambiado tu vida?

Hay cientos de definiciones de feminismo, desde las más académicas y razonables, hasta las más sentidas directamente desde las personas. Como hay tanta variedad, me gustaría compartir la definición de una feminista mexicana, Marta Lamas, que es muy abarcadora porque dice que ser feminista es no aceptar que la diferencia sexual se traduzca en desigualdad social. Eso implica, desde luego, entender el fenómeno, y además de entenderlo, actuar en consecuencia para caminar hacia esa igualdad que se pretende.

Dentro de esta gran sombrilla que estoy utilizando como definición de feminismo hay múltiples variantes, múltiples maneras de entender el modo en que se puede lograr y ayudar a que la diferencia sexual no se traduzca en desigualdad social. O sea, hay una multiplicidad de feminismos. Lo digo en plural para expresar que no es algo homogéneo, no es una mirada única, aunque desde luego hay elementos en común.

De manera ya particular desde mis posturas, comparto un feminismo liberador, emancipador, socialista, que a la par que lucha contra el patriarcado, lo reconoce, advierte su persistencia; ve esta lucha ligada indisolublemente a la lucha antirracista, anticolonial, anticapitalista, porque son todas formas de opresión que se relacionan, como le llaman, con la interseccionalidad, las opresiones múltiples, que terminan fortaleciéndose unas a otras y complejizando, desde luego, la manera de poder encararlo.

El feminismo, al menos como yo lo concibo, no solo es una postura mental o una manera de mirar una realidad. Me gusta mucho la frase de Marcela Lagarde que se refiere al feminismo en silencio de esas cientos, miles, yo diría millones de mujeres, que en ocasiones ni son conscientes de ser feministas y desde su vida cotidiana, desde su accionar, también están enfrentando el patriarcado y dando batalla contra lo que supuestamente se considera natural. O sea, es algo muy amplio.

Cuando uno decide hacer esta militancia feminista, sinceramente le cambia la vida. No quiere decir que ahora me sienta superior a otras mujeres ni a otros hombres ni superior a nadie; sencillamente creo que soy superior a lo que yo misma era hace un tiempo atrás, cuando no había abierto los ojos a este mundo.

Me gusta emplear un término que no es muy académico, la verdad, pero siempre lo uso. Yo digo que soy como una especie de “kikirimiau”, un híbrido. No soy todavía la mujer que quisiera ser, en el contexto en que quisiera estar, con las relaciones sociales que quisiera establecer; pero tampoco soy la que fui, ni tengo la posición de naturalización y aceptación de lo que supuestamente me tocaba hacer. Estoy en ese camino, por eso digo que soy un híbrido, un “kikirimiau”. Esa es mi vida, como feminista, como mujer, como persona, en este momento.

¿Qué desafíos le presenta la realidad a un proyecto de sociedad que pretende reivindicar la dignidad y la igualdad de todas las personas?

Los desafíos son muchísimos. El primero que me gustaría apuntar es que la obra de la Revolución no sería tal ni estaría completa si se hubiera querido hacer al margen de la lucha por la emancipación de la mujer. En primer lugar, porque la justicia social que pretende la Revolución no es para un sector de la población, no puede ser para un grupo específico, porque entonces no sería la revolución socialista que queremos y que nos hemos empeñado en hacer; tiene que ser para todas las personas. Por lo tanto, la lucha feminista, el enfrentamiento y el desmontaje del patriarcado, tiene que ser consustancial a una revolución socialista. No es opcional, no es que queramos o no. Otra cosa es que sea consciente con una militancia como la que hemos estado hablando o no, pero tiene que ser por esencia una revolución socialista feminista. Hay una frase en un video que seguro muchas personas han visto, de Chávez declarándose feminista, y explica por qué el socialismo tiene que ser feminista para que pueda serlo plenamente.

Ahora, que se han logrado muchísimos avances, desde luego que sí. Y yo pudiera empezar a repetir estadísticas: que las mujeres somos el tanto por ciento de las personas ocupadas en la economía, que somos el tanto por ciento de la fuerza dirigente… En el caso cubano es muy destacado el porcentaje de mujeres en el parlamento, o sea, puestos tan decisorios como diputadas a la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Pero más allá de estos y otros porcientos que evidentemente muestran esos avances, me gusta hablar en el término de que, al menos como yo lo percibo, las cubanas miramos de frente. A veces uno se dice: es nacionalismo, es chovinismo, etc.; no, creo que eso es empoderamiento hacia dentro en lo personal. Mirar de frente, dar la batalla, plantarle cara a los problemas, es empoderamiento de la mujer y pienso que también tiene que ver con la participación de las mujeres en la Revolución, con el papel que hemos jugado y que seguimos jugando, no detrás de, sino a la par de cualquier otra persona.

