Este trabajo es una síntesis del artículo publicado en la revista Repertorio Americano, localizado en: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/repertorio/article/view/13502/18790
Introducción
La escalada ideológica desatada contra el triunfo de la Revolución Cubana con el fin de calumniarla tuvo entre sus blancos principales a Fidel Castro. Contra él crearon una serie de acusaciones, siendo una de ella que, promovía el culto a la personalidad. Quienes hacen esos señalamientos, nunca han mostrado una sola prueba. El culto a la personalidad en la Revolución Cubana no sólo nunca se aceptó, sino que estaba prohibido, y la prohibición provenía de los propios dirigentes revolucionarios.
Fidel Castro una personalidad descollante de América Latina
Algunos datos llaman la atención y no se conoce otro caso similar, y es que se registran más de 638 conspiraciones contra su vida, provenientes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos (Dalband, 2013, p. 2). Otro hecho único, según el personal de su despacho presidencial, por lo menos, dos mil periodistas de todo el mundo pedían cada año entrevistarse con él (Rodríguez, 2007, p. 5). Entonces, no es un personaje menor o un presidente más de América Latina; es una figura central en la historia del continente, con gran influencia en la política internacional del siglo XX y parte del siglo XXI.
Contra Cuba y su dirigente principal existe una gran industria comercial que ha publicado muchos escritos; tienen autores “especializados”, quienes por varias décadas pronosticaron la caída del gobierno y, diagnosticaron enfermedades y fechas de muerte de Fidel; esos escritores revelan gran obsesión por él, una especie de odio/amor, desprecio/admiración. Intentan tergiversar y desfigurar la historia de Cuba y Fidel Castro para que lo que se sepa y recuerde de ambos, sea malo, y para que no interesen ni convoquen. Ante tanto odio y desprecio hacia el líder principal de la Revolución Cubana, Gallardo (1999) dice:
Si Fidel Castro fuese encerrado hasta morir en una cárcel norteamericana, muchas personas y pueblos del mundo, y en particular muchos sectores populares de América Latina lo mantendrían vivo en su memoria y le harían “su” justicia dándole un lugar preferencial en las diversas expresiones de la contra-cultura (p. 12-13).
Cuba y el uso de los nombres y los retratos de los líderes
Uno de los señalamientos sobre el culto a la personalidad, tiene que ver con el uso de los nombres y de los retratos de los líderes, los cuales serían impulsados por el propio gobierno. En el caso de Cuba, el 20 de marzo de 1959, cuatro meses después del triunfo de la Revolución, el Consejo de ministros aprobó la ley N° 174, la cual prohibía ponerle el nombre de algún dirigente vivo a ninguna calle, ciudad, pueblo, fábrica, granja; prohibiendo hacer estatuas de los dirigentes vivos; prohibiendo algo más: las fotografías oficiales en las oficinas administrativas. Desde el principio de la revolución se previó que quienes estuvieran en el poder usaran indebidamente sus cargos. Se buscó con esas medidas, que entendieran, que ellos eran seres humanos igual que todos, y que no tenían ningún privilegio sobre los demás. Al haber acabado con la sangrienta y criminal dictadura batistiana, la gente avizoraba una nueva etapa de justicia y esperanza para la patria, y hubo que prevenir que el pueblo mirara a los dirigentes como semidioses.
Existe un hecho particular que se dio poco después del triunfo de la Revolución; el escultor italiano Enzo Gallo Chiapardi erigió una escultura de Fidel Castro. Apenas Fidel conoció de esta obra, ordenó destruirla (Telesur, 2016).
En 1970 el sacerdote Ernesto Cardenal visitó por primera vez Cuba y, en conversaciones con jóvenes poetas críticos del proceso revolucionario, estos le dijeron:
Hay un peligro latente también en la Revolución y es el endiosamiento. El endiosamiento de Fidel. No por culpa de él, sino del pueblo. Él hasta ahora lo ha sabido manejar muy bien, con mucha habilidad, y lo ha mantenido bajo control. Incluso ha señalado ese peligro (Cardenal, 1972, p. 32).
Arthur Schlesinger Jr., historiador y asesor especial del presidente Kennedy, tras una estancia en Cuba en 2001, se refirió a la ausencia del culto a la personalidad en la isla: “Fidel Castro no fomenta el culto a la personalidad. Es difícil encontrar un cartel o incluso una postal de Castro en ningún lugar de La Habana. El icono de la Revolución de Fidel, visible en todas partes, es el Che Guevara” (Lamrani, 2016, párr. 48).
