El 23 de marzo de 2021, el primer ministro británico, Boris Johnson, dijo ante un grupo de partidarios del Partido Conservador: “La razón de nuestro éxito con la vacuna es el capitalismo, es la codicia, amigos”. Johnson estaba expresando la creencia de que la búsqueda del beneficio privado a través de mercados libres capitalistas genera buenos resultados. Sin embargo, en realidad, los logros de Gran Bretaña en el desarrollo de la vacuna Oxford-AstraZeneca y en el lanzamiento nacional de la vacunación tienen más que ver con las inversiones estatales que con los mecanismos del mercado.
El dinero del gobierno subvencionó el desarrollo de la vacuna en la Universidad de Oxford, y es el Servicio Nacional de Salud, financiado por el Estado, el que ha llevado a cabo el programa de vacunación. Lo que Johnson no reconoció es que el motivo por el que Gran Bretaña tiene actualmente el quinto peor índice de mortalidad por COVID-19 en el mundo, con más de 125 000 muertes (casi 1 857 por 1 000 000 de habitantes), y suma y sigue, es el capitalismo y la codicia.
El Gobierno británico, como la mayoría de los regímenes neoliberales, se negó a tomar las medidas necesarias para ralentizar y detener la transmisión comunitaria; desde el principio fue incapaz de proporcionar a los trabajadores del sector de la salud y de la asistencia social los EPI adecuados y otros recursos que podrían haber salvado la vida de cientos de personas que trabajaron en primera línea y que fallecieron a consecuencia de ello.
El Gobierno británico contrató a empresas privadas para que llevaran a cabo actividades esenciales, la mayoría con poca o ninguna experiencia; por ejemplo, en lugar de equipar al sistema comunitario de médicos de cabecera del Servicio Nacional de Salud para que se hicieran cargo del “seguimiento y localización” de casos, el gobierno repartió 37 000 millones de libras a Serco para administrar parte del sistema.
Desde el punto de vista de la salud pública ha sido un desastre; sin embargo, según los celebrados principios del capitalismo y la codicia de Boris Johnson, en efecto se ha lucido. Los mayores beneficiarios de la respuesta de Gran Bretaña a la pandemia han sido las corporaciones privadas que han obtenido enormes beneficios. La tarifa media diaria de los aproximadamente 2 500 consultores de Accenture, Deloitte y McKinsey es de 1 175 euros, y algunos cobran 7 780 euros al día.
Johnson ya ha trazado una hoja de ruta para reabrir la economía. Como consecuencia, incluso el escenario más optimista predice una tercera ola entre septiembre de 2021 y enero de 2022 que reportará al menos 30 000 muertes más en Gran Bretaña. Estas muertes son evitables. Sin embargo, precisamente porque el gobierno británico funciona movido por el capitalismo y la codicia, insiste en que tenemos que aprender a “vivir con el virus” para que el negocio empresarial pueda continuar.
Contrariamente a las afirmaciones de Johnson, esta pandemia ha ratificado que las necesidades de la atención médica pública no pueden satisfacerse adecuadamente con un sistema basado en la búsqueda de beneficios. De hecho, es en la ausencia del afán de lucro capitalista en lo que se basa la extraordinaria respuesta nacional e internacional a la COVID-19 por parte de la Cuba socialista, que ahora tiene cinco vacunas en fase de ensayo clínico y está lista para ser una de las primeras naciones en vacunar a toda su población.
Actualmente se están desarrollando unas 200 vacunas para la covid; el 25 de marzo de 2021, 23 candidatas habían avanzado a ensayos clínicos de fase III. Dos de ellas eran cubanas
Al reaccionar con rapidez y determinación, al movilizar su sistema de salud pública y un sector biotecnológico líder en el mundo, Cuba ha mantenido un número bajo de contagios y muertes. En 2020, Cuba confirmó un total de 12 225 casos de coronavirus y 146 muertes en una población de 11,2 millones, lo cual la sitúa entre los índices más bajos del hemisferio occidental.