Decía que los retos son muchos. Un desafío importantísimo es acabar de entender que estas cuestiones no son problema de la mujer, no se trata de un tema acotado a la mujer o las diversidades sexuales; esto es un problema de la sociedad toda. Aquí se trata de relaciones entre seres humanos. El famoso “problema” de la mujer es un problema de la sociedad que no hemos logrado todavía y aspiramos a nuevas relaciones sociales.

El patriarcado no es un problema exclusivo de hombres, es el tipo de relación jerárquica que se establece entre mujeres y hombres; por lo tanto, concierne a unas y a otros. Eso es un reto muy importante. Mientras se esté pensando que vamos a ayudar a las compañeras, que vamos a viabilizar la solución de tal problema de las compañeras, se sigue reproduciendo el patrón patriarcal. Vamos a resolver un problema social que tenemos las mujeres y los hombres, y que marca las relaciones mujeres-hombres y las identidades diversas que existen entre los seres humanos.

Otro reto muy importante, a mi juicio, es que tenemos que avanzar más en la conformación de una mirada feminista autóctona, cubana, legítimamente nuestra. Esto no significa que vamos a rechazar ni que vamos a hacer tabula rasa y empezar de cero e ignorar lo que han hecho y siguen haciendo muchas feministas en otros lugares y en nuestro propio país desde distintas posiciones. Sin embargo, al mismo tiempo nuestra realidad es tan compleja, con tantas particularidades, que nos pide, nos demanda, mirarla con ojos propios, con una mirada cubana y buscar soluciones que, sin negar lo que se ha hecho y se hace en otros lugares, proponga caminos, salidas nuestras.

Pudiera poner miles de ejemplos de lo que estoy diciendo. Maura Febles mencionaba el gran logro que hace poco tuvieron en Argentina con la despenalización del aborto, una gran batalla de muchos años y lucha, de lo cual estamos muy contentas, desde luego. Sin embargo, pudiéramos decir que esa no es una bandera de lucha para Cuba. Tenemos aborto legal, seguro, gratuito, en instituciones de salud, con personal médico, etc. Todo eso es cierto y es un logro.

Ahora, miremos hacia nuestra propia realidad. ¿Cuántos embarazos adolescentes tenemos? ¿Cuáles son las cifras de aborto, incluso en la juventud? A veces son niñas, no tienen ni la edad todavía para ser consideradas jóvenes. Entonces nuestra mirada a ese mismo tema no es quizás reivindicar lo que están reivindicando en muchísimos lugares, sino mirar de qué modo lo usamos, dónde tenemos que poner el énfasis en la educación sexual, en la manera de prevenir para no tener que llegar a una salida que no es tampoco la deseable ni a la que aspiramos ni mucho menos.

Esto es apenas un ejemplo. Pudiera referirme también a un tema que nos golpea tanto como el de los cuidados, que es un tema universal, no es exclusivamente cubano, pero vamos a mirarlo hacia nosotras.

En Cuba, donde la proporción de mujeres trabajando en empleos públicos es tan alta, a la par prácticamente que el hombre —sobre todo en el empleo estatal civil casi que se equiparan unos y otros—, se acepta como normal, ya está incorporado en nuestro día a día, en la manera de ver nuestra sociedad. Sin embargo, en ese mismo sentido, no se acepta que igual que el empleo público es de mujeres y hombres, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados —el remunerado también, pero sobre todo el no remunerado es el que más golpea— sigue siendo predominantemente de mujeres. Es absolutamente injusto.

La encuesta de igualdad de género que realizaron la ONEI y la Federación de Mujeres Cubanas con su Centro de Estudios de Atención a la Mujer, advirtió que, en la distribución del tiempo, las mujeres trabajan, si no recuerdo mal la cifra, 14 horas semanales más con respecto a los hombres. No es justo, porque a la larga termina no solo, y ya de por sí es importante, afectando a la salud de la mujer, su bienestar físico y espiritual; sino que también afecta, vamos a pensarlo en términos macro, a la propia economía. Pensemos por un momento que las mujeres tengan que salir del empleo público a cuidar, como se está dando, de hecho. Imagínense que en masa casi la mitad de las personas que tienen empleo estatal en Cuba tuvieran que abandonarlo para regresar a cuidar al hogar, ¿qué significaría? Impensable, ¿verdad? Esa es una de las aristas del problema, no es la única.

