Esta reflexión pretende mostrar la manera en que las agresiones internacionales sufridas por Haití fueron las que estructuraron al movimiento feminista haitiano, llevando a las feministas de este país a posicionarse por la soberanía del territorio nacional. El presente artículo analiza las respuestas del movimiento a los actos de animosidad internos y externos, revisitando la larga historia de lucha de las mujeres haitianas.
En el país, según la narrativa consensuada, el movimiento feminista haitiano comenzó con la primera ocupación de los marines norteamericanos en Haití (1915-1934). Sin embargo, desde 1804 se han documentado numerosos actos, sobre todo de mujeres, emparentados o asimilables con acciones feministas, como las luchas por la libertad de circulación de las mujeres y el derecho a la ciudad de las mismas. Más tarde, en la época de la ocupación, los marines utilizaron la violación de las mujeres como parte del dispositivo de sometimiento del territorio haitiano. Según Grace Sanders (2013)1, la violación fue uno de los instrumentos de la ocupación de 1915. Al hablar de este periodo, Sandra Duvivier (2008)2 sostiene que las agresiones a mujeres y hombres jóvenes formaban parte de un marco político y económico global que implicaba la devaluación racial, económica, política y sexual de los cuerpos negros del Tercer Mundo. Roger Gaillard (1983)3 señala también que los marines solían realizar registros en los mercados contra los campesinos rebeldes, los llamados “Cacos”, molestando y robando a las vendedoras y a los agricultores que acudían a vender sus productos. Ante estas situaciones, las mujeres burguesas, en particular las que formaban parte de la Unión Patriótica4 , se aliaron con las campesinas y pusieron en marcha estrategias para luchar contra las violaciones y el acoso sexual de los marinos. Estas mujeres organizaron sentadas, colectas de fondos y procesiones. También recogieron información para documentar los abusos de los marines en Haití.
Tres mujeres se destacaron por su dedicación durante estas actividades: Thérèse Hudicourt, Alice Garoute y Eugène Malebranche Sylvain. Este movimiento dará sus frutos y marcará, hacia 1934, la sentencia de muerte de la ocupación del país, ya que el gobierno estadounidense decidió enviar una comisión a Haití en 1930 para investigar los crímenes cometidos por los marines. De estas acciones iniciadas por las pioneras, las feministas haitianas mantendrían la lucha por el derecho a la autodeterminación y la soberanía política como un pilar reivindicativo que fomentaría la sistematización de una conciencia feminista y que llevaría a la institucionalización del movimiento.
Tras este periodo, las hijas de las mujeres que habían iniciado este movimiento contestatario fundaron la primera organización feminista del país: la Liga Femenina de Acción Social (LFSA). A partir de los años 30, sus integrantes lucharon por el acceso a la educación de las niñas, especialmente la de las más pobres. Según Madeleine Sylvain Bouchereau (1957)5, una de sus fundadoras, la organización impartía clases nocturnas para las mujeres trabajadoras, en la capital y en las otras ciudades donde tenía presencia. Estas acciones condujeron a la creación de una escuela secundaria para niñas en 1943, lo que facilitaría su acceso a la universidad.
La LFSA trabajó para mejorar el estatus jurídico de las mujeres. Bajo su impulso, el decreto-ley del 11 de enero de 1944 autorizó a las mujeres casadas a utilizar, como quisieran, los salarios y ganancias derivadas de su trabajo, eliminando el derecho de los maridos a controlar los ingresos de sus esposas. Una de las enmiendas a la Constitución de 1935 había autorizado a las mujeres a ocupar cargos civiles y políticos. Las luchas de la Liga también condujeron a la licencia de maternidad remunerada, que pasaba a cubrir las tres semanas anteriores y las tres posteriores al parto.
Desde su creación en 1934 hasta la década de 1950, la LFSA también hizo campaña por el acceso de las mujeres al voto. Aunque tuvieron éxito, la dictadura de los Duvalier (1957-1986) les impidió disfrutar de sus derechos electorales. De hecho, cuando François Duvalier llegó al poder en 1957, silenció al movimiento. Todos los otros sectores de la vida nacional también se vieron afectados por sus actos de represión: la Iglesia, los sindicatos, los partidos políticos, las organizaciones sociales, estudiantiles y de mujeres, etc.
