La revolución cubana ha salido fortalecida una vez más de otra feroz embestida de Estados Unidos (EU), que buscaba provocar un estallido social y el derrocamiento por la fuerza del proyecto revolucionario. La canalla mediática ha hablado de protestas pacíficas pero muchos videos muestran escenas de violencia y saqueo contra la propiedad pública y privada. El remezón contrarrevolucionario ha propiciado que muchas personas honestas en el mundo se den cuenta de la magnitud de los multimillonarios planes desestabilizadores anticubanos gestados durante años por EU.

Mientras, Cuba es un hervidero de iniciativas renovadoras, de programas sociales, como las obras en viviendas, parques, escuelas, calles y policlínicos que se ejecutan de manera proritaria desde hace un mes en 62 barrios rezagados de La Habana. Con una activa participación de los vecinos desde su misma concepción, porque se trabaja con la idea de fortalecer al municipio como establece la nueva Constitución de la república. Descentralización administrativa y cada vez mayor participación popular en las decisiones. Hay que consultar a la población sobre estas cosas, preguntarle qué se prioriza, si la carretera, si las aceras, si el círculo social, si la casa de cultura; esa es la democracia nuestra, ha dicho el presidente Miguel Díaz-Canel. Uno pensaría de él que tiene el don de la ubicuidad porque en una situación tan compleja como la descrita, no hay problema importante que no reciba su personal atención. Sean los barrios o el abastecimiento de oxígeno medicinal, o el seguimiento a la producción de las vacunas o de alimentos. Dígase, por ejemplo, que desde hace 18 meses preside diariamente la reunión del grupo transitorio de enfrentamiento al Covid-19, en el que en formato virtual, rinden cuentas y se da instrucciones a las autoridades de todas las provincias.

Debido a la generalización de la variante delta hubo un incremento extraordinario en el número de casos y en las defunciones por Covid a partir de junio y se han hecho proezas, lo posible y lo que parecía imposible, para paliar y solucionar la escasez de oxígeno medicinal, al ocurrir una importante avería en la principal planta productora. Es sobresaliente la participación de los estudiantes universitarios y de muchos jóvenes no universitarios tanto en el trabajo comunitario como en lo que se denomina línea roja del Covid, en la que realizan importantes labores de apoyo en centros de aislamiento de pacientes y hospitales. En Matanzas, donde se logró aplanar la curva de contagios, ha sido heroico su concurso. Ayer escuché testimoniar a Gerardo Hernández Nordelo, uno de los cinco héroes cubanos y coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución el deseo por participar que se aprecia en los jóvenes. Es el Moncada de esta generación. Pese al duro ataque de delta y a las mentiras de los medios hegemónicos sobre una supuesta incapacidad de su sistema de salud para enfrentar la contingencia, Cuba registra desde el inicio de la pandemia y hasta la semana pasada una letalidad de 0.80 por ciento, bien por debajo de 2.08 mundial y del 2.51 de las Américas. Sí ha habido negligencias y fallas, pero no ha sido lo predominante, ni siquiera en un momento tan crítico.

Los desórdenes callejeros del 11 de julio, no obstante haber sido estimulados desde meses atrás y desencadenados por los feroces planes desestabilizadores de Washington, evidenciaron también problemas no atendidos a tiempo o no resueltos, entre ellos negligencias en el aparato de gobierno. La misma tarde del 11, cuando explicó la brutal campaña mediática y la acción contrarrevolucionaria en curso, Díaz-Canel calificó de legítimas algunas de las demandas de los inconformes con quienes había dialogado esa mañana en San Antonio de los Baños. Después de eso lo hemos visto recorrer uno a uno los barrios vulnerables de La Habana, entre ellos La Güinera, epicentro de las protestas en la capital, donde –debe decirse con honestidad– fue aclamada su presencia. El presidente viajaba constantemente por el país hablando con la gente hasta que el Covid vino a impedir durante meses a los cuadros y dirigentes revolucionarios la relación directa con la gente, insustituible por su carga emocional. Nunca antes había ocurrido. Y aconteció cuando era más necesario, cuando los colmillos añadidos por Trump al bloqueo, la ausencia de ingresos por turismo y la crisis económica agravada por la pandemia, se hundían más profundamente en la carne de cubanos y cubanas.

La revolución cubana ha podido sostener su proyecto de independencia y justicia social frente a la agresividad del vecino del norte, entre otras razones, por su arraigo en la mejor tradición nacional y popular, su combatividad, creatividad y su capacidad de reinvención. El imperialismo nunca ha podido, ni podrá, arrebatar la iniciativa a los revolucionarios cubanos.

Fuente: La Jornada

Por REDH-Cuba

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