Creo que es imposible abarcar todos los retos y los temas, pero quería anotar al menos eso.

¿Cuáles son las fortalezas de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y cuáles retos le quedan todavía para apuntar a este horizonte feminista y socialista como institución?

La fortaleza principal que le veo a la Federación es su existencia, o sea, que nos hayamos dado, el movimiento de mujeres y feministas cubanas, una organización que una y trate de seguir uniendo distintas expresiones de este movimiento, es en sí mismo un logro. Un logro que, además, se intentó en otras oportunidades. En el feminismo cubano de principios del siglo XX hubo varias experiencias de unión, incluso una se llamó así, Federación también, y existieron igualmente otras asociaciones. Esto ha sido un anhelo del movimiento de mujeres y feministas cubanas, y la Federación desde el año sesenta se constituyó como tal, agrupando a organizaciones de mujeres que ya existían y deciden unirse precisamente al triunfo de la Revolución para incorporarse, para participar, como decían ellas mismas, en el proceso revolucionario y por la emancipación de la mujer.

Considero que esa es la primera fortaleza y es justo reconocerla. Hay una cierta tendencia, negativa creo yo, en el movimiento de mujeres y feministas, que es posicionarse en un lugar e ignorar lo que han podido contribuir otras organizaciones y posturas desde el feminismo. Marcela Lagarde, la feminista mexicana, les llama las feministas sin historia, o sea, que cada una que viene con una propuesta, en lo individual pero también en una colectividad, como que quiere inaugurar, empezar desde cero ignorando lo que otras han hecho antes que nosotras. Por lo tanto, pienso que es justo partir de reconocer lo mucho que hace y ha hecho la FMC.

Otra fortaleza es su membrecía. Creo que no hay otra organización de las nuestras que tenga la cantidad de mujeres afiliadas, con mayor o menor participación, compromiso y activismo, pero son miembros de la Federación. También es una fortaleza importante la propia estructura de esta organización: una estructura nacional con presencia en todo el territorio, en todos los municipios. A veces no se reconoce, no se visibiliza. En los últimos tiempos, creo que un poco más con las casas de orientación a la mujer y a la familia, se ha hecho más visible la presencia activa de la Federación en todos los municipios del país.

Estas, indudablemente, son fortalezas. Ahora, creo que la Federación tiene grandísimos retos. El primero y más abarcador es la necesidad de dinamizarse a la par que ha cambiado la realidad económica y social cubana. Nuestra población es otra, no es la de los años sesenta ni noventa y eso ha obligado a repensarnos como país en un grupo de cosas. La más notable, de la que se habla mucho en los últimos tiempos, es la actualización del modelo económico y social, que no es la única, pero es muy abarcadora.

Si uno se queda haciendo las mismas cosas o semejantes a las que hacía y dieron resultado en otra época, puede que no necesariamente sean un éxito ahora, cuando la realidad es otra, empezando por las propias mujeres. He oído a la propia secretaria de la FMC reconocer que en los años sesenta la mayoría de las mujeres estaban en sus casas y haciendo vida comunitaria. Era mucho más posible, más fácil, tocar a una puerta y convocar dentro de la comunidad. Ahora muchísimas mujeres pasan buena parte de su tiempo no en su comunidad, ni en su casa; desde luego, no estoy hablando de esta situación anormal que estamos viviendo debido a la pandemia, pero en general pasamos mucho tiempo, prácticamente gran parte del día, en otros lugares que no son nuestra comunidad: en centros de trabajo, de estudio, etc., por lo tanto, la labor comunitaria no puede ser exactamente igual a como lo fue en aquel momento. Ese es un elemento, un reto.

“La Federación tiene grandísimos retos. El primero y más abarcador es la necesidad de dinamizarse a la par que ha cambiado la realidad económica y social cubana”.

