La Revolución Cubana, el mayor e invicto proyecto de emancipación humana en nuestro planeta, sigue siendo la estrella luminosa que guía a todos aquellos que desean escapar de las tinieblas del imperialismo y la injusticia. La Revolución Cubana prevalece como la brújula política que orienta a todos los que luchan por un mundo mejor, a todos los que buscan vías para salir de la violencia, la destrucción y la alienación ocultas del capitalismo en su fase imperialista y dominadora del mundo. La Revolución Cubana persiste como la antorcha traslúcida de la humanidad no solo por su heroísmo, resistencia y logros inspiradores, su ética y visión que irradian, sino también porque ha promulgado exitosa y dialécticamente el modelo definitorio por el cual una lucha de liberación nacional realiza su carácter universal y lleva a cabo una importancia clave en la historia mundial, como fuerza galvanizadora de la conciencia y la acción antiimperialista.
No es solo la inspiración de un pueblo y una isla que ha tenido la valentía y la dignidad de decir “no” al imperio más poderoso del mundo y, en cambio, han tenido la entereza de construir una nueva sociedad revolucionaria para los cubanos. No es sólo el heroico internacionalismo de la Revolución cubana que, desde sus inicios, se ha implicado en el bienestar y la liberación de otros pueblos. No son sólo las legiones cubanas de combatientes anticoloniales que liberaron el África austral; son las brigadas médicas, que luchan contra las enfermedades, incluso durante una pandemia mundial, que el imperio estadounidense utilizó estratégicamente como arma; son los maestros y educadores revolucionarios, que han practicado el valiente humanitarismo y el compromiso desinteresado con los pueblos del mundo, luchando contra la ignorancia y la injusticia, ofreciendo solidaridad a los desposeídos y en especial al traicionado pueblo palestino.
Todos esos logros, son más que suficientes para merecer eternamente el respeto de toda la humanidad. Cuba ha demostrado ser una guía e inigualable pedagoga política del mundo, demostrando la necesidad fundamental del antiimperialismo en la lucha contra la forma sistémica de dominación, que es el capitalismo financiero global.
Tanto en sus propias realizaciones como en su consumada conciencia de las fuerzas reaccionarias que enfrenta, Cuba ha demostrado la necesidad fundamental del antiimperialismo como método y modo indispensable de análisis, como caja de herramientas para la acción y la resistencia, como forma de crítica y de conciencia ante cada lucha específica, local o nacional. Si los cubanos consideran acertadamente, a José Martí como el Apóstol, entonces, para el mundo, Cuba es nuestro Apóstol, la guía eterna, transformadora, que nos revela la posibilidad de un mundo mejor y la alternativa al capitalismo, que esclarece el trabajo y la lucha necesaria. Todos debemos emprender de ella para defender la construcción de ese mundo mejor, contra las poderosas fuerzas, las tiranías despiadadas y asesinas, que se deben derrotar para recuperar nuestra humanidad y nuestro planeta.
Desde un principio, como expresa Fidel en su magno discurso en La Habana con motivo del segundo aniversario de la Revolución, el 1° de enero de 1961, el proceso revolucionario en Cuba supo que no eran simplemente los terratenientes locales o una burguesía nacional los que se interponían en el camino de establecer independencia económica y política, de nacionalizar los servicios públicos, de colectivizar la propiedad de la tierra. Fidel sabía que el enfrentamiento directo con las fuerzas reaccionarias y contrarrevolucionarias en Cuba era un encuentro con todo el circuito de dominación capitalista a nivel mundial, y que, ineludiblemente, era necesario “chocar con el imperialismo”:
“Si quisiéramos medir el mérito de nuestra Revolución y el valor de nuestra Revolución, bastaría observar el odio que contra ella sienten los grandes intereses reaccionarios del mundo; bastaría observar el odio que contra ella siente el peor y más explotador de los imperialismos modernos […] Pero en nuestro país ocurría, además, una circunstancia especialísima, porque el apoyo más poderoso de la contrarrevolución, su fuerza principal, no era, sin embargo, ese lumpen de miserables, de parásitos, de explotadores, de asesinos, de viciosos y de cobardes. El apoyo más poderoso de la contrarrevolución era el apoyo de una fuerza que se hace sentir en todo el mundo, de una fuerza muy poderosa; tan poderosa, que hoy es el freno principal del avance de la humanidad; tan poderosa, que crea conflictos en todos los continentes del mundo; tan poderosa, que interfiere en los problemas de una gran parte de las naciones del mundo; tan poderosa, que aspira a decidir destinos y, en muchos casos, decide destinos de pueblos. El apoyo fundamental de la contrarrevolución en Cuba vino a ser, necesariamente, el apoyo de los grandes monopolios extranjeros, es decir, el apoyo de las grandes fuerzas imperialistas’[1]
