A pocos minutos de dar el reloj las tres de la tarde del 4 de marzo de1960, una fuerte explosión ocurrió en el muelle de la Pan American Docks, en la rada habanera, y destruyó parte de las bodegas del Vapor francés La Coubre del que se descargaban municiones, y transcurrido un breve tiempo una segunda detonación hizo desaparecer la popa de la embarcación y causó más muertos entre los que habían acudido a socorrer las primeras víctimas.
Un hongo de humo negro de más de mil metros se elevó en el cielo de la capital cubana, anunciando el desastre que provocó más de cien muertos y centenares de mutilados y heridos.
De inmediato, la ciudad salió de su ritmo habitual y un concierto de sirenas de ambulancias y patrullas anunció la movilización de los servicios de urgencias, mientras la mala nueva se repetía de boca en boca y el pueblo acudía espontáneamente, sin amedrentarse ante el peligro a cooperar con las autoridades
Solo por minutos de diferencia el primer ministro Fidel Castro y otros dirigentes no coincidieron con la última detonación, programada evidentemente para descabezar la Revolución, teniendo en cuenta que estar presente en la primera línea del combate caracterizó siempre la actuación de la dirección cubana.
La nave había arribado a su lugar de atraque en horas de la mañana para descargar proyectiles y granadas autopropulsadas para fusiles automáticos belgas FAL, destinados al Ejército Rebelde y que de inmediato comenzaron a ser descargados por trabajadores del puerto y militares.
Ese fue uno de los últimos cargamentos que arribaron al país, de acuerdo con los contratos firmados en 1959 con la Fabrica Nacional de Armas de Guerra S.A., de Bélgica, para la adquisición principalmente de alrededor 10 mil fusiles FAL, uno de los mejores del pasado siglo y que llegaron muy oportunamente para enfrentar la guerra no declarada de Estados Unidos contra la Isla.
Así se ejecutó el mayor crimen realizado por la CIA en el inicio de su campaña terrorista para impedir que Cuba adquiriera armas para su defensa, a la vez que se consumaban otros actos terroristas y bombardeos de aviones piratas procedentes de EE.UU a centrales azucareros, fábricas y contra la propia ciudad.
Washington seguía el patrón de acciones que les resultaron exitosas a la CIA en 1954 cuando derrotó al gobierno progresista del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, que incluyeron bombardeos aéreos a instalaciones militares de la Ciudad de Guatemala, capital del país, y campañas mediáticas que desmoralizaron al ejército y anularon la resistencia popular a la invasión mercenaria que concluyó la fatídica tarea.
Para repetir esa matriz, pero incrementada contra la vecina Isla, la CIA nombró a Jacob L. Esterline, ex jefe destacado en esa operación, al frente del órgano WH-4 de la CIA creado el 18 de enero de 1960 para dirigir las acciones contra Cuba, que incluían atentados a los máximos dirigentes cubanos, principalmente al Comandante en Jefe Fidel Castro, actos terroristas, acciones de espionaje así como creación y apoyo a las organizaciones contrarrevolucionarias y otras medidas.
Cuando todavía no se habían apagado las llamas en los restos de La Coubre, los investigadores cubanos iniciaron las pesquisas en el lugar y lanzaron desde aeronaves cajas de municiones y granadas que venían en la embarcación sin que estallaran, lo cual excluyó un accidente por choque o caída como causa de las explosiones como pretendía hacer ver el gobierno estadounidense.
Otras indagaciones demostraban que se trató de un sabotaje preparado mientras el barco se encontraba en Europa, probablemente al instalar un artefacto explosivo en alguna caja de municiones que se activó cuando fue movida.
También coincidieron con la tesis cubana del sabotaje, la comisión francesa investigadora en representación de los armadores del barco y otra de la fábrica de armas belgas que despachó la carga de municiones y proyectiles.
Hasta el momento, el gobierno norteamericano y su comunidad de inteligencia se han negado a desclasificar documentos sobre el suceso y existen informaciones que evidencian la posibilidad de que la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en alianza con la Central de Inteligencia yanqui haya tenido que ver en la acción, por la presencia del jefe de la inteligencia de República Dominicana en Bélgica en fecha cercana a la salida de La Coubre en su último viaje a Cuba, entre otros indicios que apuntan a esa colaboración.
Aunque la voladura del buque provocó la muerte y destrucción esperada por sus planificadores, demostró que los programas terroristas no podían quebrantar el apoyo a la Revolución de la inmensa mayoría del pueblo cubano, y mucho menos atemorizó a la dirección del país que supo dar una respuesta firme a las pretensiones imperiales.
Esa decisión fue patentizada por el Comandante en Jefe Fidel Castro en la despedida de duelo de las víctimas del sabotaje en el Cementerio de Colón en La Habana, el 5 de marzo de 1960 cuando proclamó:
“Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería Patria o Muerte”.