Al respecto, en conversaciones con Gianni Miná (1988) Fidel le explica lo siguiente:
Tú te encontrarás muy pocos países en el mundo como Cuba, donde los retratos de los dirigentes no están en las oficinas. Cuando por ahí hay un retrato de un dirigente, es porque la gente lo cortó de una revista o se buscó una foto y la puso allí, pero aquí no hay retratos oficiales en las oficinas públicas, desde el principio; siempre hemos estado muy en contra del culto a la personalidad (p.166-167)
Aunque existe esa ley, ésta tampoco puede impedir que muchas familias tengan cuadros de los dirigentes colgados en las salas de sus casas y, no puede disuadir a que el pueblo porte las fotos de Fidel, como portan las de José Martí, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos o Raúl Castro en las manifestaciones políticas.
Casi dos décadas después de la entrevista con Miná, en 2006 Fidel es entrevistado por Ramonet, y éste vuelve a preguntarle por el tema; Fidel le explica:
Yo diría que los medios hablan de mí con respeto, pero con familiaridad. Nadie me ve como una figura encarnada en el Olimpo. Mucha gente me trata como un vecino, conversan conmigo… Por naturaleza, soy hostil a todo lo que pueda parecer un culto a la persona, y usted puede constatar, ya se lo he dicho, que en Cuba no hay una sola escuela, fábrica, hospital o edificio que lleve mi nombre. Ni hay estatuas, ni prácticamente retratos míos. Aquí no se producen retratos oficiales. Es posible que, en alguna oficina, alguien haya puesto una foto mía, pero es una iniciativa personal y en ningún caso se trata de un retrato oficial. Aquí ningún organismo del estado gasta el dinero y pierde el tiempo realizando y repartiendo fotos oficiales mías o de cualquier otro dirigente. Eso en nuestro país no existe…Los que me conocen y conocen mis discursos y mis ideas, saben que soy crítico y autocrítico, y que he combatido con intransigencia toda manifestación del culto a la personalidad o del endiosamiento (2006, p. 609).
Hay un dato bastante revelador que contradice lo que señalan sus detractores respecto a la exaltación personal de Fidel Castro; al líder de la Revolución Cubana, en reiteradas ocasiones, distintas editoriales le propusieron inmensas fortunas a cambio de que escribiera sus memorias, pero él siempre las rechazó (Ramonet, 2006, p. 677).
El gobierno colegiado en la Revolución Cubana
También se acusa que, en la isla desde el 1 de enero de 1959 ha existido un gobierno unipersonal, donde Fidel ha tomado decisiones autoritarias, actuando por encima de las instituciones y las leyes. En cuatro de las cinco entrevistas más extensas a Fidel, sus entrevistadores abordan con amplitud ese tema: Frei Betto (1985) Gianni Miná (1988), Tomás Borge (1992) e Ignacio Ramonet (2006). Al primero de ellos le dice: “Yo te digo que en este país no se toman jamás, sobre cuestiones importantes, fundamentales, decisiones unipersonales, porque tenemos una dirección colectiva que es donde se analizan y discuten esas cuestiones” (p. 351).
Cuba es una República Socialista cuya soberanía reside en el pueblo, es una democracia popular participativa. El poder lo ejerce la Asamblea del Poder Popular y otros órganos del Estado. Tiene un Consejo de Estado que es colegiado y ostenta la representación del Estado a nivel nacional e internacional. El Consejo de Estado es elegido por la Asamblea Nacional del Poder Popular. El presidente del Consejo de Estado es jefe de Estado y jefe de Gobierno. En el sistema político cubano el jefe de Estado tiene menos poder que el que posee un presidente en un sistema presidencialista, en este él tiene el derecho de iniciar, vetar, promulgar leyes, nombrar ministros, nombrar embajadores, etc., algo que no puede hacer el jefe de Estado en Cuba. En entrevista con Frei Betto, Fidel le expresa los poderes que posee una figura como el Papa en la Iglesia, y que no las posee el presidente en Cuba:
Incluso pudieran acusar al Papa de dictador, porque el Papa gobierna por decreto, toma decisiones en las designaciones de embajadores, cardenales, obispos, todas son decisiones unipersonales del Papa, y a nadie se le ha ocurrido decir que el Papa es un dictador (1985, p. 346).
