El título del artículo fue extraído de un texto martiano. Texto fundador y orientador del papel y labor del Partido Revolucionario Cubano, el primer partido político de la historia humana creado para organizar una guerra de independencia, que luego coadyuvara a alcanzar la emancipación patria de otra tierra hermana, unir voluntades, levantar ánimos, inspirar fe en el triunfo de la razón y la dignidad humanas sobre la ignominia, el oprobio y la opresión colonialista.
Martí dejaba sentado con la bella y profunda idea, al menos tres consideraciones, primero, que, Cuba siempre solidaria, valoraría toda muestra y entrega de ayuda desinteresada, comprometida y espontánea, de pueblos y hombres capaces de compartir la misma suerte de la patria amada. Nunca habría fuerza, chantaje, soborno ni súplica para sumarse al proyecto redentor. En segundo lugar, deberíamos encargar a nuestros propios esfuerzos la tarea de “hacer libre y próspera a la patria”; y tercero, la convicción del papel histórico de Cuba como paradigma de la defensa de las causas justas del mundo y su liderazgo en la construcción de un proyecto de justicia social, para sí misma y para el mundo.
Estas ideas se validan en las siguientes exposiciones:
- “Cuba no anda de pedigüeña por el mundo: anda de hermana, y obra con la autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América”.[1]
- “… ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo-de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.[2]
- “Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a libertar”[3].
Es por ello, como respondiéndose al papel y lugar histórico de Cuba en América y el mundo, sentenció: “Un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos”. [4] ¿Acaso se trata de que, para salvarse Cuba, tenga que hacerlo por la vía de la superación de sus errores?
Cuba lleva a cabo un serio y profundo proceso socioeconómico, a la vez que político-ideológico, de corrección de distorsiones que permitan reimpulsar la economía nacional.
En ese proceso está en juego la propia existencia de la nación. ¿Por qué lo afirmamos de esta manera?, por las experiencias históricas.
Vayamos por parte. El 17 de noviembre de 2005, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, expuso, por primera vez y públicamente, la posibilidad real de que el proceso revolucionario cubano pudiera ser autodestruido: “¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podía añadirles una pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse?”[5]
Fidel desde un profundo dominio del materialismo dialéctico marxista formula esas interrogantes, que ningún teórico marxista-leninista había concebido antes para analizar el destino de las revoluciones sociales. Pero es que la propia teoría del socialismo científico, recoge en su componente filosófico un par dialéctico que se manifiesta en la realidad social como una ley. Nos referimos al par “posibilidad-realidad”. ¿qué significa?, que, en la naturaleza, la sociedad y la historia humana, todo fenómeno, proceso, suceso, etc., es posible que ocurra, porque antes tuvo una manifestación en la realidad, por tanto, todo lo que es real, ante determinadas circunstancias, puede ser posible su ocurrencia.
De ahí que más adelante enfatizara: “Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas desviaciones y hacemos más fuerte la Revolución destruyendo las ilusiones que puedan quedar al imperio, o podríamos decir: o vencemos radicalmente esos problemas o moriremos”.[6] ¿De dónde extrajo esa certeza el Líder Histórico de la Revolución Cubana?, pues de la propia historia de la Revolución. Han sido en dos oportunidades históricas en que la Revolución se autoderrotó, como consecuencia de sus propios errores, aprovechados oportunistamente por un enemigo desmoralizado y derrotado en el campo de la lucha armada y en la lucha política.
La primera experiencia amarga fue la firma del Pacto del Zanjón, que puso fin indignamente a los esfuerzos y objetivos principales de la Revolución iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, en 1868. Fueron nuestros errores, el no ponernos de acuerdo sobre la conducción de la guerra, entre los líderes civiles de la Cámara de Representantes, el Gobierno de la República en Armas, y los jefes militares. Minó la unidad revolucionaria el regionalismo, el caudillismo, las indisciplinas, sobre todo las insubordinaciones e incumplimiento de órdenes, pesaba el prejuicio racial y social, el primero por parte de muchos y en el caso del segundo, como consecuencia de la “cuna” de donde provenían muchos líderes y combatientes.
