Transcripción del sexto capítulo del Podcast A Contracorriente, un espacio para mirar la cultura desde todas las aristas. Producción: Radio Cubana. Frecuencia: semanal (todos los sábados). Enlace principal: https://www.radiocubana.cu/podcast-a-contracorriente/
Participantes: Omar González Jiménez (OGJ), escritor, profesor del ISRI e integrante de la REDH, y Erick Méndez Díaz (EMD), periodista y realizador en Radio Rebelde y Telesur, miembro de la Asociación Hermanos Saíz.
VOZ EN OFF DE EMD: Esto no es un podcast, es una invitación a pensar en cómo somos. A Contracorriente, un espacio para mirar la cultura desde todas las aristas.
OGJ: Hola, bienvenidos a un nuevo episodio de este podcast que busca solamente sugerir. Dejar un bocado de lo que son temas que marcan, sin dudas, las formas de entender, de comprender y también de dialogar en torno a la cultura. Esto es A Contracorriente. Soy Eric Méndez Díaz y me acompaña el profesor Omar González. Profe, bienvenido nuevamente.
OGJ: Gracias. Qué bien.
EMD: Vamos a conversar –lo dejábamos pendiente en el episodio pasado– acerca de la colonialidad del ser y del saber. Un tema que viene muy ligado, y un poco hemos ido en esta temporada, que ya casi termina, hemos ido concatenándolo con otros temas, porque en sí abordar la cultura desde diferentes aristas, desde un punto de vista abierto, a contracorriente, descolonizador, nos lleva justamente a adentrarnos en temas que son parte del día a día y que a veces no tenemos bien identificados. Por eso, precisamente, hablaremos hoy de colonialidad del ser y del pensar, del saber, perdón, que viene tan ligado a lo que hablábamos en el episodio pasado acerca de las industrias culturales. O sea, de cómo estas industrias, estos productos derivados culturales influyen directamente en esa forma de entender el mundo y de querer ser como nos muestran esos productos. Un poco por ahí imagino que venga el tema de que hablaremos hoy.
OGJ: Es un tema bien apasionante, reciente también con este enfoque de la colonialidad, que no es lo mismo que la colonización, que, a su vez, no es lo mismo que el colonialismo, sino un derivado mucho más reciente, una categoría joven que se propone, precisamente, ser una respuesta sobre todo a la noción eurocéntrica, occidentalocéntrica, anglocéntrica de la cultura, del pensamiento y de la percepción de la realidad.
La colonialidad es –yo la asociaría a lo que solemos llamar neocolonialismo–, la colonialidad es una matriz que opera en la subjetividad del individuo y que pudiera llevarnos a pensar que, en buena medida, todos padecemos de colonialidad. Todos tenemos en nuestras vidas cotidianas, en nuestra mirada, en nuestra visión del mundo, nuestra manera de ser, de comportarnos, de vivir, tenemos manifestaciones de colonialidad. Es eso que perdura en la esfera de lo cognitivo, “independientemente de nuestra conciencia”.
Digamos, se alcanzó supuestamente la independencia, en el caso de América Latina, que es donde este concepto tiene más fuerza –también en Asia, en África, por supuesto, pero sobre todo en América Latina– y no logramos liberarnos completamente. Entonces, en pleno siglo XX, con la Filosofía de la Liberación, el grupo liderado por Enrique Dussel, en Buenos Aires, empieza a dar pasos hacia una teoría que asumiera el problema desde otra perspectiva y se apoyara en las ideas más perdurables del pasado, de todo el pasado heroico de la filosofía. A partir de allí se crean o asumen estas ideas que tienen que ver con el tema del pensamiento decolonial, de una visión descolonizadora integral y un punto de vista diferente para enfrentar e interpretar la realidad y los fenómenos del legado colonial, heredado por las sociedades y, lógicamente, por los individuos.
La colonialidad es una matriz subjetiva, como hemos dicho, está en ti, en mí, tiene mucho que ver con lo cognitivo y lo cognoscitivo, tiene que ver con una manera de conformar, digamos, la mente. Ahí habita la colonialidad. Y provoca que te comportes de una forma que no es precisamente auténtica, que no es precisamente autóctona, sino dependiente de ciertos modelos hegemónicos. Aquí entran muchos conceptos, están muchos conceptos en juego: la hegemonía, la colonización, la colonialidad.