En noviembre de 2020 se abrieron los aeropuertos, lo que provocó un aumento de contagios: en enero de 2021 se contabilizaron más infecciones que en todo el año anterior. El 24 de marzo de 2021, Cuba había registrado menos de 70 000 casos y 408 muertes. La tasa de mortalidad fue de 35 por 1 000 000 y la tasa de letalidad fue tan solo del 0,59% (2,2% en todo el mundo; 2,9% en Gran Bretaña).
En un año, 57 brigadas de médicos especialistas del Contingente Internacional Henry Reeve cubano habían tratado a 1,26 millones de pacientes con COVID-19 en 40 países; se adhirieron 28 000 profesionales de la salud cubanos que ya trabajan en 66 países. Los logros de Cuba son todavía más extraordinarios si se tiene en cuenta que, desde 2017, la administración de Trump lanzó punitivamente 240 nuevas sanciones, acciones y medidas para endurecer el bloqueo de 60 años a la Isla, incluidas casi 50 medidas adicionales durante la pandemia, que solo al sector de la salud le costaron más de 200 millones de dólares.
Cuba ha pasado a la ofensiva en la lucha contra la COVID-19 movilizando el sistema de salud público comunitario, centrado en la prevención, para realizar visitas diarias a domicilio, detectar y tratar casos de forma activa y encauzar al sector de las ciencias médicas con el objeto de adaptar y crear nuevos tratamientos para los pacientes y vacunas específicas contra la pandemia. Estos avances no solo traen esperanza a Cuba, sino al mundo entero.
¿Qué caracteriza a las vacunas cubanas?
En todo el mundo se están desarrollando unas 200 vacunas contra la COVID-19; el 25 de marzo de 2021, 23 candidatos vacunales habían avanzado a ensayos clínicos de fase III. Dos de ellas eran cubanas (Soberana 02 y Abdala). Ningún otro país latinoamericano ha desarrollado su propia vacuna hasta ese punto. Cuba tiene tres vacunas candidatas más en ensayos en fases anteriores (Soberana 1, Soberana Plus y una vacuna intranasal sin aguja llamada Mambisa).
¿Cómo se explica este logro? El sector biotecnológico de Cuba es único; de propiedad y financiación totalmente estatal, libre de intereses privados, los beneficios no se buscan a escala nacional y la innovación se canaliza para satisfacer las necesidades de salud pública. Decenas de instituciones de investigación y desarrollo colaboran compartiendo recursos y conocimientos en lugar de competir entre ellas, lo que facilita una vía rápida desde la investigación y la innovación hasta los ensayos y la aplicación. Cuba tiene la capacidad de producir entre el 60 y el 70% de los medicamentos que consume el país, un imperativo derivado del bloqueo de Estados Unidos y del coste de los medicamentos en el mercado internacional. También hay fluidez entre las universidades, los centros de investigación y el sistema de salud pública. Estos elementos han demostrado ser vitales en el desarrollo de las vacunas cubanas contra la COVID-19.
A escala mundial se están desarrollando cinco tipos de vacunas para combatir la COVID-19:
- Vacunas de vectores virales que inyectan un virus inofensivo no relacionado modificado para entregar material genético del SARS-CoV-2 (Oxford AstraZeneca, Gamaleya y Sputnik V);
- Vacunas genéticas que contienen un segmento de material genético del virus SARS-CoV-2 (Pfizer, Moderna);
- Vacunas inactivadas que contienen virus SARS-CoV-2 desactivado (Sinovac/Butantan, SinoPharm, Bharat Biotec);
- Vacunas atenuadas que contienen virus SARS-CoV-2 debilitado (Codagenix);
- Vacunas proteicas que contienen proteínas del virus que desencadenan una respuesta inmunitaria (Novavax, Sanofi/GSK).
La doctora Marlene Ramírez González explica que son “vacunas de subunidades, uno de los métodos más económicos, y el tipo para el cual Cuba tiene el mayor conocimiento e infraestructura”. De la proteína S –el antígeno o parte del virus SARS-CoV2 en el que se centran todas las vacunas para la COVID-19 porque induce la respuesta inmune más fuerte en humanos– las candidatas cubanas se basan solo en la parte involucrada en contacto con el receptor de la célula: el dominio receptor-obligatorio (RBD, por sus siglas en inglés), que es también el que induce la mayor cantidad de anticuerpos neutralizantes.
