El presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la denuncia del bloqueo a Cuba y de la lucha por su levantamiento una de las principales banderas de su política exterior, basada en históricos principios consagrados en la Constitución mexicana. ¿Por qué? ¿Por qué es este un tema central en las mañaneras a la hora de expresar su inconformidad con que los anfitriones de la cumbre de Los Ángeles hayan excluido a Cuba, Nicaragua y Venezuela? Para un estadista de la estatura moral e intelectual de López Obrador el asunto tiene una enorme importancia ética, humana y estratégica. Relacionada nada menos que con el horizonte que propone de una unión de pueblos y Estados de América Latina y el Caribe (ALC) con Estados Unidos y Canadá.

Hagamos un recuento. AMLO ha venido insistiendo en que Estados Unidos (EU) no puede seguirse conduciendo en sus relaciones con los pueblos y gobiernos de nuestra región como lo ha hecho en los últimos dos siglos. Estudioso de la historia, conoce muy bien lo que el hegemonismo, la arrogancia y la violencia entrañadas en la doctrina Monroe (1823) le han costado a nuestras naciones en opresión, intervenciones y sangre. Lo argumentó en el venerable Castillo de Chapultepec cuando llamó a mantener vivo el sueño de Bolívar. El presidente de México está convencido de que lograr el levantamiento del bloqueo a Cuba es no sólo un acto de justicia elemental para el pueblo cubano que lo sufre. Es también una acción estratégica indispensable para conseguir que EU acepte, por fin, mantener una relación de verdadero respeto e igualdad con los pueblos de ALC. En sus declaraciones sobre la cumbre ha dicho: “¿cómo es que se va a mantener un bloqueo que impide que lleguen los alimentos al pueblo cubano, que impide que lleguen las medicinas? … La empresa que les vende de otro país pasa a una lista negra y ya no puede vender nada en Estados Unidos, un barco que va a Cuba queda tachado, es más, declaran: es un país ‘terrorista’ y no se puede hacer ningún acuerdo, no puede viajar nadie a un país ‘terrorista’. Entonces ¿Cumbre de las Américas para qué?

En esa línea, el canciller Marcelo Ebrard afirma que poner fin al bloqueo es el tema central de la cumbre ( La Jornada 6/6/22). AMLO plantea que no basta con el rechazo al cerco gringo por el que votan todos los años la inmensa mayoría de los países en la Asamblea General de la ONU. Aspira a mucho más: lograr que Washington comprenda, o al menos admita, por elemental realismo político, que ya los pueblos de nuestra América no están dispuestos a aceptar su injerencia, sus intervenciones y sus imposiciones, y que únicamente si pone fin al bloqueo a Cuba es que puede aspirar a una relación de amistad y cooperación con sus vecinos del sur. Naturalmente, ya para entonces se habrá enterrado a la OEA, como se hizo con el ALCA en Mar del Plata.

Aunque por principios se ha negado a asistir a la cumbre, AMLO ha sido prudente y enviado en su representación al jefe de su diplomacia pues, como dijo en una ocasión: no nos vamos a fajar con Sansón a las patadas. Admirador del ideal bolivariano de unidad regional, aseguró desde un principio que si no se invitaba a todos los países, no concurriría a la cita y así lo ha cumplido.

Si Washington le hubiera prestado la debida atención a los razonamientos de López Obrador, tal vez podría haber disminuido algo, el papel pobre, menor y antidemocrático que protagonizará en la cumbre de Los Ángeles. Pero no ha sido así. La lluvia de críticas procedentes incluso de gobiernos amigos y de analistas de tendencias políticas opuestas que señalaban el grave error de excluir países, ya rechazado unánimemente en la sexta Cumbre de Cartagena, no fueron escuchadas. Biden retrocedió históricamente pues ya Cuba había sido invitada a las cumbres séptima y octava. Trump, en su obsesión antivenezolana, excluyó brutalmente a Caracas de la octava. Biden lo ha superado. La ausencia de AMLO ya es un agujero irreparable de imagen, pero tampoco asisten en protesta por las exclusiones los presidentes Luis Arce, de Bolivia, y Xiomara Castro, de Honduras. Por la misma razón se queda en casa el primer ministro Ralph Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas, uno de los más talentosos e influyentes políticos del Caricom, organización que manifestó tempranamente a Washington su disgusto por las exclusiones. En particular, ha argumentado la enormidad de la tragedia que hubiera significado para sus estados miembros, resistir la pandemia sin el apoyo de Cuba y Venezuela.

Se supone que es del mayor interés de Washington el tema de la migración y resulta que no asistirán los jefes de Estado de los tres países del llamado triángulo norte ni el de México, decisivos en este tema.

La cumbre es un fracaso anunciado. Hasta de sus invitados Biden recibirá duras críticas. Eso sí, atentos a la Cumbre de los Pueblos. Pero esa es otra historia.

 

Por REDH-Cuba

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