Quienes afirmaban que, en Cuba, había un gobierno unipersonal, sostenían que la Revolución implosionaría, una vez que Fidel dejara la presidencia. En 2008, por razones de salud, él dejó sus cargos públicos; y pasaron ocho años en los que él no fue más presidente, y no hubo ninguna implosión. Por la cantidad de planes para asesinar a Fidel, todos frustrados, sus enemigos se resignaron a la idea de que la Revolución se derrumbaría, una vez que Fidel muera; han pasado cinco años de su muerte y los presagios no se han cumplido.
Sobre la creencia de que Fidel quería empoderarse en la presidencia, Ramonet le preguntó en 2006: “¿Usted cree que el relevo se puede pasar sin problema ya?”, Fidel le respondió:
De inmediato no habría ningún tipo de problema; y después tampoco. Porque la Revolución no se basa en ideas caudillistas, ni en culto a la personalidad. No se concibe en el socialismo a un caudillo, no se concibe tampoco un caudillo en una sociedad moderna, donde la gente haga las cosas únicamente porque tiene confianza ciega en el jefe o porque el jefe se lo pide. La Revolución se basa en principios. Y las ideas que nosotros defendemos son, hace ya tiempo, las ideas de todo el pueblo (2006, p. 692-693).
Theotônio Dos Santos, cuando se refiere al nivel intelectual de Fidel:
Si Fidel tiene algo que ver con un dictador, qué buenos serían los dictadores. He conocido a muchos políticos de varias orientaciones, fuera y en el poder. Ninguno tiene o tuvo la profundidad intelectual y la dimensión humana de Fidel Castro. Ninguno logra mantener el estudio sistemático de un problema por horas y horas en todos sus detalles y en todos sus aspectos como Fidel. Ninguno es capaz de mantenerse en una reunión académica por algunas horas, mucho menos por varios días en varias horas diarias (desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche como lo he visto mantenerse en varias oportunidades). Pero sobre todo es el único político a nivel de jefe de Estado que admite debatir abiertamente con los que divergen de sus puntos de vista. Ciertamente ningún dirigente democrático que conocí tiene esta cualidad. En realidad, es el único que la practica ampliamente, con pasión y rigor, con autenticidad (2006, p. 1).
Cuba y las elecciones de sus autoridades
El tercer señalamiento tiene que ver con la reelección de sus dirigentes, específicamente de Fidel. La industria literaria contrarrevolucionaria dice que, en la isla no hay democracia porque no hacen elecciones libres.
Cuba es un país soberano e independiente, y como todo Estado de Derecho tiene su propio Sistema Electoral. Este no es igual al de las democracias occidentales representativas, pero el hecho de que no sea igual no significa que no sea válido ni que sea menos democrático.
En Cuba la Ley Electoral No. 72 de 1992, establece dos tipos de elecciones: a) Elecciones generales cada cinco años, donde eligen a los Diputados a la Asamblea Nacional, su Presidente, Vicepresidente y Secretario, así como al Presidente, Primer Vicepresidente, Vicepresidentes, Secretario y demás miembros del Consejo de Estado, a los Delegados a las Asambleas Provinciales y Municipales del poder Popular y a su vez Presidentes y Vicepresidentes, y b) Elecciones parciales cada dos años y medio, en las que se elige a los Delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular y sus Presidentes y Vicepresidentes (EcuRed, 2018, p.1).
En Cuba el presidente no es elegido por voto directo; es la Asamblea Nacional del Poder Popular quien lo elige. Para eso el presidente atraviesa tres procesos de elección, a nivel de la Asamblea Municipal, donde se aprueba su candidatura para Diputado; a nivel de Distrito, donde es electo como Diputado; y a nivel de Asamblea Nacional, donde los Diputados votan para que sea presidente del Consejo de Estado y de ministros. En Cuba el Partido Comunista no propone, no postula, no promueve ni apoya a ninguno de los candidatos. Es la Asamblea Nacional del Poder Popular quien elige o reelige a sus dirigentes, entre ellos a Fidel Castro. Este Sistema Electoral no ha sido copiado de otros modelos (Borge, 1992, p. 129-131).
Si se usa el criterio que, cuando un dirigente es reelegido Presidente o Primer Ministro, significa que hay ahí culto a la personalidad, entonces ha habido culto a la personalidad en varios países llamados democráticos, porque sus dirigentes han sido reelegidos dos, tres o más veces: Margaret Thatcher en Reino Unido de Gran Bretaña (1979, 1983, 1987), François Mitterrand en Francia (1981, 1988), Felipe González en España (1982, 1986, 1989, 1993), Ángela Merkel en Alemania (2005, 2009, 2013, 20017), Stephen Joseph Harper Stephen en Canadá (2006, 2008, 2011), entre otros.
