Chile a 50 años del golpe. La memoria y el futuro

Por José Ernesto Nováez Guerrero.


Este año se conmemoran los 50 años del golpe de Estado contra el gobierno de Unidad Popular, encabezado por el presidente Salvador Allende. La dictadura militar, la violenta represión, marcaron profundamente a la nación, al punto de que muchas de las realidades actuales son resultado de lo ocurrido en esos años.

Chile fue el país donde se comenzó a probar extensivamente el neoliberalismo, donde sus aciertos y errores devinieron en modelo para transformaciones económicas mayores ocurridas a escala planetaria en las décadas posteriores.

Numerosas revueltas populares han signado el panorama del país en los últimos años, pero quizás la de 2019 sea la que más fuertemente ha marcado el subconsciente colectivo hasta hoy. Sobre todo, por su estela de crítica al orden económico y social de los últimos 30 años en el país y su intento de cambiar la constitución vigente, que es aún la aprobada por Pinochet en 1980.

En esta fecha de memoria, pero también de lecciones y aprendizajes, conversamos con Karla Díaz, venezolano-chilena, residente en el país desde hace 15 años. Karla es abogada, doctora en procesos sociales y políticos de América Latina y fue asesora en el reciente proceso constituyente. Es también coordinadora del capítulo Chile de la Red en Defensa de la Humanidad.

-El Chile actual es, en muchos sentidos, el Chile que dejó el neoliberalismo y que dejó el golpe de Estado. Un país donde se desmontó lo público, donde lo social ha quedado muy relegado, muy desarticulado y donde las fuerzas de izquierda están bregando en condiciones extraordinariamente difíciles. ¿Cuál es tu valoración de la situación política en el país, de la situación de la izquierda en Chile ahora?

-En general, yo diría que la situación es bien compleja porque venimos de unos años bien movidos. Estamos conmemorando los 50 años del golpe, pero han sido unos cinco últimos años muy difíciles en términos de lucha contra el neoliberalismo instalado, que además fue instalado rescatando la idea de la doctrina del shock, o sea, fue instalado a la fuerza sin posibilidad de resistir, experimentalmente. Además, en Chile, como no se hizo en otra parte del mundo, se experimentó no solamente con la economía, con la política y con lo social, sino también con las individualidades. Es un neoliberalismo instalado en los sujetos.

“Y bueno, desde el 2019, a propósito de que se venían arrastrando muchas cuestiones, viene el estallido social, que significó un poco demandar por parte del pueblo, digamos, desorganizado, demandar un freno a esa lógica neoliberal. Se pedía un cambio de constitución, se pedía derechos, se pedía pensiones, educación gratuita. Eso significó como un paréntesis, yo diría, porque trajo consecuencias políticas, sociales, de distinto tipo.

“Sin embargo, después del 4 de septiembre del año pasado, cuando se rechaza el proyecto de nueva constitución, pareciera que ese paréntesis se cerró, quedó cerrado ahí, y volvimos otra vez al momento anterior, donde la derecha tiene mucho más control y capacidad de instalar el escenario donde se va a desarrollar lo político y, en consecuencia, también lo social.

“Ese es el momento en el que estamos. Yo creo que es muy complejo, es un poco desalentador. Con el estallido social se veía con mucha fuerza una suerte de rearticulación del tejido social. 

“La gente empezó a reencontrarse, a mirarse, a saludarse, en un país donde lo individual es lo que prima, donde tú no saludas al otro, no conoces al vecino, no te organizas con nadie, sino que eres tú resolviendo tu día a día. Con el estallido social eso se rompió un poco, la gente empezó a mirarse, a organizarse, a rearticularse. Pasaron muchas cosas, hubo muchas asambleas territoriales de base, gente organizándose para hacer diferentes cosas. Ahora estamos en un momento de volver a lo anterior.

“Es ese el momento en que recibimos esta conmemoración de los 50 años, donde además también tenemos un Congreso que está constituido con fuerzas de derecha y de extrema derecha que tienen muchos escaños y eso significa que también marca un poco la pauta política desde ahí. Y un gobierno que está muy presionado por todas esas mismas circunstancias. Significa que hay una conmemoración más bien modesta, que a juicio de muchos y muchas de nosotras no reivindica o como debería ser la memoria del Proyecto de Unidad Popular y del presidente Salvador Allende, sino que más bien es una conmemoración como del mínimo”.

