La misión principal de un científico en la ciencia es la generación de nuevos conocimientos que se incorporen al aval de la humanidad para su bienestar presente o futuro. La ciencia moderna ha ido conformándose así como una forma organizada y confiable de realización de nuestra especie. Por ello las personas que se dediquen a esta profesión deben estar debidamente preparadas para realizar esa labor en su propio escenario histórico, quizás de forma más compulsoria que otras profesiones.
El pensamiento abstracto es el que nos permite mirar más allá de lo que simple y directamente se manifiesta ante nuestros sentidos. Cuando la visión de una flor nos rememora un ser querido estamos ejercitando un poco de pensamiento abstracto. Para muchos, una misión principal de la universidad es la de entrenar el pensamiento abstracto de los educandos que acceden a ese nivel para la ciencia, mas allá del romanticismo.
La enseñanza universitaria ha ido evolucionando desde una actividad de élites hace un milenio hacia una verdadera masividad en nuestros días precisamente porque los requerimientos de cada época van siendo diferentes para todos los actores. El gran reto de la universidad está en su adaptación permanente a la renovación de los escenarios de trabajo de los profesionales. Por ejemplo, un científico que se educó para sacar cuentas con reglas de cálculo y tablas de logaritmos en los siglos XIX y XX tiene que hacerse hábil en procedimientos computacionales totalmente diferentes en el siglo XXI.
Dentro de las temáticas de educación que se han ido incorporando al nivel universitario para desarrollar el pensamiento abstarcto está la introducción de la matemática en formas que superan a la aritmética, la geometría y el álgebra, características en la formación general. La enseñanza del llamado “cálculo” es hoy parte indispensable de muchas carreras universitarias. No se trata solo de usar las cantidades numéricas, ni de sus representaciones espaciales, simbólicas y lógicas que se aprendieron antes. Es preciso también que los educandos en las carreras de todas las ciencias, las ingenierías, la economía y otras tengan una formación en aspectos más abstractos como es el cambio y la acumulación de valores en el tiempo y el espacio, que son la columna vertebral de esa parte “superior” de la matemática. También aparecen formas más avanzadas y abstractas de trabajar el álgebra que han devenido asombrosamente útiles y necesarias, más como forma de pensar que como instrumento de trabajo para la mayoría de las profesiones universitarias.
Desde la segunda mitad del pasado siglo, hace unas siete décadas, se ha desarrollado una revolución en la gestión de la información que se conoce con diversas denominaciones y la podemos identificar como “informática”. Desde que se supo como codificar todo lo que puede ser aprendido y conocido por homo sapiens reduciéndolo a combinaciones de 0 y 1, y eso se pudo procesar y almacenar en dispositivos electrónicos que pueden trabajar muchas veces más rápido que nuestro cerebro, las cosas han cambiado mucho también para la ciencia.
Hoy podemos tener en un bolsillo o en un bolso, siempre a nuestro lado, el acceso a muchísima más información que la que obtendríamos sentados en la más completa de las bibliotecas de este mundo. El acceso es instantáneo para nosotros. Y no solo eso. Estamos también creando dispositivos que se pueden llegar a asimilar la información y comportarse de forma muy parecida a como lo hacemos los humanos, pero mucho más rápida y eficientemente y estando a nuestro servicio irrestrictamente. Los hemos catalogado como “inteligencia artificial”.
En estas condiciones, ¿cuáles son las bases de conocimiento que deben tener hoy aquellos que van a crearlos en este siglo y en los siguientes? Igual que saber leer y escribir era en el siglo XX condición indispensable para un desenvolvimiento social aceptable, y no lo era en el siglo XIX, el uso de los medios informáticos ha devenido en popular, masivo y necesario para ello ya desde hace una década. Es difícil predecir como será transcurridos otros diez años al futuro. No saber usarlos es analfabetismo en el siglo XXI. Ignorar sus lógicas y procedimientos puede ser igualmente un deficit imperdonable en la formación de un profesional universitario.
En consonancia con lo antes expuesto, tenemos grandes retos en el presente para formar a la próxima generación de científicos de forma que puedan incrementar sus acciones y capacidades de transformación de la sociedad con el protagonismo obligado. Esto implica también la prepración de quienes tienen la reponsabilidad de formar esa nueva generación. Se necesita crear habilidades, competencias y conocimientos para asumir los nuevos desafíos de la llamada 4ª Revolución Industrial y del desarrollo y acceso universal a la información y el conocimiento.
