¿Dónde están los demócratas, los «republicanistas» —porque los Republicanos ya sabemos dónde— los de la izquierda, los puros, los decentes, «los de bien»? Quizás aplastados por las montañas de papeletas de los juegos de libertad cada cuatro, cinco o seis años; o estirados como energúmenos tras los micrófonos de los parlamentos.
¿En cuáles calles se juntarán las piernas? ¿A cuáles vientos cortarán los gritos? ¿En cuáles piedras volará la rabia de la Patria al cielo?
¿Qué haremos por Venezuela? ¿Hay que esperar otro siglo para que vuelvan los poetas a preguntarse «A quiénes debemos la sobrevida» y «Quién recibió la bala mía, / La para mí, en su corazón»? ¿Hay que apilar mil cuerpos en jirones para que no se olvide «tan pronto / el vaho del infierno»?
Si el hierro extraño surca los mares, Y el polvo sucio pega al hermano Y un rey naranja nos vocifera ¿Qué haremos por nosotros si queremos llamarnos vivos?