-Cuando uno analiza las protestas del 2019, al menos desde afuera, da la impresión de que se creó a nivel social una coyuntura verdaderamente revolucionaria y existían sectores de lo popular dispuestos a emprender una transformación profunda, o radical al menos, de las estructuras estatales heredadas del neoliberalismo, que están intactas todavía hoy. Pero no puedo evitar tener la impresión de que la constituyente fue la forma de concentrar y diluir toda esa energía popular en una serie de debates y en una estrategia de desgaste que al final fue vaciando de sentido incluso el propio proceso constituyente. ¿Cuál es tu valoración al respecto?

-Yo estuve como asesora de la convención, así que viví el proceso bien de cerca. Yo creo que ahí hay varias cosas y hay mucho todavía por concluir de lo que verdaderamente pasó. Considero que está en disputa también el sentido de ese momento político que tuvo Chile. Y yo soy de quienes reivindico un poco lo que pasó ahí en forma positiva porque también después de la derrota es como que lo que prevalece es la opinión de que eso no sirvió, hubo muchos errores, se hizo todo mal. Y yo creo que tampoco es así, eso es lo que se está instalando también para dejar sin sentido el proceso. Así como no sirvió, busquemos otra forma de resolverlo.

“En muchos países se ha dado que las sociedades resuelven sus conflictos a través de un proceso como ese, una Asamblea Constituyente o un espacio de generar un nuevo texto constitucional, porque eso no era una Asamblea Constituyente como tal, no era el poder originario, estaba igual con sus limitaciones, dependía de otros órganos del poder constituido, digamos. Pero bueno, era un espacio que iba a permitir generar un texto donde estuvieran cubiertas un poco las demandas de ese momento que fue el momento del estallido social.

“Ahora, yo creo que hubo muchos elementos que también provocaron un poco el desenlace. Una de las cosas es que se da, a diferencia de otros países de América Latina en el tiempo reciente, ese proceso constitucional con un gobierno de derecha que no quería el proceso. Entonces eso significó una serie de trabas y limitaciones que parecieran de forma, pero que lo marcaron fuertemente. Fue un proceso con unos tiempos muy acotados, que no permitía dar las discusiones que se deben dar en el marco de generar una nueva constitución, una discusión amplia como debería ser, llegar a acuerdos, consensos, mínimos. Los tiempos no permitían eso. Fue un proceso boicoteado, sin recursos, sin instalaciones, sin condiciones mínimas. “Y todo eso pareciera no ser significativo, pero todo apuntó un poco a que saliera mal.

“Y a propósito de los tiempos, también pasó que no hubo espacio para comunicar, que yo creo que fue una de las cosas más complejas y lo que más apuntó al resultado después de la derrota. Porque este es un país despolitizado, donde la gente no sabe qué es la constitución, ni la conoce, ni nunca la tuvo en la mano, nunca la leyó, a diferencia de lo que uno conoce que pasa en otras partes, como en Cuba, en Venezuela, que la gente está apoderada con sus derechos. Aquí no es así. De hecho, aquí se sacó la educación cívica del colegio hace muchos años.

“En un país así, con esa base tan débil de formación política y de formación ciudadana, porque es más que política, tener un mes para difundir un texto de más de 300 artículos, donde se regula toda la vida social, era muy difícil. Además, mediáticamente, con unos medios monopólicos, que sabemos cooptados por los poderes económicos, lo cual implicó que la campaña en contra del texto empezó en enero y el texto estuvo listo en julio, y quienes iban a favor del texto pudieron comunicarse entre julio y septiembre.

“De hecho, está estudiado que hubo una inflexión cuando en enero se empezó a decir, como fake news, que la constitución iba a hacer que no pudieras heredar tu pensión, cuando es algo que en realidad no se puede hacer tampoco ahora, con la constitución anterior, con la constitución que estaba vigente desde el 81. Ese fake implicó que el apoyo se hizo menor que el rechazo ya desde enero. Ese punto de inflexión se instaló en ese momento y no se pudo remontar después.

“El gobierno estuvo fuertemente criticado por cualquier acción de apoyo. Lo que hizo fue imprimir textos para repartir gratuitamente, que eso además es algo que nunca se ha hecho aquí, nunca se regala un libro aquí, eso no pasa. Se hizo eso y bueno, la Contraloría se metió a ver por qué el gobierno había hecho eso, como una mala acción, era como un despropósito. Y bueno, un poco ese fue el contexto de la campaña”.

