Lauda Devia, integrante del Partido Comunes en Cali, Colombia
¿Cuándo escuchaste por vez primera sobre Fidel?
No lo recuerdo. Cuba y la Revolución siempre estuvieron presentes en las conversaciones familiares, así que no logro encontrar un momento en mi vida en el que no supiera quién era Fidel.
Lo que sí puedo decir es que cuando empecé a vivir en Cuba, con 6 años de edad, mi percepción sobre su papel en el proyecto colectivo cambió mucho. Pasé por varias etapas: desde la adoración absoluta por su trayectoria hasta confusión y decepción ante decisiones incorrectas.
Ahora, muchos años después, logro mantener el amor y la admiración por sus ideas y su práctica, sin idealizarlo y sin dejar de cuestionar la manera en la que otras personas asumen su legado. Por ejemplo, puedo querer mucho a Fidel, sin estar de acuerdo con las frases de “Gracias, Fidel” en las escuelas, porque me recuerdan esa idolatría cuasi religiosa y personalista que tanto les ha hecho daño a los procesos colectivos de izquierda.
¿Cómo viviste la noticia de su partida?
Ese día había estado con varios amigos en la presentación de Ernesto Guevara, más conocido como el Che, de Paco Ignacio Taibo II, en Casa de las Américas. Luego fuimos a un concierto de Aterciopelados, un grupo colombiano de rock, en El Sauce. De repente Fidel Díaz interrumpió la presentación para informar la noticia de la muerte de Fidel y suspender el concierto. Yo sentí que se congeló el tiempo. Andrea Echeverry, la cantante de Aterciopelados, se molestó mucho. No entendía por qué la muerte de alguien debía interferir con su espectáculo. Ahí caí en la cuenta de que nada de lo que le dijeran iba a hacer que ella pudiera dimensionar lo que acababa de pasar. Esa relación tan estrecha (de amor o de odio, no importa) que tantas generaciones tenemos con Fidel no hay cómo explicarla, se siente y ya.
Esa noche lloré desconsoladamente. La muerte de Fidel era algo esperable, por supuesto, pero el golpe de realidad no dejó de tambalearme muchísimo. En los días siguientes estuve en todos los espacios de homenajes y me impresionaron dos cosas: ver a mucha gente de mi generación realmente conmovida, compartiendo historias, sentires y tristezas y ver a gente menor, mucho más distante emotivamente con la memoria de Fidel. Cómo lograr que esas nuevas generaciones se conecten con una persona, un conjunto de ideas y valores y el significado que tienen dentro de un proceso mucho más amplio, creo que es un gran reto para nuestro tiempo.
¿Qué han significado para tu militancia las ideas de Fidel y su ejemplo?
Esta respuesta pudiera ser interminable. Fidel, al igual que Haydée Santamaría, el Che y José Martí, es uno de mis referentes políticos y éticos fundamentales. La coherencia y el compromiso revolucionarios son principios que aprendí de él y que me llevaron a ingresar a la organización política con la que más me identificaba (y me identifico).
Constantemente revisito discursos y escritos suyos y suelo encontrar muchísimos aprendizajes nuevos e importantes para mi vida militante. Todavía me sorprendo de los certeros que son varios de sus análisis sobre Cuba, pero sobre todo de Latinoamérica y la relación con EEUU.
Últimamente uno de los elementos que más pienso de su práctica política es la capacidad de ser irreverente siempre y mantener la radicalidad, incluso cuando las responsabilidades como jefe de Estado hacían que tuviera que moderarse. En este contexto de construcción de paz, para nuestro partido es un reto mantener la firmeza y radicalidad de nuestras ideas, al mismo tiempo que se abandona la retórica de la guerra. Creo que Fidel nos puede ayudar mucho en eso.