Por otra parte, es necesario el dominio de estas tecnologías disruptivas dadas las complejidades que implica un futuro donde es más que posible la aparición de nuevas pandemias, se deben afrontar los fenómenos del cambio climático, garantizar la sustentabilidad y la seguridad alimentaria y nutricional, desarrollar la cohesión social, afrontar trastornos mentales que pueden convertirse en epidemias a escala glocal y también los resolver conflictos producidos por las injusticias sociales, todo eso y más en un ecosistema muy complejo. En fin, las crisis mundiales del presente continuarán y se complejizarán. Por tanto las herramientas para su enfrentamiento también necesitan de los nuevos métodos basados en el desarrollo tecnológico.
Aprender a usar una herramienta como un navegador de internet o un editor de textos ya no es suficiente para un profesional. Eso se ha convertido ahora en algo de obligado dominio público. Es preciso que sepa como funcionan las lógicas y los procesos de gestión de la información. De hecho, son esencialmente los mismos que usamos los humanos para ello y pueden aplicarse a todas, absolutamente todas, las ramas del saber. La aritmética de diversos sistemas numéricos, las herramientas de la lógica y las redes en álgebra, las estadísticas y sus procederes, la aleatoriedad y sus tratamientos son solo algunos de los aspectos que llegan a formar parte de la vida profesional de cualquier investigador de nuevos saberes hoy en día y seguramente hacia el futuro.
Se hace por ello evidente que las implicaciones de estas competencias en los sistemas de enseñanza de las ciencias para la formación de la próxima generación de científicos implica la introducción de nuevas asignaturas y de nuevos contenidos en las existentes. Todo lo relacionado con los principios de la informática, la inteligencia artificial, la comunicación científica, entre otras debería impartirse desde los primeros cursos de TODAS las carreras universitarias, al mismo nivel que otras asignaturas básicas. Los sistemas educativos están obligados por los tiempos a reformular holísticamente las competencias orientadas a la investigación científica, para guiar a las futuras generaciones en la búsqueda de soluciones a los retos sociales, tecnológicos y medioambientales.
Es discutible que un historiador requiera el aprendizaje de la derivación e integración de funciones matemáticas en la más pura lógica Newtoniana. Pero es absolutamente imprescindible que sepa como se gestiona la información, porque es la mismísima base de la historia como ciencia. Puede que un psicólogo no requiera conocer la forma de resolver una ecuación diferencial, pero inevitablemente tiene que saber como se implementa el aprendizaje automático, que es una imitación muy eficiente de la forma en la que trabaja la mente humana.
Si esto se suma a que las poderosas formas de comunicación y presencialidad virtual que se desarrollan cada vez más invaden también los escenarios laborales, llegamos a la conclusión inevitable de que la formación de los científicos, y también de muchos otros actores de las sociedades del futuro, tiene que cambiar en forma y en contenidos. Y también los seres humanos serán mucho mejores y más preparados justamente como eso, como seres humanos.
Nuestro país cuenta con fortalezas en los sistemas de educación, y también de la ciencia. De ahí que la integración de los nuevos contenidos de educación constituya un elemento fundamental para lograr esa nueva generación de científicos y de profesionales en la diversidad de todo el conocimiento humano.
La Academia de Ciencias de Cuba (ACC) ha creado las filiales de en diferentes provincias del país y uno de sus objetivos es el de estimular la formación científica de los jóvenes estudiantes y potenciar sus habilidades en la ciencia nacional para el futuro. Las mismas contribuyen con la captación temprana de jóvenes talentos procedentes de la enseñanza media y preuniversitaria. La ACC también trabaja coordinadamente con los diferentes Ministerios de Educación, Educación Superior y de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente para la potenciación de los futuros científicos. Hacia su interior la Academia ha dado prioridad a la atención de los jóvenes, integrándolos a varias de sus actividades y contribuyendo a la motivación de una vocación por la ciencia y su gestión social desde etapas tempranas para construir una sociedad basada en el conocimiento. Actualmente, se propone crear la “academia joven” dentro de su membresía para continuar con las prioridades del presente y el futuro.
Se trata de enfrentar el inevitable progreso humano, y también las previsibles crisis, con herramientas novedosas y diferentes dadas por el presente y futuro desarrollo del propio conocimiento humano. Esto define una nueva mega etapa de la evolución técnica-económica de la humanidad gracias a la revolución y acceso universal y cada vez más eficiente a la información y el conocimiento.
Fuente: Cubadebate