– ¿Qué sectores sociales se pueden identificar como los principales adversarios del nuevo proyecto constitucional?

-En esa convención constitucional había representación no solamente de los sectores políticos que hoy están en el Parlamento, los que son partidos políticos, sino que además de eso estaba toda la derecha, la extrema derecha, estaban los partidos políticos de centro, de izquierda, y también estaba un abanico de actores que nunca antes habían estado, como las organizaciones sociales, los independientes, los pueblos indígenas, que además tienen escaños reservados. Eso es una cosa inédita, que aquí hubiera un espacio de representación política reservado para pueblos indígenas. En un país que tiene la quinta población indígena de América Latina, o sea que no es poca, tiene dos millones de personas más o menos de pueblos originarios.

“Entonces con ese abanico de representatividad en ese espacio, uno podría decir que se pudieran haber alcanzado acuerdos o mínimos comunes. Quienes eran detractores, quienes fueron los principales detractores, sin duda fue la derecha, que siendo minoría no tenía posibilidad de incidir ni con veto ni de otra forma en el proceso. Eso significó que sus propuestas, muy pocas, quedaron dentro del texto. Y también un sector de la política tradicional que muchas veces está con vocerías y representación de partidos de centro, de partidos de centro-derecha, de partidos de centro-izquierda, que son los defensores del status quo.

“Ahí vimos, por ejemplo, que para mí fue una de las cosas más impresionantes, como desde el Senado actual salían voceros de partidos que estaban representados en el proceso constitucional, de izquierda inclusive, o de centro-izquierda, y que daban la vida por evitar que se aprobara el texto porque el texto iba a eliminar el Senado. Entendiendo que el Senado es un espacio que concentra un poder impresionante, donde hay senadores que tienen décadas estando ahí. Y bueno, justamente ahí se evidenció que tanto poder tiene el Senado cuando esos personeros y esos sectores representados ahí estaban dispuestos a todo para que la Constitución no se aprobara, para que no se eliminara el Senado”.

-¿Qué esperanzas subsisten hoy para las fuerzas populares de modificar la Constitución de Pinochet, que es la que todavía está vigente hoy, que fue uno de los reclamos que derivaron de las protestas de 2019?

Yo creo que es complejo el escenario, en el sentido de que ahora hay un Consejo Constitucional que está redactando otro texto, pero es un Consejo que no tiene nada que ver con la Convención anterior. Es un Consejo donde solamente se votaron a los consejeros, pero había un grupo de expertos que fue designado justamente por el Congreso, por la Cámara de Diputados y por el Senado. Es un Consejo mucho más limitado, que además después va a pasar por una instancia de revisión también, y donde tiene la mayoría, no solamente la derecha, sino que también tiene fuerte participación la extrema derecha.

“Entonces hay una completa desconexión. A nadie le está importando lo que está pasando ahí, nadie está siguiendo, es como una cosa que está pasando desapercibida, porque no interesa que esté politizada la discusión que está dándose allá. Está la extrema derecha metiendo contenidos que rayan en lo absurdo. Por ejemplo, la semana pasada la noticia fue que el rodeo, que es este espectáculo horroroso de estar sacrificando animales públicos para la diversión, estaba incluyéndose como deporte nacional en la Constitución, cuando eso no es un contenido que ni siquiera tenga rango constitucional. “Entonces ahí lo que es probable que suceda, y eso está por verse también, es que ese texto se rechace y que siga vigente la Constitución del 80. Entonces ahí el panorama es un poco desalentador, porque también uno puede ver los términos de que los procesos son de largo alcance, y uno no puede pensar que lo que pasó en 2019 ya está cerrado, sino que tiene vaivenes. Sin embargo, en este momento lo que es más probable que suceda es que siga vigente la Constitución del 80. Y ahí tendría que venir la reemergencia de un movimiento social que se organice más políticamente para que pueda transformarse en cambio significativo”.

-Yo recuerdo cuando las protestas del 2019 que uno de los lemas que la gente repetía mucho era “No son 30 pesos, son 30 años”. ¿Cuál es la situación social hoy en Chile, la situación de los sectores trabajadores, de las mujeres, de los migrantes, y cómo está incidiendo eso en la dinámica social y política que tiene el país?