Esta estrategia no es exclusiva de las vacunas cubanas. Sin embargo, Soberana 02 sí se distingue del resto de candidatas del mundo como la única “vacuna conjugada”. Actualmente está en la fase III de los ensayos clínicos, combina RBD con toxoide tetánico, que potencia la respuesta inmune… Cuba ya había desarrollado otra vacuna con este principio. Se trata de Quimi-Hib, “la primera de su tipo en ser aprobada en América Latina y la segunda en el mundo”, contra el Haemophilus influenzae tipo b, cocobacilo responsable de enfermedades como meningitis, neumonía y epiglotitis”.
Idania Caballero, científica farmacéutica de BioCubaFarma, señala que las vacunas se apoyan en décadas de estudios médicos y trabajo en materia de enfermedades infecciosas: “La tasa de mortalidad en Cuba por enfermedades infecciosas, incluso en tiempos de covid, es inferior al 1%. Cuba vacuna hoy contra 13 enfermedades con 11 vacunas, ocho de las cuales se producen en el país. Gracias a los calendarios de vacunación se han eliminado seis enfermedades. Las vacunas producidas con estas tecnologías se han administrado incluso a niños en los primeros meses de vida”.
Las vacunas Soberana las produce el Instituto Finlay en alianza con el Centro de Inmunología Molecular (CIM) y el Centro de Biopreparados. En su nombre viene implícita su importancia económica y política; sin un producto nacional, Cuba tendría dificultades para acceder a vacunas extranjeras, ya sea por el bloqueo de Estados Unidos o por el coste de las mismas. Las vacunas Soberana insertan información genética en células superiores de mamíferos. Soberana Plus es la primera vacuna del mundo para pacientes convalecientes de covid-19 que llega a los ensayos clínicos.
Las otras vacunas, Abdala y Mambisa, nombres que también rinden homenaje a la lucha de Cuba por la independencia, las produce el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB). Estas vacunas insertan información genética en un organismo menos evolucionado, un microorganismo unicelular (la levadura Pichia Pastoris). Se apoyan en el extraordinario historial del CIGB, incluidas sus vacunas contra la hepatitis B, utilizadas en Cuba durante 25 años.
Al desarrollar diferentes plataformas de vacunas, esas instituciones evitan competir por los recursos. Caballero explica que “Cuba tiene la capacidad de producir dos cadenas vacunales independientes, con más de 90 000 000 de vacunas anuales, manteniendo la producción requerida de otros productos para el mercado interno y para la exportación”. Las vacunas cubanas requieren tres dosis y, al ser estables a temperaturas de entre 2 y 8 grados, no requieren costosos equipos especiales de refrigeración.
Ensayos en fase III y ‘estudios de intervención’
A finales de marzo, los ensayos de fase III estaban en marcha para Soberana 02 y Abdala, cada uno de los cuales incorporaba a más de 44 000 voluntarios mayores de 19 años en regiones con alta incidencia de COVID-19. Soberana 02 se administra en La Habana y Abdala en Santiago de Cuba y Guantánamo.
El análisis y seguimiento de los pacientes del ensayo de fase III continuarán hasta enero de 2022 para investigar si previenen la transmisión, cuánto dura la inmunidad y otras preguntas que ningún fabricante de vacunas puede responder aún. Sin embargo, otros 150 000 sanitarios en La Habana están recibiendo inyecciones de Soberana 02 como parte de un ‘estudio intervencionista’, una forma de ensayo clínico que puede autorizarse después de que se haya demostrado la seguridad de los medicamentos en la fase II.
Los estudios de intervención no incluyen pruebas de doble ciego ni placebos. Otros 120 000 sanitarios del oeste de Cuba recibirán Abdala en las próximas semanas. A finales de mayo de 2021, otros estudios intervencionistas en la capital administrarán la vacuna a 1,7 millones de personas en La Habana, la mayoría de la población adulta, lo que significa que 2 000 000 de cubanos estarán completamente vacunados.
