El presidente Donald Trump ha dado la orden de comenzar pruebas con armas nucleares lo cual podría representar el inicio a una nueva carrera armamentista que pondría al mundo a las puertas de una guerra nuclear en la que inobjetablemente no habría ganadores.

El convicto presidente dio la instrucción alegando «los programas de ensayo de otros países» en alusión directa a Rusia que la semana pasada realizó pruebas con armas de propulsión nuclear, como los misiles Burevésnik y Poseidón, las cuales, significó Moscú, no fueron en absoluto ensayos nucleares.

Tras las declaraciones de Trump, el portavoz presidencial del Kremlin, Dmitri Peskov, afirmó que si algún país se aparta de la moratoria unilateral y voluntaria de abstenerse de los ensayos nucleares, Rusia actuará de acuerdo con la situación y responderá simétricamente.

A principios de octubre, el presidente Vladímir Putin, advirtió que algunos países estaban preparando pruebas nucleares, «lo sabemos, y si se llevan a cabo, haremos lo mismo».

Recordemos que los ensayos nucleares comenzaron el 16 de julio de 1945 cuando en el campo de pruebas del desierto de Alamogordo, Nuevo México, donde Estados Unidos detonó su primera bomba atómica que después, en agosto de ese año lanzó contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Ese primer ensayo con el nombre clave “Trinity” abrió las puertas para que durante varias décadas tuvieran lugar más de 2 000 pruebas nucleares.

En 1990 la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) propuso una moratoria sobre los ensayos la que fue apoyada por Reino Unido y Estados Unidos y seis años después, la Asamblea General de ONU acordó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) que cerró las pruebas atómicas en aras de la seguridad mundial.

En sus acápites se refleja la prohibición total de efectuar esos ensayos en la atmósfera, el espacio, bajo agua o bajo tierra.

Pero el TPCE no llegó a entrar en vigor pues para que se implemente deberían ratificarlo los 44 Estados que en 1996 tenían reactores nucleares de investigación o capacidad tecnológica para crear esas armas.

Aún en 2025, ocho de los 44 Estados no han completado ese proceso pues China, Egipto, Irán, Israel y Estados Unidos lo firmaron pero no lo han ratificado, mientras India, Pakistán y Corea del Norte no lo signaron.

Por tanto no existe prohibición jurídica vinculante sobre ensayos nucleares y el TPCE solo funciona como un compromiso político-moral y la única limitación son las moratorias adoptadas por cada país.

Rusia que firmó el TPCE en 1996, retiró su ratificación en 2023 porque en casi 30 años de existencia, Estados Unidos no lo ha ratificado, un acto que consideró de “cinismo y doble moral”. Moscú desde entonces se impuso una moratoria unilateral aunque ha declarado que las realizaría solo en caso de que otros países la hagan.

En su reciente mensaje, el presidente Donald Trump, con la prepotencia que le caracteriza, dijo que su país “tiene más y mejores armamentos de ese tipo a nivel mundial”, lo que había logrado durante su primer mandato.

Pero datos de organizaciones internacionales los desmienten pues se calcula que en la actualidad hay más de 12 500 ojivas o cabezas nucleares en manos de nueve países. Encabezan la lista Rusia (5 889) y Estados Unidos (5 244), todas muchas veces más potentes y devastadoras que las lanzadas por Washington contra Hiroshima y Nagasaki en 1945.

También poseen armas nucleares China (420), Francia (290), Reino Unido (225), Pakistán (170), India (164), Corea del Norte (30) e Israel (90).

Esa terrible realidad reafirma que es imperativo restablecer la cooperación constructiva ruso-estadounidense para reducir el nivel de conflicto entre las dos potencias nucleares, fortalecer la estabilidad estratégica y el control de armas.

Asimismo Washington debe comprender que sus abundantes suministros de armas militares, incluidos los países donde existen conflictos armados, tienen consecuencias negativas para la seguridad internacional, con el aumento de víctimas civiles y el acceso de armas modernas a organizaciones criminales internacionales.

Por tal motivo es necesario preguntarse ¿quedará algún ser vivo sobre la Tierra?

(*) Periodista cubano. Escribe para el diario Juventud Rebelde y el semanario Opciones. Es el autor de “La Emigración cubana en Estados Unidos”, “Historias Secretas de Médicos Cubanos en África” y “Miami, dinero sucio”, entre otros.

Fuente: Cuba en Resumen

Por REDH-Cuba

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