Ni 24 horas se pudo aguantar el magnate tecnofascista Donald Trump para volver a incluir a Cuba en la espuria lista de Estados patrocinadores del terrorismo, después de su regreso a la Casa Blanca, tras comprar la Presidencia de EE. UU. Al acto cobarde de última hora de su antecesor Joseph Biden, le sigue esta nueva felonía de la camarilla gobernante norteamericana que ayer inauguró un nuevo período de terror desde Washington.

Como advertimos en la declaración de hace una semana, no existe razón ni legal, ni política, ni moral que justifique, no sólo la inclusión de Cuba en el espurio listado, sino la existencia misma de la lista y el papel que se ha adjudicado EE. UU. en su elaboración:  se trata de un instrumento de chantaje internacional que utiliza a los países de acuerdo a los sucios intereses de la política doméstica norteamericana y recurre a la amenaza para ello. La existencia del listado, de ninguna manera tiene el objetivo de “luchar contra el terrorismo”, como siempre es un eufemismo para impulsar su política imperialista.

El «gesto» de Joseph Biden no iba a ninguna parte, ni siquiera a limpiar su dudoso legado, en el cual se incluirá, para Cuba, el haber dejado intactas, en el momento de mayor necesidad, el conjunto de medidas que agudizaban el genocidio en cámara lenta contra el pueblo cubano. El de Trump solo hace confirmar que la renovada administración estadounidense ha optado por la confrontación violenta y desenmascarada contra las cubanas y cubanos, no contento con el daño y el sufrimiento causado durante 65 años, en particular durante la pandemia de covid-19 y los últimos ocho años. Reafirma, junto a la banda de apátridas anticubanos que ahora celebran la medida, que la camarilla filofascista que gobierna en Washington ha perdido la razón y solo entiende el lenguaje de la fuerza contra los más débiles. Habrá que defenderse.

A quienes se hicieron ilusiones pensando que tecnicismos, presuntos tiempos de espera de la burocracia estadounidense,  la consideración diplomática a la bienvenida que dieron —entre sentimientos reales, unos, y poco disimulados esfuerzos por parecer satisfechos, otros— a la medida de la semana pasada gobiernos de todo el mundo o las presuntas concesiones que el gobierno cubano haya hecho, disuadirían o retrasarían alguna decisión confrontativa del magnate neoyorquino ahora solo les toca, en el mejor de los casos, el desengaño y la frustración.

Como ha evidenciado la dilatada resistencia del pueblo cubano frente a Estados Unidos, no se puede confiar en la lógica, la racionalidad o incluso los legítimos intereses en decisiones políticas frente a un enemigo absolutamente irracional y animado por un espíritu de revancha y venganza. Actuales, como siempre, son las palabras del comandante Ernesto Che Guevara «No se puede confiar en el imperialismo ni un tantico así: ¡nada!».

Las organizaciones sociales y movimientos populares de Nuestra América y el mundo que han acompañado al pueblo cubano en su epopeya contra la guerra económica estadounidense deben tener claridad que se trata de una lucha de largo aliento, contra un enemigo poderoso que no respeta ni su legalidad ni el orden internacional y que, en las nuevas circunstancias inauguradas este 20 de enero, se perfila como más peligroso y desafiante.

Es de prever que se vendrán días terribles y de mayor sufrimiento para el pueblo cubano, como resultado de las consecuencias de la inclusión de la Isla en una lista cuyas implicaciones, como ha sido evidenciado en estos años, no son sólo retóricas —aunque inmorales y absurdas—, sino que tienen efectos prácticos que provocan hambre, desesperación y miseria. Frente a la actual situación hay, como siempre, cómplices por activa o por pasiva; a ellos, ni la historia ni los pueblos les perdonarán haberse colocado al lado del más fuerte. No caben las medias tintas: el acto de Trump y su banda son medidas de guerra no convencional y parte de una política de genocidio —por acción, por omisión y por intención—; matizarlo, minimizarlo o justificarlo, solo convierte en colaboradores necesarios a quienes lo hagan y sobre ellos caerá todo el peso de la historia.

También estamos los que representamos la dignidad recuperada, que no estamos dispuestos a negociar. Frente a la presión y el chantaje de Trump, como hace más de 150 años, solo queda una decisión: ¡Viva Cuba Libre!

Fuente: Alba Movimientos

Por REDH-Cuba

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