Individuos enmascarados bloquean las avenidas, cierran las calles principales, atacan instituciones estatales, queman neumáticos, incendian, saquean y matan.

Llevan capuchas para esconder el rostro, chalecos antibalas, cascos con cámaras incorporadas para transmitir en vivo las acciones terroristas, visores, máscaras antigás, explosivos artesanales, mochilas y bolsos donde portan bombas molotov, tirapiedras, mazos, bastones de hierro, morteros, bazucas caseras, escudos de latón.

Los actos violentos son presentados como manifestaciones pacíficas de estudiantes, la prensa muestra fotos de “asesinados por el régimen” funcionarios de la OEA y las ONG creadas por el Imperio, rasgan sus vestiduras y claman por la intervención yanqui.

¿Dónde ocurren estos hechos? ¿Caracas? ¿Managua? ¿La Paz durante el golpe contra Evo Morales?, quizás incluso más lejos geográficamente ¿Teherán? ¿Kiev?

Los terroristas venezolanos y nicaragüenses no copiaron la organización y el equipamiento militar del Maidán ucraniano. Los que lo promovieron, financiaron y ejecutaron, son los mismos que desde hace años intentan derrotar a la Revolución Bolivariana y, por supuesto, tienen los mismos maestros.

Mismas armas, iguales atuendos, similares consignas, comunes patrocinadores, detrás, tras bambalinas, el mismo titiritero, La NED (National Endowment Democracy, agente líder del poder blando de Estados Unidos para derribar gobiernos que no les son afines.

Según, Allen Weinstein, fundador de la NED, en 1991: “Mucho de lo que hacemos hoy fue hecho ­encubiertamente hace 25 años por la CIA”.

El presupuesto con que opera la NED proviene del Congreso de Estados Unidos, que le otorga millones cada dos años como parte del presupuesto del Departamento de Estado.

El dinero es distribuido  entre el Instituto Republicano Internacional (IRI), el Instituto Demócrata Nacional para Asuntos Internacionales (NDI), el Centro Americano para la Solidaridad Internacional del Trabajo de la Federación Americana de Sindicatos-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO) y el Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE), de la Cámara de Comercio, que a su vez desembolsan dinero y materiales para las organizaciones opositoras en países que no cuentan con la simpatía del Gobierno norteamericano.

Además de la NED, no podría faltar la USAID, organización que ha sido la promotora más activa del cambio de régimen contra los gobiernos progresistas en América Latina.

“En Nicaragua, el presupuesto de la USAID superó los 5,2 millones en el 2018, con la mayoría de los fondos destinados a la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios”, según refiere el bloguero y escritor estadounidense Max Blumenthal en su página digital.

Es la misma USAID que utilizó los fondos de la Alianza para el Progreso, programa de “ayuda económica”, “política” y “social” de EE.UU. una especie de Plan Marshall y el primer gran intento para detener la revolución latinoamericana y aislar a Cuba, para financiar la represión.

No olvidemos que es la misma USAID que financió el entrenamiento de escuadrones de la muerte, sufragó programas de “salud” que escondían inhumanos procesos de esterilización en Centroamérica.

La USAID ha creado en nuestro continente una profunda red, que capta cuadros, fabrica líderes, penetra la sociedad civil. Un verdadero ejército intervencionista de “expertos”, “consultores”, “consejeros” que trabajan en el desarrollo de los planes subversivos.

Solo en sus primeros diez años de creada la NED distribuyó más de 200 millones de dólares en 1 500 proyectos para sostener a los llamados “amigos de América”.

Serbia, Georgia, Kyrgyzstan, Bielorrusia, Ucrania, Irán y Venezuela, dondequiera que exista un gobierno que contravenga los intereses de Estados Unidos, los especialistas de la desestabilización y el caos, generosamente financiados, actúan.

Mercenarios, delincuentes, asalariados del “Golpe Suave”, de las “Revoluciones de Colores”, “revoluciones” con nombres llamativos y pacíficos, diseñadas en los laboratorios de Langley, donde la compra de conciencias acríticas y el engaño, la seducción mediante el uso de conceptos atractivos para los jóvenes y mucho dinero, todo el dinero que sea necesario, son los soldados y las armas de la nueva guerra.

Y por supuesto, ahora y siempre el blanco principal es Cuba, esos mismos preparan un verano caliente para la Isla rebelde, aprovechando las difíciles circunstancias provocadas por la guerra económica, planean realizar sabotajes a las redes eléctricas, cometer actos de terrorismo contra funcionarios, instituciones del estado, partidarios de la Revolución, etc.

Quieren apagar nuestros hogares, llevarnos a la absoluta miseria, provocar la desesperación y quebrar cualquier esperanza, para que la gente se levante contra el gobierno.

Es un esquema conocido, enfrentado cientos de veces por los cubanos, lo que no lo hace menos peligroso, sobre todo dada la situación geopolítica actual.

Esperan después, provocar el caos en Venezuela si gana Nicolás Maduro, si triunfa el pueblo, pretenden hacer caer al gobierno chavista y luego, siguiendo la misma estrategia, el mismo modelo usado contra Cuba, acabar con el gobierno de Bolivia.

Ahora o nunca, dicen los gerifaltes de Washington, se le juegan el todo por el todo, la fiera está herida y sus últimos zarpazos pueden ser peligrosos.

(*) Escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es autor de “Juego de Iluminaciones”, “El caballero ilustrado”, “El adversario”, “Enemigo” y “La guerra que se nos hace”.

Fuente: Cuba en Resumen

Por REDH-Cuba

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