Mira, eso que tú dices es clave, porque fíjate que los 30 años no son los 50 años de golpe, los 30 años son los 30 años de democracia. Entonces la crítica iba para allá. Y la crítica iba para allá porque es una democracia que ha sido, bueno, aquí hay mucha teoría sobre eso, pero se habla de la democracia limitada, de la democracia restringida, de la democracia neoliberal. Una democracia que en términos formales cumple con esos requisitos que pintan los teóricos sobre qué es lo que es democracia, pero que en términos reales es muy limitada y tiende por lo menos a tener poca vinculación con el pueblo. Espacios participativos son muy pocos. Mecanismos como referéndum revocatorio no existen. Entonces es una democracia con límites bien claros.

“En este momento, a propósito de esa consigna de los 30 años, bueno, un poco sigue vigente, diríamos que más que nunca, ese formato democrático en este gobierno, que además es gobierno como consecuencia de ese estallido que se dio. Irrumpe una coalición política que nunca había sido gobierno en democracia, que está formada por el Frente Amplio, pero también por el Partido Comunista de Chile y por otros sectores de los partidos de izquierda y centro izquierda, que tenían un programa de gobierno bien transformador, pero que también se ha visto limitado por las propias circunstancias, sobre todo por el Congreso.

“Entonces ahí siempre está la posibilidad de ir avanzando poco a poco con algunas transformaciones, como se hizo también con el gobierno de Bachelet, con el tema de avanzar en educación gratuita, por ejemplo, el tema de la pensión universal para las mujeres que nunca trabajaron, pero que no significan en ninguna forma transformaciones profundas, sino más bien reformas, ajustes a un sistema que es tremendamente injusto y desigual.

“Actualmente Chile tiene una situación que es distinta a la que se vivía en estas tres décadas, en estos treinta años, porque hay una importante población migrante, que también viene a tensionar todas las pocas políticas sociales que hay, políticas de trabajo, etc. Y también tiene un tema, que es en parte instalado mediáticamente, pero también tiene que ver con datos de la realidad, que tiene que ver con la cuestión de la inseguridad.

“Si bien Chile mantiene una de las tasas más bajas de América Latina de delitos, en términos de delitos de connotación como homicidios hay aumento, hay una violencia que además viene un poco del crimen organizado, de los grupos del narcotráfico, casos tremendos como personas descuartizadas, cosas que no se veían antes acá se están viendo y eso está generando mucha conmoción. Entonces eso también es muy complejo porque eso tiende a ser recogido por el discurso de extrema derecha del orden y de la securitización, inclusive de organizar grupos para las autodefensas de las comunidades. Hay grupos que demandan policías municipales. Aquí la policía es un solo cuerpo para todo el país, entonces se demanda que los patrulleros municipales, que tienen una labor de vigilancia, de apoyo a las comunidades, tengan armas y se convierten en policías.

“La violencia no se puede contrarrestar con más violencia, eso lo que hace es aumentarla. Y eso se relaciona también, se cruza mucho, con la cuestión migrante, empiezan a subir los discursos xenófobos, entonces terminan siendo los migrantes los responsables de todo lo malo que está pasando. Y bueno, eso es complejo, porque también apunta un poco a esa fragmentación social de la que hablábamos, que está presente y puede tender a ser más complicada. En términos no solamente de clases, sino también de raza, de nacionalidades, y eso es sumamente negativo”.

-Recientemente fallecía Guillermo Tellier, quien era presidente en funciones del Partido Comunista Chileno y uno de sus líderes históricos. ¿Cómo tú valoras la situación del partido y la militancia del partido en este Chile, en este contexto específico, en el marco de estos 50 años?

“Bueno, es una opinión que viene muy de cerca porque yo soy militante del Partido Comunista de Chile. Sin embargo, creo que sí, creo que hay varias cosas ahí a rescatar. El partido Comunista de Chile es el más antiguo de América Latina y tiene una tradición impresionante en términos de decisión y de lucha. Ha tenido una trayectoria que ha sido muchas veces cuestionada desde afuera porque cuesta entender, como pasa con todos nuestros procesos, que lo que se da en un lado a veces no se entiende bien también desde afuera porque se está mirando con los lentes del que está afuera. Y aquí ha sido muy cuestionado en este último tiempo, por ejemplo, al ser parte de coaliciones de gobierno, tener ministros en el gobierno de otras coaliciones. Por ejemplo, con el gobierno de Bachelet hubo ministros y ministras comunistas y subsecretarios también. Ser parte de este gobierno donde no hay acuerdo en todas las cosas, es algo que ha sido muy cuestionado, pero también vemos que eso ha tenido unas consecuencias que son bien significativas.

