La mano invisible del Estado profundo que gobierna verdaderamente en Estados Unidos sigue su camino de estrangulamiento de naciones como Cuba y Venezuela, la demostración de esto es la continuidad de la política de Donald Trump y su aplicación de medidas coercitivas unilaterales.

Joe Biden había prometido en su campaña que llevaría a cabo un rápido retroceso de muchas de las políticas más duras impuestas a Cuba por el anterior mandatario de Estados Unidos. A casi 11 meses de la toma de posesión de la administración Biden, la línea política en contra de la isla caribeña sigue siendo la misma: bloqueo económico financiero, suspensión de las remesas, recortes drásticos en los viajes de los ciudadanos estadounidenses a Cuba, bloqueo de envíos de petróleo al país, además de colocar al país en la lista de países que patrocinan el terrorismo.

Evidentemente la estrategia del actual mandatario norteamericano no ha sido revertir la política trumpiana hacia la Isla, declaraciones del Secretario de Estado, Antony Blinken, lo dejan en claro: “Un cambio en la política hacia Cuba no es actualmente una prioridad para el presidente Biden”. Con ello se han diluido las esperanzas de un sector, que incluía a algunos ámbitos desprovistos de la izquierda mundial, que creyeron ilusoriamente que Biden retomaría el camino donde lo dejó Barack Obama. Es decir, en la apertura diplomática y comercial de 2015, que fue interrumpida abruptamente con las sanciones de Donald Trump.

En este punto debemos analizar cuál es el núcleo central de la política exterior norteamericana, la cual nos lleva a China como su principal oponente por su crecimiento como potencia económica mundial, además del emerger de Rusia. La Casa Blanca  está centrándose en neutralizar la alianza entre China, Rusia, Cuba y Venezuela, por cualquier medio posible. Junto a ello el tema cubano contribuye a que el imperialismo norteamericano se muestre inútilmente fuerte, y posicionado, aunque sea negativamente, a nivel internacional.

La política exterior Wilsoniana

Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que la actual política exterior de los Estados Unidos tiene sus raíces en la línea llevada a cabo por el presidente demócrata Woodrow Wilson, que ejerció su mandato entre 1913 y 1921. Los Wilsonianos se caracterizan por una especie de espíritu mesiánico, el cual se traduce actualmente en la búsqueda de la paz universal a través de la promoción de los Derechos Humanos, las formas democráticas de gobierno y el Estado de Derecho.

En los últimos meses hemos visto como en todos los foros internacionales la administración Biden ha insistido en el tema de los Derechos Humanos y las formas democráticas de gobierno llegando a acusar a algunos gobernantes de tiranos o autoritarios aunque hayan sido elegidos popularmente a través de procesos electorales. En este aspecto, Cuba y los Derechos Humanos no han escapado de esta ola justiciera norteamericana, llegando inclusive a acusar al gobierno de Díaz-Canel de violar tales derechos, una denuncia absurda y comprobadamente falsa que demuestra el doble rasero norteamericano, quienes son los principales violadores de Derechos Humanos del planeta mediante invasiones militares, bloqueos y la creación de conflictos absurdos. En esto se refleja la interpretación Wilsoniana  del mundo en términos puramente maniqueos, viéndolo como un campo de batalla entre el bien y el mal, democracias liberales frente a lo que denominan, sin ningún tipo de veracidad y argumentos válidos, autocracias y tiranías.

También se verifica en la política Wilsoniana la ampliación del orden liberal por medios económicos y políticos, el soft power, sin descartar del todo el uso del instrumento militar cuando se violan los Derechos Humanos. En este sentido, tanto Biden y su gabinete, Antony Blinken, como el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, pueden ser ubicados como partidarios de esta tendencia política que están aplicando a  Cuba y que se puede resumir en una penetración a través de las redes sociales para generar procesos de desestabilización desde dentro, la utilización de herramientas no militares como duplicar las sanciones, además de incluir la supuesta defensa de los Derechos Humanos.

Conviene seguir de cerca al joven Sullivan, graduado en la Universidad de Yale, con una carrera política que ha crecido con el establishment del Partido Demócrata y que en las palabras de Hillary Clinton se perfila como un futuro candidato a la Casa Blanca. No conocemos los rostros que conforman el Estado profundo norteamericano, pero podemos pensar que actualmente son demócratas y decididamente Wilsonianos.

#CubaEsUnContinente

#QuienLaDefiendeLaQuiereMas

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Yoselina Guevara, Corresponsal venezolana de Correo del Alba en Italia

Fuente: Correo del Alba

Por REDH-Cuba

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