La colonialidad tiene diversos caracteres, diversas maneras de expresarse. Está, por ejemplo, la colonialidad del ser, que es la ontológica, es el individuo que padece acríticamente esos efectos de la colonialidad, digamos, un portador de colonialidad zombificado. Está la colonialidad del poder, o sea, cómo el poder hereda y sostiene la estructura, la infraestructura y la superestructura del colonialismo.
EMD: Exacto
OGJ: Se sigue gobernando en buena medida de la misma manera, con las mismas estructuras gubernamentales, con las mismas instancias, las mismas organizaciones, el mismo diseño de la sociedad y, lo peor de todo, con la misma mentalidad que se gobernaba en la colonia. Desde el punto de vista de la llamada racialidad, por ejemplo, en términos de exclusión. En tales casos, no se ha producido ningún cambio verdaderamente radical. En este ámbito, la colonización está intacta, si acaso actualizada.
Está la colonialidad con respecto a la naturaleza. Cómo vemos la naturaleza. La relación que tenemos con la naturaleza, no es la relación que tenían los pueblos originarios. Nosotros somos depredadores por excelencia de la naturaleza, destruimos bosques para construir ciudades, carreteras o para, sencillamente, hacer un campo de golf. El ser humano es, en sentido general, un depredador por excelencia.
Esa no era la relación que tenían los pueblos originarios con Abya Yala o con la Pachamama, en este lado del mundo.
Y está la colonialidad del saber, que es muy importante. Es la colonialidad que hace que nosotros veamos el mundo desde una perspectiva eurocéntrica, desde el Sur pero con el Norte como centro del conocimiento.
Las bibliografías utilizadas habitualmente en las carreras universitarias, muy pocas veces toman en cuenta el pensamiento descolonizador latinoamericano, africano, asiático. En muy pocos casos tú te encuentras a los grandes pensadores, a las grandes figuras del pensamiento latinoamericano que tienen un carácter emancipador, de lucha, y entonces vamos a beber siempre todos a las mismas fuentes. Las fuentes europeas, norteamericanas, occidentales, en general, esas son las fuentes que más abundan. Y esto sucede aquí, sucede en Japón, sucede en China, o sea, en países que provienen de culturas o civilizaciones muy importantes, que marcaron un rumbo en la evolución de la humanidad, incluso allí se advierte con fuerza, con mucha fuerza, esta colonialidad del saber.
Algo muy importante, por ejemplo, es el ranking mundial de las universidades, que está encabezado por Harvard, una gran universidad, no cabe duda, la universidad más rica del mundo –54 mil millones de dólares de capital–, una universidad que ahora mismo está en conflicto con Trump, quien no tiene absolutamente nada que ver con los saberes, dicho sea de paso. Pero Harvard es la primera universidad de ese ranking. Y entonces tú te pones a ver las que están entre las primeras universidades, digamos las que aparecen entre las diez primeras, y te percatas de que ninguna de esas universidades es de este lado del mundo, del Sur Global. En el lugar 100 o muy cerca están la UNAM, Sao Paulo, Buenos Aires, que son las mejor ubicadas. Entonces, nosotros no podemos partir de que ese ranking es nuestro modelo, un paradigma para aspirar a que nuestras universidades se parezcan a esas universidades, sean como esas universidades. Nuestras universidades tienen que partir de la premisa que nos legara el Che en sus palabras cuando le confieren el título de Doctor Honoris Causa en Santa Clara, en la Universidad Central de Las Villas. Allí dice que la universidad cubana tiene que pintarse de negro, llenarse de obreros, de trabajadores; convertirse en la universidad que le permita estudiar a quien nunca había podido hacerlo, de convertirse en un profesional al más pobre. Y esa es la universidad a que ha aspirado y tiene que seguir aspirando nuestra sociedad, con oportunidades para todos de aprender, de saber. Ese es nuestro ranking.
