Desfile del Primero de Mayo en La Habana, Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez

Nuestros enemigos no tienen la capacidad de destruir a la Revolución; no la tendrán nunca. Los planes de reinstauración capitalista, derivados de las pretensiones históricas de dominio que los EEUU poseen hacia Cuba, jamás serán capaces de producir líderes genuinos, habilitados para conducir procesos de transformación política o levantar revoluciones. El pueblo que siguió y sigue a Fidel, jamás seguirá a petimetres y cabecillas de probeta, fabricados con los presupuestos del Departamento de Estado. Ellos buscarán siempre cambiar a este pueblo. Modificar nuestras esencias. Hasta aquí mi primera certeza.

No hay ejército capaz de derrotar al pueblo cubano en armas. Nuestra historia; las lecciones de las guerras de conquista imperiales y hasta las más recientes páginas de la guerra en Ucrania, indican que cuando se defiende la tierra propia, el camino nunca es llano para el agresor, sin importar sus avances tecnológicos. EEUU tendría que traer a Cuba toda su maquinaria bélica, para tratar, y recalco tratar, de ponernos de rodillas, algo que, si quiere estar a tono con sus grandes adversarios Rusia y China, no resulta una decisión inteligente. Las armas no son el camino elegido, aunque jamás estarán descartadas. Fin de la certeza número dos.

La fuerza más poderosa; la energía que aspiran a poder emplear contra nosotros es y será siempre nuestra propia rebeldía. Por eso encontramos a burgueses hablando de distribución justa de bienes y a voceros capitalistas, exigiendo que el Estado socialista sea aún más justo, ofreciendo al pueblo desde afuera, la solución de los problemas que no la tienen en las sociedades desde las que hacen «directas» y twitean. Nos convocan a sublevarnos, para que incendiemos nuestro destino, y sea más sencillo declararse reyes de las cenizas. Les da igual que la isla se hunda en el mar. La prefieren arrasada antes que bien distribuida. Aun sueñan con instalar casinos. Y con eso queda clara mi tercera certeza.

Ahora bien, lo que hemos visto en fechas recientes, los intentos divisivos en redes sociales; las discusiones bizantinas; los fuegos cruzados dentro de la misma trinchera; los que tiran la piedra y esconden las manos y hasta la cara, no pueden ser interpretados como otra cosa que no sea una nueva expresión de la agresión enemiga, una vez derrotadas las inversiones en onces de julio y quinces de noviembre y a las puertas de una nueva fase de «engachement», que no es más que otro método para un mismo fin; más conveniente y más efectivo, y con eso declaro mi cuarta certeza.

Las redes sociales son un campo de batalla. No son nuestras salas de debate político; no son laboratorios de ideas; no son reuniones de las organizaciones de vanguardia; no son el oído atento de quienes nos aprecian, ni la forma de construir consensos.

Ya sabemos que la unanimidad no existe, y que el consenso es la manifestación práctica de la unidad. Por eso los recursos hegemónicos de la ciber-info-psico-influencia se articulan para desbaratar consensos. El algoritmo (si, de nuevo el algoritmo), se ha programado para separarnos; para sembrar el superconsumo automatizado, que es su ecosistema ideal; para homogeneizar mentes a la imagen y semejanza del capitalismo; para aplacar rebeldías e insurgencias anticapitalistas; para rendirnos.

Mi certeza final y más importante es que no podemos permitirlo.

Hay que derrotar la sospecha y la desconfianza que se promueve entre nosotros. Defender los símbolos; sobre todo los nuevos, los más nuevos, nacidos al fragor de recientes combates y que los adversarios aspiran a extirpar y reciclar para sus beneficios. Hay un enemigo superior del que no podemos perder pista. Esta no es una guerra de escaramuzas.

Plantados frente al Imperio más poderoso de la historia, sosteniendo las banderas del socialismo; con el comunismo entre nuestros sueños más sagrados; militando en el bando de los irreverentes y los rebeldes del mundo; en los ejes de los que no han sido conquistados; excolonizados y liberados por una revolución que aún no concluye; nuestra isla rebelde persiste, como dijera Cintio, con la fuerza de un latido en medio del caos.

Tengo la certeza, la definitiva certeza que encontraremos el camino, en este juego al duro que no duda en usar para beneficio del agresor todo fuego y toda lluvia; toda calamidad: las casuales y las no tanto; en fin, todo caos.

Ante nuevos retos, nuevas soluciones. Eso es lo que quiere decir resistencia creativa. Ese es el camino al futuro, al que solo llegaremos juntos, con todos, y de modo que no pueda ser sin todos, porque Cuba vale sangre y sueños, y es nuestra, de todos los que la amen bien y con fuerza, si es que acaso hay otra forma de amar.

Un abrazo inmenso a los que aman y fundan. En ese bando estoy, en ese bando lucho. Tengo la certeza de que venceremos!!!

 

Por REDH-Cuba

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