Manifestando su preocupación por el ascenso del comunismo en los países latinoamericanos, Estados Unidos contribuyó extensamente a la consolidación de la dictadura en Haití. Los gobiernos norteamericanos, a pesar del distanciamiento de Kennedy, habían hecho la vista gorda ante los abusos del régimen de Duvalier. Además de Estados Unidos, el duvalierismo se había beneficiado ampliamente del apoyo del bloque occidental al tener acceso a dinero y armas (Arthus, 2012)6 para mantener a raya a la población haitiana con el apoyo de sus milicias.
Las activistas de la Liga pagaron un alto precio por luchar contra el fascismo en Haití. Algunas fueron encarceladas, torturadas, violadas, golpeadas, exiliadas o ejecutadas. Entre las mujeres y feministas víctimas de la dictadura, podemos mencionar a: Yvonne Hakim Rimpel, Laurette Badette, Marie Thérèse Féval y Yannick Rigaud. Estos actos de represión provocaron la desestructuración de las organizaciones feministas. Éstas se vieron obligadas a pasar a la clandestinidad o se redujeron a la realización de labores filantrópicas. Además, las mujeres que no reconocían el proyecto de Duvalier, incluidas las feministas, eran consideradas por el régimen como apátridas (Lamour, 2016)7.
Desde el período de las precursoras, el movimiento mantuvo las luchas por el acceso a los derechos civiles y políticos de las mujeres. Esta cuestión se retomó en 1986, tras la caída de la dictadura, y estuvo en el centro de las acciones que volvieron a facilitar la sistematización de la institucionalización del movimiento. De hecho, en la efervescencia política posterior a la caída del régimen, las feministas volvieron a renovar el espacio político lanzando la manifestación del 3 de abril de 1986. Desde entonces, las feministas han seguido luchando para transformar la condición de las mujeres. Posteriormente surgieron varias organizaciones feministas como SOFA, Kay Fanm, Fanm Deside, CPFO, AFASDA. A raíz de esto, el movimiento se estableció como una fuerza movilizadora de demandas populares generales y de demandas específicas de las mujeres.
En 1996, bajo el impulso de las feministas, el Parlamento reconoció el 3 de abril como el día nacional del movimiento feminista haitiano. En ese contexto, las mujeres dirigieron programas para luchar contra las violencias, para defender sus derechos a la participación política, por su autonomía económica y por políticas de salud sexual y reproductiva. Iniciados por las feministas de la generación posterior a 1986, estos movimientos reclamaban una ruptura con la impunidad y la injusticia que asolaban a la sociedad, especialmente durante las décadas de 1990 y el 2000. En efecto, durante este periodo los militares utilizaron la violación como arma de terror y represión política contra las mujeres, en particular las de los barrios populares ,que exigían el respeto de las elecciones del 6 de diciembre de 1990 en las que fue elegido presidente Jean-Bertrand Aristide.
Este periodo fue fundamental en el establecimiento de las conquistas feministas. El 8 de noviembre de 1994, bajo el impulso del SOFA, surgió el Ministerio de la Condición Femenina y Derechos de la Mujer, como lugar de concreción de las demandas de las feministas8. Este periodo marcó la entrada de las feministas en la escena pública y en la toma de decisiones políticas, las que ya habían liderado una lucha por el reconocimiento de la contribución de las mujeres en todos los niveles de la vida nacional. Para coronar este proceso, la estatua de Catherine Flon, una heroína de la independencia de Haití en 1804, se colocaría en Campo de Marte, la principal plaza del país.
Pero este fue un periodo difícil para la población haitiana, especialmente para las mujeres, considerando el golpe de Estado de 1991, la aplicación de políticas de ajuste estructural, la imposición de un embargo y el regreso del ejército estadounidense a Haití para custodiar el retorno de Aristide. Aunque consiguieron importantes logros políticos, las mujeres pagaron un alto precio por el regreso al orden constitucional. Sin embargo, este período fue políticamente rico para las feministas haitianas, ya que reinventaron su repertorio de acción política. Prueba de ello es la celebración del simbólico tribunal de mujeres bajo el impulso de Kay Fanm en 1997, que anunció la creación de estructuras de acogida y alojamiento para mujeres y niñas violentadas.