Otro desafío muy importante es que la FMC tiene más de cuatro millones de mujeres que son miembros de la organización, lo cual es una fortaleza, como decía antes; pero esos cuatro millones de mujeres son muy diversas. Las hay del campo, de la ciudad, jóvenes, ancianas, las hay de esa franja madura que tanto peso tiene en nuestra sociedad; las hay blancas, negras, mestizas; las hay creyentes y no creyentes; las hay muy diversas por muy diversas razones, por la diversidad sexual que aquí se ha estado tratando también. Por tanto, un reto grandísimo que tiene la FMC es responder a las necesidades diversas de esas mujeres, a sus aspiraciones, qué quieren hacer, hacia dónde quieren avanzar. A veces hay colectivos del movimiento de mujeres que tienen más definidas, más precisas, las características de su membrecía. Para la Federación es un reto inmenso esa diversidad.

Yo confío en que la FMC tenga los mecanismos para responder a este desafío partiendo de su propio nombre. Su origen mismo fue como federación, o sea, uniendo, buscando los intereses comunes y respondiendo con acciones comunes a mujeres que venían con distintas experiencias y de distintos tipos de lucha. Se logró hacer en un momento tan clave como los inicios de la Revolución, e incluyó a mujeres —que eso a veces no se subraya tanto— de los extremos, desde mujeres analfabetas (una de las primeras acciones fue incorporarlas a la vida cultural en su sentido amplio con la alfabetización), hasta mujeres con una cultura feminista y un accionar feminista. Las feministas de los famosos congresos que llegaron vivas a la Revolución, notables feministas del movimiento cubano de los primeros años del siglo XX, cuando se funda la Federación se incorporaron y fueron de sus primeras dirigentes. Siempre me gusta poner el ejemplo de Rosario Guillaume “Charito”, quien participó en los tres congresos feministas que hubo en Cuba a principios del siglo XX y fue parte de la primera dirección de la Federación; Vicentina Antuña, entre otras. Esta diversidad existe desde la creación misma de la Federación y hay que actuar, hay que trabajar atendiendo a esa diversidad.

Por si fuera poco, en el caso de Cuba, la Federación es al mismo tiempo una organización de mujeres y el mecanismo nacional para el adelanto de la mujer. Esta es una denominación que creó Naciones Unidas para dar nombre a distintas formas en que cada país iba a llevar institucionalmente este tema. En unos países hay ministerios, en otros hay institutos de la mujer, en otros hay organizaciones como es el caso de la Federación, en otros son organizaciones como en China, por ejemplo, y en Cuba es la FMC.

Además de los desafíos que tiene la Federación como organización en sí misma, también tiene el reto de ser el mecanismo nacional. La Federación tiene la responsabilidad que se le ha otorgado de articular estas acciones y respuestas de manera transversal en la institucionalidad cubana, y de representarla en el extranjero cuando es el caso. Esto quiere decir que si nosotras estamos interesadas como estamos en la transversalización de estos enfoques, de estas perspectivas, que el tema de género y la lucha antipatriarcal no sea exclusivamente de una organización ni de un ministerio ni de ninguna institución en específico, sino que atraviese absolutamente toda la institucionalidad cubana, pues la Federación es la encargada de impulsar que esto ocurra. El programa para el adelanto de las mujeres que se aprobó recientemente, tiene esta característica de mandatar las medidas, las acciones que toda la institucionalidad cubana debe hacer con respecto a este tema; pero quien coordina, quien está al frente como mecanismo para el adelanto de la mujer, es la Federación.

La FMC no se ocupa, y justo creo que sea así, de un tema. A veces uno encuentra organizaciones, y lo veo bien, que se especializan en un tema porque tienen ahí su fortaleza y las personas preparadas para hacerlo. Prácticamente todos los temas que tienen que ver con este gran asunto que estamos tratando de la lucha antipatriarcal, uno se los demanda a la Federación. Todos. A veces hay organizaciones que tienen algunos. Aquí están todos. Eso es un reto.

Igual sucede con los distintos tipos de acciones. Hemos visto colectivos que le dan más peso a la parte de la capacitación o a promover legislaciones o a la parte de sensibilizar a sectores en específico, y todo es válido. Pero cuando uno piensa en la Federación, uno piensa en todo eso a la vez. Es un tremendísimo reto. Yo confío en que la FMC, apelando sobre todo a nuestra propia historia y lo que no hemos hecho bien, que también se aprende, pueda responder a estos retos.

 

Este artículo es la intervención de la autora en el panel “Los nuevos feminismos y la Revolución cubana”, realizado el 8 de marzo de 2021.
Fuente: La Jiribilla

Por REDH-Cuba

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