Es un hecho: se autoderrotó el proyecto plurinacional boliviano en las urnas. Una vez más, un pueblo hastiado, decepcionado y traicionado, por sus principales líderes, colaboradores cercanos y seguidores, ha preferido elegir a un representante de sus propios verdugos del antaño reciente, para que los mal gobierne en el futuro inmediato.
El mal gobierno incluirá duros y vengativos escarmientos a los que durante 20 años se les opusieron. El fascismo boliviano, aupado por el imperialismo yanqui, no perdonará, ni a Evo, Arce, seguidores y mucho menos al pueblo indígena de Bolivia. Con el poder y sin el poder demostraron cuánto desprecio, racismo, odio y subestimación sienten por los pueblos originarios de ese multinacional país.
Se propondrán barrer cuanta obra social, democrática, popular, cultural, plurinacional y humana creó el progresismo de Bolivia, desde 2005 hasta esta infausta fecha. Lo que se le aviene a ese noble y sufrido pueblo, y a sus líderes que le defendieron, pero que por pequeñez política les abandonaron, es, literalmente, letal.
Desde Cuba, y toda América Latina y el Caribe nos corresponde respetar la decisión soberana del pueblo boliviano, acompañarlo, alentarlo y ser solidario en la cruenta lucha que tendrán por delante contra el imperialismo, que querrá robarle todas sus riquezas naturales, incluido el estratégico y cotizado litio; contra el fascismo racista doméstico que se abalanzará con crueldad y sin límites humanos contra el pueblo humilde indígena y para barrer, con balas si es preciso, todas las conquistas sociales, políticas, democráticas, económicas y humanas de los gobiernos de Evo y Arce; contra el neoliberalismo brutal que se entronizará en la vida socioeconómica boliviana y contra los previsibles procesos fraudulentos de judicialización que se llevarán en contra de quienes pusieron en prisión a Jeanine Áñez y a Luis Fernando Camacho; contra los que sancionaron, removieron y cambiaron los mandos militares en ese país; mandos que dieron un golpe de Estado en 2019 y promovieron sublevaciones y enfrentamientos abiertos al gobernante legítimo de Bolivia en el 2024.
Esta derrota de la izquierda boliviana se suma a las de Chile, cuando durante dos mandatos profundamente neoliberales (2010-2014 y 2018-2022), Sebastián Piñera sucedió al tibio progresismo chileno de Bachelet; a las del Brasil de Lula y Dilma, por el fascista Bolsonaro; a las de la Argentina de Macri y Milei, ante las incapacidades de los gobiernos peronistas; a las de Ecuador, después del cansancio revolucionario de Correa y el correísmo; sin contar los gobiernos de derecha del área que han vuelto a abrir de par en par las puertas al imperialismo norteamericano.
Estas derrotas ceban las ilusiones yanquis y de la contrarrevolución de dentro y de fuera de Cuba. Les persuaden de que, arreciando más el cerco contra Nicaragua, Venezuela y Cuba, están más cercanos del fin del llamado “Eje del Mal”.
Lo cierto es, que una de las primeras medidas será la salida de Bolivia del ALBA-TCP, como antes salieron ante el cambio contrarrevolucionario, Honduras y Ecuador.
Para el caso de las tres legítimas revoluciones del área: Cuba, 1959; Nicaragua, 1979 y Venezuela, 1999, cabe recordar lo que le preguntara en una ocasión el Comandante en Jefe Fidel, al presidente Chávez: “¿qué pasaría si la contrarrevolución vuelve al gobierno
en Venezuela?” Nicaragua lo experimentó en 1990 y Venezuela en 2015; Cuba no puede darse el lujo de un retroceso político-histórico, pues no tendría siquiera las oportunidades de esos dos países hermanos para revertir tal desastre.
Hoy, las poderosas fuerzas externas, que quieren que a partir de la guerra total que impone Estados Unidos contra Cuba y sus consecuencias dañinas en lo socioeconómico e ideológico para el pueblo cubano, se revierta el proyecto nacional-revolucionario y el camino socialista asumido de manera voluntaria y democrática; buscan esperanzados que nuestros errores internos, sobredimensionados por la maquinaria de manipulación y castración mental, parezcan causas fundamentales y no también consecuencias de la prolongada y desgastante guerra de casi 70 años, de la crisis multidimensional que sufrimos y enfrentamos con resolución, dignidad y entereza; convencidos de que la derrotaremos.
Al hermano pueblo boliviano, a nuestros amigos y adversarios del mundo, les ratificamos la más absoluta convicción de que con humildad aprendemos de los errores propios y de otros, para no lamentar jamás la pérdida de la Patria, la Revolución y el Socialismo.
Eso se los aseguramos.