Durante la crisis política de 2004, las organizaciones de mujeres fueron de las primeras en denunciar los excesos del gobierno de Aristide. Pero tras el derrocamiento del ex presidente, los secuestros y las agresiones contra las mujeres han agravado el panorama urbano. Con el pretexto de mantener la paz, las Naciones Unidas enviaron la llamada Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización y la Paz en Haití (MINUSTAH), que quedó bajo el mando militar de Brasil. Las feministas la consideraron una fuerza de ocupación y aprovecharon para crear dos estructuras que congregaron a las organizaciones feministas y de mujeres: la Coordinación Nacional de Defensa de los Derechos de la Mujer (CONAP) y la Concertación Nacional. En el seno de estas dos estructuras lideraron una década de lucha legislativa que abarcó: la penalización de la violación, la legislación sobre el trabajo doméstico, la unión consensual y la paternidad responsable, así como el cambio de nombre de diferentes calles, conmemorando diferentes figuras femeninas en todo el país.
Entre 2004 y 2018, un gran número de soldados de la ONU violaron a mujeres y hombres jóvenes, abandonaron a sus hijos nacidos en Haití y fomentaron la prostitución, al tiempo que llevaron al país una epidemia de cólera. Las feministas han reclamado que se procese a la MINUSTAH tanto por las violaciones cometidas como por la introducción del cólera. Además, en 2006, el feminicidio vinculado a la violencia de las bandas armadas emergió en el panorama político haitiano, como lo atestigua el secuestro y asesinato de Natacha Kerby Dessources.
El terremoto del 12 de enero de 2010 no estuvo exento de repercusiones para el feminismo haitiano. Tres de sus más notorias lideresas perdieron la vida durante este desastre. Mientras, los actores de la cooperación internacional aprovecharon este momento de pánico para reforzar su control sobre el país. A través de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) monopolizaron las actividades de reconstrucción en la capital Puerto Príncipe. Este control fue denunciado por las organizaciones feministas, que fueron excluidas del proceso. En este contexto, las elecciones llevaron al poder al partido PHTK, con el apoyo de la comunidad internacional.
Las organizaciones internacionales han invertido en el Ministerio de la Mujer transformando esta entidad en un espacio meramente técnico para la ejecución de proyectos. Esta orientación liberal se impuso a expensas de las luchas por la despatriarcalización de la sociedad, en beneficio de un enfoque que muestra cómo las fuerzas internacionales se alían con el poder local para borrar la memoria de las luchas feministas, instrumentalizando los espacios conquistados por el movimiento. Pero este momento histórico ha favorecido la definición de dos políticas clave en la lucha de las mujeres dentro de los espacios de decisión: la política de igualdad de género entre hombres y mujeres y el plan nacional para combatir la violencia contra las mujeres y las niñas. Sin embargo, a pesar de estos logros, este periodo ha dejado al movimiento bastante debilitado, en razón de una escandalosa “oenegización” de los espacios habitualmente ocupados por las feministas.
Entre 2011 y 2015, durante el primer mandato del PHTK, la comunidad internacional mantuvo su apoyo al gobierno, a pesar de los excesos del presidente Michel Martelly. Es en este marco que el llamado Grupo Central -compuesto por representantes de la ONU, la OEA, Estados Unidos, Brasil y varias embajadas europeas- se impuso en el escenario político, tendiendo a ocupar los espacios de mediación entre los ciudadanos haitianos y sus dirigentes. Esta situación es denunciada por varias organizaciones feministas entre las que se encuentran SOFA , Kay Fanm y Fanm Deside, que desde la crisis de julio de 2018 exijen a estos actores internacionales que cedan el espacio de discusión a los actores nacionales, incluidos los líderes y lideresas locales. Estos reclamos son tanto más importantes si consideramos que, en la crisis en curso, la violación es utilizada como un dispositivo de terror que sirve para bloquear las reivindicaciones de la ciudadanía. Afirmamos que las instituciones internacionales apoyan a un gobierno que se niega a poner freno a las violaciones cometidas por bandas armadas apoyadas abiertamente por ciertos dignatarios del régimen, mientras, contradictoriamente, financian programas para hacer frente a la violencia contra las mujeres. En la actualidad, el movimiento de mujeres se enfrenta a un periodo de reflujo político, tras los logros conseguidos durante las décadas del 90 y los años 2000. Sus luchas políticas se ven vaciadas con el accionar de la cooperación internacional. Sin embargo, durante este mismo periodo, SOFA organizó el simbólico Parlamento de las Mujeres para mostrar a las mujeres la importancia de su protagonismo en los espacios de decisión.
Desde 2018, para contrarrestar los excesos del gobierno, las feministas se unieron a otras organizaciones para crear espacios de reflexión sobre las dificultades que atraviesa el país. Al mismo tiempo, entre 2019 y 2020, con el fin de establecer un régimen dictatorial, el gobierno propuso un proyecto de reforma constitucional en el que promete a las feministas haitianas la paridad en la toma de decisiones. El gobierno pretende utilizar este cebo para arrastrar a las organizaciones feministas a su proyecto. Estas promesas han creado disensiones dentro del movimiento, provocando formas de hostilidad horizontal entre las mujeres, mientras el país se hunde en una espiral de violencia.
