La movilización revolucionaria y patriótica es la congregación de los justos, o para ser exactos, la congregación de quienes  empeñamos sueños, desvelos, energía y tiempo en la obra justiciera de este perfectible proceso revolucionario, desde el horizonte y la utopia de un proyecto que es fuente de producción de sentido para nuestras vidas. El misterio es palpable. Si miramos de reojo,  allí está entre la muchedumbre, se hace carne verdeolivo entre nosotros. Resucita.
Nos hace falta congregarnos, la canción y el desagravio nos ofrecen una oportunidad que no debemos dejar pasar de lado.
En la movilización la consigna y el himno, que a veces, desde la tribuna, pierden sustancia y color, cobran el sabor que nutre nuestra mística y espiritualidad revolucionarias.
El yo junta sudor y  cuerpo, con la notable riqueza del tan necesario nosotros. De verdad que necesito sentirme apretujado con miles. Mi hija tiene que conocer esa sensación.
En la movilización comulgamos y concelebramos con este antiguo impulso que nos une en «saciar el hambre de pan y de belleza». El rostro profano de los humildes de la Patria,en la movilización, se hace sagrado en una conga arrolladora, y cuando a tono o desentono, con  lágrimas  de corazón estrujado, clamen, «pero,  qué estoy haciendo aquí
«Amando a este país como a mí mismo
No, que va
No hay heroísmo
Vine a darle un beso al mundo y nada más»

Por REDH-Cuba

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