Una vez más los cubanos nos enfrentamos a una embestida brutal por parte del Imperio. En momentos en que el país comienza a recuperarse de los duros efectos de la pandemia, cuando al fin se vislumbra una salida a los angustiosos meses vividos, vuelven a escucharse tambores de guerra. Las nuevas maniobras vienen envueltas en términos como “derechos constitucionales”, “marchas pacíficas” y otros de semejante tenor.
Parecía que la política del gobierno de Trump había llevado a límites infranqueables la hostilidad hacia Cuba al implementar 243 medidas adicionales al bloqueo. Sin embargo, su sucesor, haciendo gala de un cinismo asombroso, no solo no ha aliviado aquella criminal política sino que en la práctica, de hecho, la ha recrudecido al sostenerla contra viento y marea y aderezarla, además, con todo tipo de amenazas y exabruptos.
Desde el 22 de septiembre hasta hoy, funcionarios del gobierno estadounidense y figuras influyentes del Congreso han hecho públicas veintinueve declaraciones insolentes en torno a la provocación prevista para el 15 de noviembre, instigada y financiada desde los Estados Unidos, con el empleo de sus representantes locales –esos “hombres tallados en una rodilla”, según la imagen de Martí–, que intentan servir de quinta columna para los propósitos de sus amos.
Hace veinte años, el 1° de mayo de 2001, en lo que sería el primer aldabonazo continental contra las expansivas pretensiones del ALCA, Fidel subrayó:
Todo cuanto hicieron los gobiernos de Estados Unidos en este hemisferio hasta el momento actual estuvo fuertemente influido por su obsesión y temor ante la presencia desconcertante de la Revolución Cubana, desde los días de la invasión mercenaria de Playa Girón […]. Mas, si el triunfo de la Revolución Cubana los desconcertó, su admirable resistencia durante más de cuatro décadas a veces da la impresión de haberlos desquiciado.
El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla se dirigió hoy al Cuerpo Diplomático acreditado en la Isla para denunciar la nueva escalada de agresiones y los planes para desestabilizar a nuestro país y promover “un cambio de régimen”. Con el pretexto de “ayudar al pueblo cubano”, la campaña, a través de los medios y las redes sociales, presenta a Cuba como un Estado fallido cuyo gobierno acude a la represión y a la violación de los derechos humanos para perpetuarse en el poder. En realidad, al decir de nuestro canciller, se propone “provocar situaciones de sufrimiento, en la esperanza de que generen condiciones para un estallido social”.
Washington continúa aplicando medidas que impiden la reunificación familiar, los viajes entre los dos países, el otorgamiento de visados; asimismo, la nueva exigencia para permitir el ingreso a los Estados Unidos discrimina las exitosas vacunas cubanas y obstaculiza su reconocimiento. En contraste, según Rodríguez Parrilla, “no ha habido ningún ofrecimiento de ayuda de ese gobierno, ni humanitaria ni de ninguna índole, a lo largo de toda la pandemia; ni siquiera cuando se produjo la avería de la planta productora de oxígeno se concedieron licencias específicas para enviar oxígeno a Cuba”. En nuestro país no se han recibido de las autoridades estadounidenses ni medicamentos ni alimentos durante esta grave crisis.
La absoluta carencia de ética y el cinismo han caracterizado la conducta de Washington con respecto a Cuba en una etapa en que los médicos cubanos han dado pruebas en todo el mundo de espíritu solidario.
Como parte de la estrategia imperial de dominación, que combate a sangre y fuego todo proyecto emancipador, en particular en nuestra América, Cuba está siendo acosada con saña por su enemigo histórico, confiado en que podrá engañar a la opinión pública mundial y presentarse como portador de la democracia y la libertad de los cubanos. En este momento de peligro para la Revolución convocamos a nuestros amigos a evitar, por todos los medios a su alcance, que la verdad de Cuba sea silenciada.
La Habana, 10 de noviembre de 2021