Trabajadores de la Dirección Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), en las tareas de recuperación y limpieza tras el paso del huracán Ian, en el parque de Linea y L, en La Habana, Cuba, el 30 de septiembre de 2022. ACN FOTO/ Marcelino VÁZQUEZ HERNÁNDEZ/ rrcc

En estos días difíciles en que la luz de algunos languidece en la penumbra de los apagones, en estos días tremendos donde muchos combaten y extienden la mano para sostener al vecino mientras otros reniegan de su fe, en medio de la bestial campaña mediática del Goliat norteño y sus pigmeos morales, mi honda es la de David.

Es bueno siempre, más ahora, en que cubanos, «arrogantes o débiles» como les llamó Martí en el Manifiesto al New York Herald en mayo del 95, se postran a los pies del yanqui sin ninguna vergüenza, es bueno, repito, volver al Apóstol.

Decía él como si fuera hoy «La actividad de los anexionistas, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta solo de que haya un amo, yanqui o español, que los mantenga, o les cree en prenda de oficios celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante – la masa mestiza, hábil y conmovedora del país- la masa inteligente y creadora de blancos y negros» Grande Martí, nuestra desobediencia política al imperio, a los imperios rectifico, es madre de héroes y gigantes, aunque nuestros anexionistas busquen desesperados el regazo yanqui, desconocedores del «fatum geopolítico, las gestas populares y las doctrinas y acciones de los hombres fundadores» ignorantes de «la poesía, la leyenda y la novela de la patria» lo entrecomillado pertenece a Cintio Vitier.

Esa historia que nos inmuniza contra la temible marea de la mentira en los medios de incomunicación masiva, esa resistencia de la mayoría que protege con sus vidas el alma de la nación, algo que no podrán entender jamás los ideólogos del descarte humano, los tecnócratas yanquis y sus genuflexos lacayos, ni los «perseguidores de cualquier nacimiento»

Por REDH-Cuba

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