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¿Se ha preguntado alguna vez el porqué Rusia ha rechazado, denunciado y luchado para que la Organización del Atlántico Norte (OTAN) no se acerque más a sus fronteras?

Las fuerzas occidentales con sus potentes medios de comunicación hegemónicos han evitado por todos los medios que se conozca la verdad sobre esta organización que nació con rasgos belicistas y fascistas.

Muchos son los analistas que aseguran que el verdadero nombre de esa alianza debía ser NAFO, o sea, Organización Fascista del Atlántico Norte.

La Organización del Atlántico Norte (OTAN) surgió en 1949 como una alianza militar anticomunista impulsada por Estados Unidos y Europa occidental con el marcado fin de detener los avances obtenidos por el movimiento progresista internacional y en especial contra la extinta Unión Soviética.
Su antecedente histórico tuvo lugar cuando Heinrich Himmler líder de las SS (organización paramilitar de seguridad), jefe de la policía alemana, asesor de Adolf Hitler y arquitecto del exterminio judío en países europeos, tras la derrota de los nazis en la batalla de Stalingrado en 1943 comenzó a hacer propuestas secretas a Occidente para formar una alianza que les permitiera derrocar a la Unión Soviética.

La opinión de Himmler era compartida por destacadas y reaccionarias figuras de países capitalistas, entre ellos el tristemente célebre Allen Dulles quien se quejaba, antes de ejercer como director de la CIA de que Estados Unidos estaba luchando contra el enemigo equivocado pues los nazis eran cristianos arios precapitalistas mientras que los soviéticos representaban el comunismo.

Historiadores, filósofos o juristas como el estadounidense Gabriel Rockhill, el español Miguel Ayuso y el uruguayo Jorge Majfud han investigado sobre esa estrecha conexión entre los dirigentes de países occidentales en el poder con altos elementos de la Alemania nazi que fueron integrados a la OTAN con la mirada puesta en destruir a la URSS.

Allen Dulles, que trabajaba durante la Segunda Guerra Mundial en la Oficina de Servicios Estratégicos, predecesora de la CIA, fue uno de los interlocutores de Himmler para la planeada alianza anticomunista del Atlántico Norte. De esa forma, el general Karl Wolff, ex mano derecha de Himmler, le ofreció a Dulles, a cambio de una amnistía de posguerra, desarrollar con sus aliados nazis una red de inteligencia contra Joseph Stalin.

Esto fue exactamente lo que ocurrió, y Dulles integró a muchos otros nazis y fascistas en las filas de esa Alianza Anticomunista, en la que se incluía al jefe del servicio de inteligencia nazi instalado en la URSS, Reinhard Gehlen, que fue designado por la CIA para dirigir la inteligencia de Alemania Occidental después de la guerra, donde procedió a contratar a muchos de sus colaboradores nazis.

El filósofo, escritor y crítico cultural estadounidense Gabriel Rockhill en su trabajo publicado en Observatoriocrisis.com, señala que en esa Alianza también se incluía a varios elementos fascistas de otros países como el italiano Valerio Borghese, conocido como el Príncipe Negro y uno de los principales líderes del fascismo de posguerra, que fue salvado de los comunistas por la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) y luego trabajó para la CIA. La denominada Oficina de Servicios Estratégicos (por sus siglas en inglés) fue el servicio de inteligencia de Estados Unidos durante la SGM.

Otro que se integró fue el funcionario japonés que firmó la declaración de guerra contra Estados Unidos, Nobusuke Kishi, conocido como el “Diablo de Shōwa” por su brutal gobierno en una colonia japonesa en el noreste de China, y se le rehabilitó por la Alianza, que financió su ascenso a Primer Ministro de Japón.

Estos ejemplos son una punta de Iceberg pues un número incalculable de fascistas fueron rehabilitados después de la SGM, y al menos 10 000 de ellos llevados directamente a Estados Unidos.

Cuando se creó oficialmente la OTAN en 1949, Portugal fue uno de sus miembros fundadores. En aquel momento era una dictadura fascista, lo que demuestra que la OTAN fue, desde su misma fundación, una alianza militar de las potencias imperialistas (sean democracias burguesas o estados fascistas) contra el comunismo, que es precisamente lo que Himmler tenía en mente.

A Grecia se le permite unirse a la OTAN después de haber sido derrotadas las fuerzas comunistas en 1949 y su entrada se hizo efectiva en febrero de 1952. O sea, después de haberse reconvertido en un estado anticomunista fiable.

En Alemania Occidental, tras la derrota del nazismo, sus principales líderes resultaron juzgados en los Juicios de Núremberg, acusados de crímenes de guerra, contra la paz y la humanidad, pero decenas de sus altos mandos militares no fueron juzgados y continuaron con sus carreras, esta vez en la OTAN cuando el país fue aceptado en la Organización en 1955. Otros miles lograron salir de Alemania y permanecer en varios países como Argentina, Brasil, Reino Unido y Estados Unidos, entre otros.

Ese mismo año se autorizó el rearme de la República Federal de Alemania mediante los Acuerdos de París. El gobierno germano examinó a los voluntarios y admitió a 61 generales y almirantes de la Wehrmacht nazi en su nuevo ejército, así como a muchos más en rangos inferiores.

(*) Periodista cubano. Escribe para el diario Juventud Rebelde y el semanario Opciones. Es el autor de “La Emigración cubana en Estados Unidos”, “Historias Secretas de Médicos Cubanos en África” y “Miami, dinero sucio”, entre otros.

Por REDH-Cuba

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