Por estos días tristes, al acercarse el sexto aniversario este 25 de noviembre de la partida del líder histórico de la Revolución cubana, escuché decir a un amigo africano que él hubiera dado más de 20 años de su vida para que Fidel Castro estuviera hoy físicamente entre nosotros.
Tales palabras enmudecieron a varias personas que participaban en un dialogo en el que recordamos al Comandante en Jefe de la isla caribeña, y en el cual coincidimos, tras un silencio sepulcral, que la humanidad sería mejor con su siempre andar de paso firme por doquier y su visión de futuro.
Fue Fidel quien dijo por primera vez que un mundo mejor es posible, cuando hace no pocos años atrás alertó que nuestra especie y el planeta tierra estaban en peligro de desparecer por las guerras, las agresiones, los bloqueos, la desenfrenada carrera armamentista, la extremada codicia y los daños a la naturaleza, entre otros males, que nos tienen al borde del holocausto.
Todo lo que auguró el visionario de la mayor de las mayor Antillas lo estamos padeciendo en la actualidad en los cinco continentes, desde los conflictos bélicos y los desastres provocados por el cambio climático, hasta enfermedades y pandemias como la Covid-19, que tantas muertes han causado y aún provocan.
La luz larga del líder de la Revolución cubana podría mostrarnos el sendero a tomar para intentar conseguir vencer tantas adversidades, y brindar esperanzas frente a la incertidumbre que en estos momentos atormenta a la inmensa mayoría de los seres humanos.
Un gigante como él, respetado y admirado en todos los rincones del planeta, de seguro podría ayudarnos a salir, con la brújula certera de su pensamiento, del escabroso y peligroso túnel por el cual andamos.
Tras seis años de su fallecimiento, sus compatriotas no dejan de repetir una frase de una bella canción titulada Cabalgando con Fidel que dice: “hoy quiero gritarte padre mío, no te sueltes de mi mano, aún no sé andar bien sin ti”.
Y no hay un solo día que los cubanos recuerden a Fidel, a quien consideran su guía eterno, como igual lo manifiestan millones de personas en todas las naciones del mundo, y en especial en las más desposeídas de África y América Latina, a las cuales ofreció su solidaridad incondicional.
Es comprensible entonces que escuchemos expresar a muchos hombres y mujeres, en dondequiera nos encontremos, que darían más de dos décadas de sus vidas para que el líder histórico de la decana isla del Caribe estuviera presente físicamente.
Y es que Fidel es Fidel, y estará por siempre en los corazones de los pueblos, y jamás nadie podrá borrar su inmenso legado.
Rubén G. Abelenda, periodista y diplomático