El pueblo cubano y su relación con Fidel Castro
Se difunde también la idea de que las autoridades cubanas obligan al pueblo a rendirle pleitesía a Fidel. Se parte de la premisa que, la identificación del pueblo con él no es sincera sino forzada. Incluso, a propósito de las honras fúnebres de Fidel, la prensa comercial señalaba, que la Seguridad del Estado había obligado a las familias cubanas a despedir los restos de Fidel por cada ciudad que pasara.
El propio director de cine, Oliver Stone, muestra en su documental “Looking for Fidel” (2004) interés por el tema. Para saber si la policía obligaba al pueblo a apoyar a Fidel, él reta a Fidel a ir de forma imprevista a cualquier lugar para ver la reacción de la gente y el trabajo de la Seguridad del Estado; Fidel le pide que escoja él a dónde quiere ir. En el documental se ve que llegan sorpresivamente a un barrio de La Habana Vieja; al enterarse la gente de la presencia de Fidel, salen espontáneamente de sus casas, y de pronto una multitud se aglomera alrededor de él, quieren saludarle, darle la mano y abrazarle, y corean ¡Fidel! ¡Fidel ¡Fidel! Oliver Stone, no entiende lo que está viendo, y no hay miembros de la Seguridad del Estado obligando a la gente a que se acerquen a saludar a Fidel.
Los enemigos de Cuba han llegado a decir que la seguridad cubana vigilaba y exigía la participación de la gente en los actos públicos. Si esto fuera cierto, entonces, cada vez que la Plaza de la Revolución albergó a un millón de manifestantes, la mitad de ellos fueron de la Seguridad del Estado. ¿En todas las marchas de cientos de miles de cubanos desde 1959, también han desfilado cientos de miles de la policía cubana supervisándolos? No se ha querido entender que, lo que ha habido en Cuba, y más allá de ella, es el reconocimiento a la dignidad de una personalidad latinoamericana. El escritor Eduardo Galeano dijo que “Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de humillación, un símbolo entrañable” (Galeano, 1992, p. 88). En opinión de Alicia Alonso, una de las figuras más relevantes en la historia de la danza y figura cimera del ballet clásico mundial:
Él no es local. Él es parte de la historia. No sólo de nuestra historia, sino de la historia de la humanidad. Pienso que es tan grande que se convierte en una partecita, en una cosa sencilla. Si sintiera lo grande que es, lo mataría el peso (Báez, 2001, p.20).
Fidel Castro como marxistas que fue, siempre afirmó que las revoluciones las hacen los pueblo: “con las masas todo, sin las masas nada.” Aunque esto es cierto, sin embargo, debido a la particularidad de su caso, como estadista y revolucionario que fue, cada vez más se tendrá que apreciar el papel de la personalidad en la historia, que nada tiene que ver con el culto a la personalidad. Fidel Castro es una personalidad que luchó arropado de dignidad y de pueblo, y que pocas veces aparecen en la historia.
La invariabilidad de Fidel hasta las últimas horas de su vida
Si hubo alguna persona en Cuba, a quien se le dio todos los reconocimientos como una figura extraordinaria, fue a Ernesto Guevara (a quien hoy en diferentes partes del mundo algunos lo veneran como un santo) y, ese reconocimiento fue hecho por el propio Fidel, pero eso se hizo, después que cayó en combate (si se le hubiera hecho algún tipo de evocación cuando estuvo vivo, seguro que el Che la hubiera rechazado). Si fuera cierto que Fidel promovía el culto a la personalidad, llama la atención que él no buscara ningún tipo de gloria, y que le solicitara al pueblo cubano, el 18 de octubre de 1967 en la velada solemne en memoria de Guevara lo siguiente:
Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che! (Bohemia, 2017, párr.23).
“¡Seremos como el Che!”, es la frase que repiten los niños pioneros cubanos; se trata de un juramento que deberán hacer suyo cuando le aten al pecho la pañoleta azul. Todo esto se hace desde 1968 como muestra del espíritu internacionalista de las más jóvenes generaciones y el deseo expresado por Fidel que la figura del Che fuera ejemplo, a ser seguido por los niños. Es muy contradictorio entonces que, si Fidel buscaba que le rindieran culto a él, pidiera que los niños fueran como el Che.