En el transcurso de estas luchas, se han destacado varias figuras femeninas. Algunas denunciaron la impunidad, la corrupción y el despilfarro de los fondos de Petrocaribe por parte del Estado haitiano, señalando con el dedo a varios funcionarios, incluido el actual presidente de facto de la República. Estos reagrupamientos políticos han facilitado el nacimiento de varias entidades, entre ellas: el Consenso Alternativo, el Portal, Mache Kontre, la CASC, el Foro Patriótico, Nou pap Dòmi, etc. En este panorama, la corrupción que atraviesa a diversos grupos políticos -de la que no están exentos los feminismos- constituye uno de los puntos pilares, cuya resolución puede tener un impacto notable en el futuro del feminismo en Haití.
A esta altura, podemos concluir que las luchas feministas en Haití son multidimensionales, destacando tanto los diferentes momentos de la lucha de las mujeres, así como los efectos de la agresión internacional en cada uno de esos periodos. A lo largo de cada uno de ellos, la lucha feminista se desarrolla en varios terrenos y en la intersección de las relaciones de poder externas e internas. A lo largo de estas páginas pudimos ver el impacto que el resurgimiento del feminismo haitiano en 1986, los efectos de las políticas económicas neoliberales, y la monopolización del proceso de reconstrucción de Haití por parte de la cooperación externa, tuvieron sobre las mujeres, en particular tras el terremoto de 2010. Esto también revela las dinámicas paradójicas utilizadas por las instituciones internacionales que creen estar apoyando los derechos de las mujeres, pero que al mismo tiempo realizan acciones que debilitan a sus organizaciones y a otras iniciativas ciudadanas, mediante la instrumentalización de ciertos ideales feministas. En efecto, a través del feminismo liberal y de la promoción de un feminismo desarrollista, estos actores externos instrumentalizan la cuestión de las relaciones sexo-genéricas para asegurar su hegemonía en Haití. Con sus acciones, socavan la dinámica combativa del movimiento y sus íntimos vínculos con las luchas populares por la emancipación en Haití desde 1915.
Sabine Lamour es Doctora en Sociología por la Universidad París 8. Trabaja desde el año 2005 en organizaciones de mujeres como consultora independiente en áreas rurales y urbanas. Ha sido profesora en la Universidad Estatal de Haití (UEH) desde 2012. Activista feminista, coordina la organización feminista Solidarité des femmes haïtiennes (SOFA). Fue una de las co-coordinadoras del libro Déjouer le silence: contre-discours sur les femmes haïtiennes. Investiga temas vinculados a la esclavitud, la raza, la clase, la masculinidad y las violencias.
Notas:
1 Grace Sanders, 2013. La Voix des Femmes: Haitian Women’s Rights, National Politics, and Black Activism in Port-au-Prince and Montréal, 1934-1986.
2Sandra Duvivier, 2008. «My body is my piece of land, Female Sexuality, Family and Capital». Callaloo, vol.31, n˚ 4, 2008, p.1104-1121.
3Roger Gaillard 1983. Les Blancs débarquent 1919-1934. La guérilla de Batraville, Presses de l’Imprimerie le Natal, Port-au-Prince.
4Creada tras la convocatoria de Georges Sylvain en agosto de 1915, la Unión Patriótica tuvo como objetivo luchar contra la ocupación norteamericana de Haití de 1915, y por la recuperación de la soberanía nacional.
5Madeleine Sylvain Bouchereau, 1957. Haïti et ses femmes. Une étude d’évolution culturelle. Port-au-Prince : Imprimerie Fardin.
6Wein Webert Arthus, 2012. Les relations internationales d’Haiti de 1957 à 1971. Bulletin de l’Institut Pierre Renouvin, 2012/1 N° 35, pp. 157 a 167.
7Sabine Lamour, 2016. “Les Fiyèt-Lalo (Fillettes-Lalo) : Un impensé de la mémoire de la dictature duvaliériste”. Haïti. De la dictature à la démocratie? Bérard Cénatus, Stéphane Douailler, Michèle Duvivier Pierre-Louis et Étienne Tassin.
8Entrevista realizada a Lise Marie Déjean, Ministra de la Condición Femenina (1994-1995), Mayo de 2021.