“Por ejemplo, hoy tenemos un Partido Comunista de Chile que tiene ministros y ministras de Estado, con lo que eso implica. La vocería de gobierno la tiene una ministra que es comunista. Tiene una bancada, si no me equivoco, de 11 diputados y diputadas en la Cámara de Diputados y tiene dos senadores.

“Por primera vez desde que se le dio el golpe de Estado hace 50 años a Salvador Allende hay dos senadores, un senador y una senadora comunista. Esto tiene consecuencias que son relevantes. No solamente de lo simbólico, porque que los comunistas hayan estado excluidos del Parlamento y específicamente del Senado durante 50 años no es menor, no es poca cosa. Y que ahora estén también es importante.

“Tú mencionabas el reciente fallecimiento de Guillermo Tellier, el presidente del partido. Estaba mayor, estaba también enfermo, afectado de salud. Pero lo que significó eso es importante. En un país que está mediáticamente cooptado por la derecha, donde todo lo que está en las noticias es el tema de la inseguridad, de los delitos, de la crisis económica, todo eso, se instala como un acontecimiento que muera este dirigente con una trayectoria que reconoció todo el mundo.

A los actos de fúnebres, de conmemoración, estuvo hasta la presidenta Bachelet que vino de México a estar ahí. Yo, que estuve en esas jornadas tristes, veía llegar compañeros y compañeras de diferentes sectores a rendir homenaje, no solamente comunistas, de toda la izquierda. Y eso es importante, porque también un poco sirvió la instancia dolorosa para visibilizar la importancia, no solamente de un cuadro político como este compañero, sino de un partido político con esta trayectoria. Entonces yo creo que eso es importante también para la lectura que hacen los compañeros y compañeras desde afuera de Chile, porque a veces no se lee muy bien lo que pasa acá. 

“Es un escenario sumamente complejo el chileno. Cuando uno dice que el neoliberalismo está instalado en la subjetividad, no es una cosa discursiva ni teórica, es una cosa real. Y en ese contexto es que se tiene que hacer política y que el Partido Comunista esté ahí haciendo política en ese contexto, es una cosa sumamente meritoria”.

– ¿Cuáles crees que sean las principales lecciones 50 años después del golpe a Salvador Allende, luego de dos décadas de violenta dictadura, de tres décadas de democracia neoliberal? ¿Cuáles son las lecciones que le quedan a los movimientos populares en Chile y también cuáles pueden quedar para América Latina?

-Esa es una pregunta difícil. Yo creo que hay que hacerse preguntas en relación a esa pregunta. El contexto chileno, yo que vengo de otro lugar, con otra forma de organización, a mí me llama mucho la atención cómo se hace la vida hostil para la organización social. Porque tú tienes una jornada de trabajo muy larga, son 45 horas semanales que se traducen en nueve horas de trabajo al día, si a eso le sumas las horas de traslado, las labores domésticas, te das cuenta de que no queda espacio no solamente para la vida, para hacer política de otra forma, para organizarse, sino ni siquiera para el ocio, ni siquiera para el esparcimiento. Entonces, en ese contexto, que es el que viven los chilenos y las chilenas todos los días, es difícil. Todo el que se organiza es porque tiene muchas ganas de hacerlo y hace muchos esfuerzos para lograrlo.

“Pero ahí yo creo que lo que queda es eso, cómo apuntar a la organización social y también a la organización social no solamente de movimientos territoriales, de movimientos sectoriales, de movimientos trabajadores, sino que tenga también miras de organización política. Porque también pasa, y esa es una de las consecuencias, yo creo que más nefastas de la dictadura, es que hay como un quiebre y mucho de la organización social ve con recelo y con desconfianza a la organización política. Entonces, esa fragmentación significa que hay mucha gente organizada en diferentes cosas, en diferentes sectores, en diferentes espacios, pero eso no se traduce en conseguir espacios políticos. Dar el paso en vincular lo social con lo político es fundamental para poder estar en espacios de poder. Dígase un escaño en el congreso, dígase un alcalde, dígase un presidente de la república.

“La fragmentación de las fuerzas políticas y sociales de izquierda es una de las herencias más nefastas de la dictadura y yo creo que romper con esa fragmentación y buscar unidad es el mayor desafío que hay en Chile en la actualidad”.

Tomado de Cuba en Resumen

Por REDH-Cuba

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