Otra muestra de la renuncia de Fidel a cualquier tipo de pleitesía, ya no sólo en vida, sino para después de muerto, lo solicitó él mismo. El 3 de diciembre de 2016 en el discurso pronunciado por el presidente Raúl Castro Ruz, en el acto político en homenaje póstumo a Fidel, en la Plaza Mayor General Antonio Maceo Grajales, de Santiago de Cuba, expresó el siguiente deseo de su hermano:
Fiel a la ética martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, el líder de la Revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas hora de vida, insistiendo en que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos, ni erigir en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo (Granma, 2016. p. 1).
El 27 de diciembre de 2016, la Asamblea Nacional de Cuba aprobó una ley que prohíbe utilizar el nombre de Fidel Castro para nombrar lugares públicos o construir monumentos a su memoria. El texto indica que se prohíbe expresamente el empleo del nombre de Fidel «para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles y otros lugares públicos, así como cualquier tipo de condecoración, reconocimiento o título honorífico». También quedó prohibido la utilización de su figura «para erigir monumentos, bustos, estatuas, tarjas conmemorativas y otras formas similares de homenaje», en sitios públicos (Cubadebate, 2016). En Cuba, tampoco se han emitido nunca sellos de correos ni monedas que esculpieran el rostro de Fidel.
A diferencia de lo que han hecho en otros países, una vez que fallecieron sus líderes comunistas, en Cuba tampoco existe un mausoleo con el cuerpo de Fidel, donde la gente pueda rendirle tributo. Cuando Raúl Castro, anunció su muerte dijo que «de acuerdo a la voluntad expresa del compañero Fidel», éste sería cremado. Probablemente esa decisión tenía que ver con su renuencia a ser honrado con un mausoleo. Para Enrique Ubieta (2017) a Fidel hay que encontrarlo en la conciencia del pueblo cubano:
Fidel no se va. Por propia decisión, no estará en los monumentos de mármol de las ciudades del país que refundó, no será un nombre en una avenida, una escuela o un hospital, a los que se consagró. Que nadie venga a buscarlo en las piedras, sino en las conciencias. Será el aire que respiramos los cubanos, el espíritu de lucha que nos inspirará…Fidel es Cuba, porque todos somos Fidel. Ese es el mensaje que los cubanos gritamos a pleno pulmón, con el puño en alto, para que el mundo lo sepa (p. 101).
Conclusiones
Las acusaciones que han hecho los adversarios de la Revolución Cubana, señalándola de promover, obligar y desarrollar el culto a la personalidad hacia Fidel Castro, carece de fundamentos y pruebas; por el contrario, existen evidencias que, desde el inicio de la Revolución, la dirigencia política, prohibió cualquier indicio de esa práctica. El propio gobierno siempre fue crítico y tajante contra el culto a la personalidad, actitud que mantuvo el propio Fidel hasta las horas previas de su muerte.
Quienes sostienen que en Cuba no existe el culto a la personalidad, no son solamente las autoridades o el pueblo cubano, sino muchas personas (cineastas, artistas, diplomáticos, políticos, escritores) provenientes de distintos países; se trata de expresiones que se sustentan en haber estado en Cuba, en varias ocasiones y haberla recorrido; y muchos de ellos no tienen ninguna vinculación política con la Revolución Cubana ni con ningún partido de izquierda en sus países.
Lo que se puede comprobar es que, el pueblo cubano, a lo largo de varias generaciones, ha desarrollado una relación muy estrecha con la dirigencia revolucionaria, y que, de manera especial, expresan respeto, admiración, elogios, solidaridad y compromiso por Fidel Castro, a quien lo visualizan y siente como uno más de ellos. No sólo el pueblo cubano, sino también los visitantes se refieren a él como un hombre culto, carismático, inteligente, sencillo, humanista, democrático, estratega militar, estadista, símbolo de resistencia; todos estos epítetos son espontáneos, y nada tienen que ver con el culto a la personalidad.
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Ubieta, E. (2017). Yo soy Fidel. Revista Casa de las Américas, (N° 286), enero-marzo, 99-101.
*Este trabajo es una síntesis del artículo publicado en la revista Repertorio Americano, localizado en: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/repertorio/article/view/13502/18790
**Abner Barrera Rivera. Peruano-costarricense. Licenciado en Estudios Latinoamericanos; Licenciado en Teología; Máster en Derechos Humanos; realizó estudios de posgrado en Ciencias Políticas. Académico del Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA) de la Universidad Nacional de Costa Rica.