En Cuba hay muchísimos buenos ejemplos de este pensamiento liberador, emancipador. Se manifiesta en figuras como Roberto Fernández Retamar, se expresa en pensadores y escritores como Alejo Carpentier, Fernando Martínez Heredia, se manifiesta en Fidel… Fidel es la cumbre del pensamiento emancipador, del pensamiento descolonial, en nuestro caso, en América Latina y en el mundo. Además, es un pensador que sistematizó un conjunto de ideas fundamentales para comprender a Cuba, para conocer su Revolución y su cultura. Hay que estudiar a Fidel también como teórico y como pensador revolucionario. Y al Che. El Che más de una vez habló de colonización cultural. Lo hizo muy tempranamente, en 1960, en un acto que hubo en el Parque Central habanero, con trabajadores de educación, con estudiantes; ahí habla de colonización cultural, y esas palabras suyas conservan una vigencia extraordinaria. Pero está Nicolás Guillén, están Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Cintio Vitier, Armando Hart, Eusebio Leal, Fernando Martínez Heredia Eduardo Torres Cuevas, y está, como decía, Fernando Ortiz, a quien hay que rendirle tributo y erigirle un monumento enorme en nuestro país, por múltiples razones; aunque sea de carácter simbólico: por su noción de la cultura, por su noción de lo que es la patria, por su idea siempre liberadora y, además, original y nuestra, cubana, libre, emancipadora.
Entonces la colonialidad es algo contra lo que tenemos que luchar permanentemente, algo que se expresa en eso que nosotros conocemos como colonización cultural y en otras formas de dependencia y desnaturalización de nuestra identidad. Porque si la colonización cultural es un fenómeno externo, ajeno, impuesto, que se manifiesta en nosotros y viene a imponerse por las vías más disímiles, mediante la hegemonía de determinada ideología, de determinadas prácticas, que van a encontrar receptividad allí donde la colonialidad está más arraigada, más extendida, sólidamente establecida, bien instaurada, sin la menor resistencia. Porque allí donde hay resistencia, no es posible la colonización cultural o la rendición simbólica.
Es mucho más fácil –lo decía Gramsci–, es mucho más fácil someter a una sociedad que ha sido dominada previamente desde el punto de vista cultural que a otra que ha resistido; dominarla económicamente, someterla militarmente. Gramsci hablaba de los escenarios de la hegemonía, de cómo ésta se va perfilando en la escuela, en el ejército (habló del Manual del cabo, por ejemplo), en la iglesia o a través de la religión y su catecismo, se refirió al papel de los medios, y en la época de Gramsci era imposible pensar en su apoteosis actual. El cine, por ejemplo, estaba empezando a florecer, como quien dice. Esos aportes de Gramsci son sumamente valiosos, hay que tenerlos en cuenta para hablar de colonización cultural y de hegemonía.
Para enfrentar este fenómeno, esta embestida neocolonial, en Cuba existe un Programa, que coordina el compañero Abel Prieto, un Programa precisamente contra la colonización cultural, que va directo a ese fenómeno de la colonialidad y contiene estrategias y cursos de acción de gran significado social, político y, obviamente, cultural.
Es una respuesta conceptual propia, nuestra, y constituye un compendio valioso, una recopilación de propuestas y acciones articuladas; un plan de acción concreto frente a esa embestida imperial a que me refería, que se da con mucha fuerza avasalladora, con incontables recursos, y que persigue el objetivo de adueñarse y dominar la mente de nuestros ciudadanos, en primer lugar de nuestros jóvenes.
EMD: Son temas que impactan directamente también en el pensamiento, en la forma de pensar, pues justamente van a eso. Vienen a colonizarnos la mente y, por supuesto, con ello todo lo demás. Por lo tanto, creo que queda servida la mesa para, de alguna u otra manera, dar un cierre, que no es total, lógicamente, a esta primera temporada, en la que hemos hablado de diversas temáticas relacionadas con la cultura, también de los usos de la cultura y de cómo esa cultura llega hasta el público de diferentes maneras y cómo en torno a ella o sobre ella se entretejen diversos instrumentos o herramientas que se proponen la colonización del ser, del pensar y el saber. Hemos logrado hablar de todos esos temas.
Les propongo dejar el diálogo aquí en esta oportunidad y volvernos a encontrar en un próximo episodio, para seguir pensando, entendiendo, dialogando, sobre cultura, siempre a contracorriente.