De acuerdo con el estudioso de las relaciones entre La Habana y Washington, las protestas y los disturbios protagonizados por un sector minoritario de la población cubana el 11 de julio demuestran que Estados Unidos no ha renunciado al objetivo de destruir a la Revolución.
También ratificaron que para conseguir su propósito está dispuesto a crear los incidentes más graves en la isla, advirtió.
El profesor universitario subrayó que sin la participación material del gobierno de Estados Unidos, no se habrían producido las manifestaciones del 11 de julio, pese a las innegables dificultades materiales que enfrenta la población cubana.
Para Lamrani, comprender lo ocurrido pasa por tener en cuenta varios hechos, en primer lugar la situación económica sumamente difícil por la que pasa la mayor de las Antillas, tras el reforzamiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde hace más de 60 años.
En ese sentido, recordó que la administración republicana de Donald Trump aplicó más de 240 medidas para fortalecer el cerco, 50 de estas acciones hostiles ordenadas en plena pandemia de la Covid-19, todas mantenidas hasta ahora por su sucesor en la Casa Blanca, Joseph Biden, miembro del Partido Demócrata.
El académico francés señaló a Prensa Latina que la política de Washington en los últimos años golpeó con severidad a sectores generadores de fuentes de ingresos en la nación caribeña, como la exportación de servicios y el turismo, además de a la entrada de remesas familiares.
Otro factor importante responde a las consecuencias de la crisis sanitaria provocada por la Covid-19, combinación que ha creado graves dificultades materiales a la población, manifestó.
Lamrani abundó que en este contexto de doble castigo bloqueo-pandemia resulta lógico el malestar de las personas, escenario que Estados Unidos busca aprovechar para conseguir su objetivo trazado desde el triunfo de la Revolución en 1959: ‘romper el orden establecido y conseguir un cambio de régimen’.
‘Es una constante de la política exterior de Washington y todo eso está ampliamente documentado y admitido públicamente por las autoridades estadounidenses. Hay un presupuesto de 20 millones de dólares anuales para conseguir este objetivo’, afirmó.
El intelectual y conocedor de las relaciones entre ambos países mencionó el uso de las redes sociales en la más reciente cruzada desestabilizadora y el diseño de una campaña basada en sofisticados recursos tecnológicos para desde el exterior imponer tendencias en plataformas como Twitter, entre ellas la etiqueta ‘SOSCUBA’.
Los elementos muestran una operación artificial -desvinculada de la realidad cubana- financiada por poderosos intereses, con el fin de mostrar al mundo la imagen de un país en llamas y de una sublevación popular, expuso.
En ese sentido, agregó que la cruzada tuvo un acompañamiento mediático, con medios de prensa dominantes que ‘no vacilaron en manipular la información y engañar a la opinión pública’, incluso presentando manifestaciones de apoyo al gobierno cubano como protestas en su contra.
Lamrani también se refirió a los llamados a una intervención humanitaria en Cuba bajo el argumento de la situación económica generada, un pedido que consideró equivalente a reclamar una intervención militar.