La esencia es que como dijo Martí tempranamente, en su primer discurso revolucionario en Estados Unidos “…Porque nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer nosotros mismos”.[7]
La segunda experiencia, fue la derrota de la Revolución en 1933, cuando parecía que los humildes conducidos por el Partido marxista llegarían al poder, otra vez nuestros errores de unidad, de confianza mutuas entre las fuerzas revolucionarias, la ausencia de un liderazgo popular, ya sea de una figura o de un movimiento político, que canalizara a través de una estrategia o un programa político, las aspiraciones e inspiraciones populares, que una vez derrocado el tirano Machado fuera el que se estableciera desde el poder popular, pero fueron las fisuras provocadas por la desunión y la inmadurez política las que permitieron que prevaleciera el oportunismo yanqui y el lacallismo doméstico en el destino nacional. Otra vez la espada caída por nuestra flojera política e ideológica en las manos.
Fidel nos pide contantemente auscultar en el actuar revolucionario del pueblo y sus líderes, como un examen de conciencia el resultado de nuestras acciones y actuaciones, por eso como un martillo en nuestras mentes nos interpela: “¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos”[8].
Lo interesante y significativo es que Fidel, marxista-leninista convencido, antidogmático por antonomasia, no apela al escolasticismo propio de los pseudo marxistas, que hubiesen razonado desde la perspectiva de la “última instancia” que determina la historia humana, o sea, las condiciones económicas. Fidel no pregunta cuáles serían la cantidad de producciones de bienes y servicios o de qué grado de finanzas, inversiones extranjeras, materias primas o mercados deberíamos disponer para hacer irreversible el proceso revolucionario, sino que apela a las “otras instancias”, en este caso a las ideológicas, a las de la educación, sobre todo en valores, y a las de la cultura general integral de los ciudadanos.
De ahí la autocrítica conclusión de que “este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.[9]
Para evitarlo el país lleva a cabo un nuevo proceso de autorreconocimiento de errores, superación de los mismos, para a partir de ahí, reimpulsar la economía nacional.
Aunque el proceso sucede dialécticamente en paralelo, no cabe dudas de que se aspira a crear riquezas desde una conciencia popular sólida, conocedora de su historia, de los planes del enemigo, de sus fortalezas como ente productivo y transformador de la dura realidad que se vive, y no al revés, que significaría pretender desarrollar esa conciencia, que es la fuente de la resistencia y la resiliencia, a partir del desarrollo económico.
No debemos olvidar, que la URSS, potencia económica, industrial, militar, cultural y social se desmoronó, no porque atravesara por problemas de cerco económico, cacería financiera, bloqueo comercial, desabastecimiento de su mercado interno, deterioro de sus índices de calidad en los sectores líderes de la sociedad cubana: la salud y la educación, difamación sobre su colaboración médica internacional y presión a gobiernos que pretendan valerse de la misma, y persecución de cuanto barco con combustible, transacción financiera o inversor extranjero en la economía cubana. Se destruyó garantizando, todos los alimentos de la dieta básica y complementaria a su pueblo, ejemplo, en carne de res y bovina, llegó a asegurar entre 52 y 72 kilogramos de carne per cápita anual, a una población de un poco más de 290 millones de habitantes, en 1989, cuando se quebró como modelo de un sistema económico-social más justo y humano que el capitalismo.
Incluso está el caso de la Alemania socialista, que también se derrumbó junto a su Muro, garantizándole a sus ciudadanos una vivienda hasta una tercera generación.
Eso lo supo Fidel, de ahí sus alertas y certezas.
Cuba necesita salvarse, para contribuir a salvar al mundo. Eso tenemos que saberlo, pues el enemigo lo sabe bien y por eso su empeño en destruir la Revolución.
Lo que quiere barrer es el ejemplo de dignidad y moral de un pueblo y su obra. No quiere que nadie más se inspire en el paradigma cubano de construcción y defensa de una sociedad justa, solidaria y humana, verdadera alternativa posible y viable al capitalismo salvaje, depredador y destructor.
Estoy convencido que la salvaremos, que ella se salvará. Si no, otro sería el contenido de este artículo.
Notas:
[1] José Martí. Obras Completas. Tomo 2. Pág. 373. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1991. (pdf).
[2] Ídem. Pág. 167.
[3]José Martí. Obras Completas. Tomo 4. Págs. 100-101. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1991. (pdf).
[4] José Martí. Obras Completas. Tomo 3. Págs. 143. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1991. (pdf).
[5] Fidel Castro. Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005. www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html
[6] Ídem
[7] José Martí. Obras Completas. Tomo 4. Pág. 248. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1991. (pdf).
[8] Fidel Castro. Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005. www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html
[9] ídem