Si los resultados son satisfactorios, en junio se iniciará la verdadera campaña nacional de vacunación, que priorizará a los grupos según factores de riesgo y comenzará por los mayores de 60 años. Para finales de agosto de 2021, 6 000 000 de cubanos, más de la mitad de la población, estarán protegidos y para finales de año, Cuba se encontrará entre los primeros países del mundo en vacunar completamente a toda su población.
Los científicos médicos cubanos confían en tener la capacidad y la experiencia para adaptar sus formulaciones, tecnologías y protocolos de actuación vacunales para abordar nuevas variantes. Los próximos pasos son que Soberana 01 y Soberana Plus entren en ensayos de fase II y se lanzará un nuevo estudio con jóvenes de 5 a 18 años.
Cuba y China forman equipo con Pan-Corona
El CIGB de Cuba se ha asociado con colegas en China para trabajar en una nueva vacuna llamada Pan-Corona, diseñada para ser efectiva en diferentes cepas del coronavirus. Utilizará partes del virus que se conservan, no expuestos a variaciones, para generar anticuerpos, combinados con partes dirigidas a respuestas celulares.
Los cubanos aportan la experiencia y el personal, mientras que los chinos aportan los equipos y recursos. La investigación se llevará a cabo en el Centro Conjunto de Innovación Biotecnológica de Yongzhou, en la provincia china de Hunan, que se instauró el año pasado con equipos y laboratorios diseñados por especialistas cubanos.
Gerardo Guillén, director de ciencias biomédicas del CIGB, afirmó que la propuesta “podría proteger contra emergencias epidemiológicas de nuevas cepas de coronavirus que puedan darse en el futuro”. El proyecto se basa en casi dos décadas de colaboración en ciencias médicas entre Cuba y China, incluidas cinco empresas conjuntas en el sector biotecnológico.
Una vacuna para el hemisferio sur
Los profesionales cubanos han recibido diez medallas de oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) durante 26 años; sus productos biotecnológicos se exportaban a 49 países antes de la pandemia, incluidas las vacunas utilizadas en los programas de inmunización infantil en América Latina.
Cuba ha manifestado que sus vacunas contra la COVID-19 se exportarán a otros países. Esto brinda esperanza a las naciones con ingresos bajos y medianos que simplemente no pueden permitirse vacunar a sus poblaciones a los precios elevados (entre 10 y 30 dólares por dosis) exigidos por las grandes farmacéuticas.
En febrero de 2021, la Oficina de Periodismo de Investigación informó que la empresa estadounidense Pfizer ha estado “intimidando” a los países latinoamericanos para que pongan activos soberanos, como edificios de embajadas y bases militares, como garantía contra el coste de cualquier causa judicial futura en relación con sus vacunas para enfrentar la enfermedad.
A través de un acuerdo con el Instituto Pasteur de Irán, 100 000 iraníes participarán en los ensayos clínicos de fase III de Soberana 02 y otras 60 000 personas participarán en Venezuela. Otros países, incluidos México, Jamaica, Vietnam, Pakistán e India, han manifestado su interés en recibir las vacunas cubanas, al igual que la Unión Africana, que representa a las 55 naciones de África. Es probable que Cuba aplique una escala variable a sus exportaciones de vacunas anti COVID-19, como lo hace con la exportación de profesionales médicos, por lo que lo que cobra refleja la capacidad de pago de los países.
Lo que ha logrado Cuba es notable, pero como afirma Caballero: “Sin el injusto bloqueo de Estados Unidos, Cuba podría tener más resultados y mejores”. Cuba se ha convertido en un líder mundial en biotecnología porque tiene un estado socialista con una economía de planificación centralizada, que ha invertido en ciencia y tecnología y antepone el bienestar humano a las ganancias; es decir, con la ausencia de capitalismo y codicia que celebra el primer ministro británico Johnson.
Tomado de Cubadebate
(Fuente Diario Público, traducción del original publicado en Counterpounch)