Existe todo un discurso descalificador de los términos ‘patria’ y ‘patriotismo’ que emana desde los centros de poder internacionales y es legitimado por “intelectuales” al servicio de la continuidad de ese mundo de inequidades que consagra el capitalismo. Esos centros de poder son a su vez dirigidos por unas minorías que, soportadas por sus colosales fortunas amasadas con el sudor y la sangre de los pueblos, pero sobre todo validas de su control de los medios de comunicación, han querido imponer una interpretación de ‘patria’ y de ‘patriotismo’ que hace de quien defiende la vigencia de dichos términos, una persona ignorante, atrasada y anclada en el pasado; cuando de lo que se trata es de pensar en futuros de modernidad y globalización neoliberal.


Sin duda que se trata de una estrategia dirigida a despojar a los pueblos de las pocas armas de resistencia con las que cuenta: la conciencia de su dignidad esencial, el amor a la tierra de sus ancestros y la del recuerdo futuro de sus descendientes y, en particular, la defensa de los valores y costumbres que le permiten ser como Otro, como comunidad esencial de vida, como sujeto de derechos y como realización de una posibilidad humana. Todo lo cual está encerrado en la noción de patria y en la acción de patriotismo.


Cuando defendemos la patria, defendemos todo eso y defendemos el derecho de todos y cada uno de los otros pueblos a defender también su particular manera de ser en el mundo, sin imposiciones, sin sujeciones, sin negaciones de ningún tipo por parte de un pueblo particular; o más bien, de grupos de poder que pretenden, en nombre de una supuesta defensa de la libertad y la democracia, arrogarse la representación del mundo.


Por ello, las élites y el imperio temen estas nociones que refieren a la patria e intentan descalificarlas por todos los medios posibles; pues bien conocen la peligrosidad y potencialidad revolucionaria de las mismas. De modo que cuando acusan a un pueblo de “patriotismo trasnochado” o a sus gobernantes de “populistas radicales”, lo que pretenden es despojarlo de sus raíces, de los enclaves de su dignidad, de los referentes sobre los que se asienta su proyecto histórico de realización humana; para así mejor manipularlo, para mejor moldearlo y para mejor incorporarlo a sus propios designios e intereses. Eso se llama colonización y es un designio sin tiempo.


Lo fue en 1492 cuando Colón inició el proceso de despojo de dignidades, tierras, riquezas y valores de los pueblos originarios de nuestra América; y lo siguió siendo cuando Estados Unidos invadió y destruyó con cínicos pretextos a Irak y a Libia para apoderarse de su petróleo; o cuando con la misma intención siembra de bases militares a casi toda Nuestra América e incrementa cada vez más su presión contra los países díscolos como Cuba, Nicaragua y Venezuela. Todo con el objeto de imponer a la fuerza su modelo de “democracia”, que es, en sus cálculos de dominio mundial, lo que le permite mantener sujeto a estos pueblos por los tiempos futuros y extender su influencia en el resto del mundo.


En este contexto se sitúa la actual arremetida contra Venezuela, en la que resalta el repentino escalamiento de la violencia contra nuestra patria, cuando el actual gobierno del Sr. Trump y sin que mediara palabra alguna, colocó destructores, dotados de misiles y soldados muy bien armados, en el límite de nuestro mar territorial; desde donde, además, según imágenes que nadie ha podido comprobar, el Sr. Trump le ha mostrado al mundo y, en particular al gobierno venezolano, que el “sic volo, sic iubeo” es de su exclusiva atribución y que ante eso, toda vida humana le pertenece y por tanto puede hacerla desaparecer en instantes y sin que nadie pueda argumentar lo contrario.


Ante esto, ante este avasallamiento, siempre veremos resurgir la defensa de la patria y el sentimiento de patriotismo, que es, como lo señalamos arriba, el arma más poderosa con que cuentan los pueblos avasallados; y esto ocurrirá a pesar de todas las descalificaciones que se haga de estos términos y de quienes los defendemos, y a pesar también de toda la manipulación mediática.

Carmen Bohórquez

Por REDH-Cuba

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