La Revolución Cubana ha tenido que enfrentar cara a cara al imperialismo, la fuerza física directa de su violencia, así como todas sus demás manifestaciones, el muro aparentemente impenetrable de la abstracción que el capitalismo mitificó en los mercados financieros, su mano invisible que deja huellas ensangrentadas en la escena de sus crímenes en todo el mundo y, sin embargo, reside en ninguna parte y en todas partes a la vez. La gran intuición de Fidel fue que conocía, con tanta seguridad, como José Martí conocía las ‘entrañas’ del imperio ‘brutal’ del norte habiendo vivido en el monstruo, las combinaciones de fuerzas internas y externas de las que depende la dominación a nivel local y planetario, y supo cómo derrotarlos, y en efecto, que estas fuerzas deben ser derrotadas porque no hay forma significativa de avanzar en la justicia social, sin un antiimperialismo absoluto e implacable, que la honda de David debe atacar al gigante y no solo a las sombras lanza sobre las naciones del mundo o sus marionetas que se enriquecen al amparo de esas sombras.[2]
En su pleno entendimiento, Fidel, por supuesto, construyó sobre el legado de Martí, a quien consideraba el ‘más universal’.[3] Así también, se basó en la combinación de marxismo y antiimperialismo de Julio Antonio Mella como el único medio por el cual lograr la revolución social en Cuba: un pueblo que jamás ha sido libre (1925), la lucha honrosa y necesaria sin la cual ‘el próximo paso de avance en la historia’ es imposible.[4] O la comprensión visionaria y práctica de Antonio Guiteras Holmes, en su Programa de la Joven Cuba (1934), que: ‘Cuba permanece en estado colonial. Supeditada al capital extranjero, la estructura económica cubana es un aparato que no sirve a necesidades colectivas de dentro, sino a rendimientos calculados por y para los de fuera.’[5] Y si Fidel consideraba a Martí ‘el más universal’, podríamos proponer que la Revolución Cubana es en sí misma la promulgación más universal del antiimperialismo revolucionario en nuestro mundo.
Las condiciones específicas en las que ha tenido que batallar la Revolución Cubana, el necesario derrocamiento de una falsa independencia o farsa de revolución en la que la promesa de libertad fue arrebatada por las garras codiciosas del naciente imperio del norte, la Enmienda Platt y la legislación explícita del contenido latente y oscura realidad de la Doctrina Monroe y su autoproclamado decoro colonial, la violencia directa del imperialismo yanqui y el terrorismo de sus lacayos a sueldo, el bloqueo criminal y asesino y el sistema financiero global imperialista en el que las leyes estadounidenses unilaterales adquieren hegemonía planetaria, todos dan forma a la visión abrasadora, el coraje político y la conciencia radical de la propia Revolución Cubana invicta, pero también proporcionan el libro de texto y la formación para todos aquellos que buscan genuinamente transformar el mundo radicalmente y acabar con el capitalismo, en lugar de simplemente reformar el capitalismo o hacerlo más apetecible. El antiimperialismo es el único método por el cual esa alternativa puede establecerse.
Si la Enmienda Platt es la revelación explícita y legislada por EE. UU. de que es un imperio, que se cree el dueño de Cuba, entonces existen hoy muchas Enmiendas Platt no declaradas, que buscan la propiedad de cada gota de petróleo, cada reserva de litio, cada economía o política gubernamental, cada océano y cada ciudad, cada esperanza y cada sueño en todo el planeta, de modo que ahora hay un plattismo no declarado pero omnipresente en el que un imperio cree que es el dueño del mundo. Quien quiera cambiar el mundo de manera sustantiva, política, social, ecológica, cultural, ética, debe enfrentar, como siempre ha tenido que hacerlo Cuba, la necesidad de luchar y derrotar al imperialismo para que ese cambio sea posible y sostenible.
Las Américas son el frente, la vanguardia, en esa lucha antiimperialista, y afortunadamente Cuba no está sola. En su primer discurso ante la ONU, siguiendo los pasos de Sandino, Daniel Ortega articuló su conciencia de que la liberación nacional, la verdadera independencia económica y política como base de la revolución social en Nicaragua, es siempre y ya una lucha internacionalista contra el imperio:
‘En Nicaragua siempre se supo ver en Somoza y en su llamada Guardia Nacional la manifestación de la agresión extranjera […] Los hombres han sido declarados libres en el mundo y se ha decretado la independencia y la soberanía en la mayor parte de los países de la tierra, pero otras formas de dominación más sutiles han ocupado el lugar de las cadenas del esclavo. El mercado mundial, los organismos de financiamiento internacional, los bancos, son instrumento de persuasión política y de sometimiento económico. Sabemos que el somocismo fue el más fiel representante de esos intereses extranjeros en nuestra Patria. El somocismo encadenó la economía de nuestro país, el somocismo facilitó el saqueo de nuestros recursos naturales, el somocismo asumió deudas con la banca internacional en nombre de Nicaragua. Pero ¿vamos a culpar sólo al somocismo? […] Nuestra lucha, como dijimos, es de liberación nacional y se encuentra en la etapa de Reconstrucción Nacional. Ese hecho le convierte en blanco de la política imperialista. Los sectores más agresivos de Estados Unidos y de América Central sueñan con restituir al somocismo en nuestra Patria. Una macabra alianza intenta mediatizar nuestra Revolución.’[6]
De acuerdo con la profecía de Bolívar, ‘Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad’,[7] la Revolución Bolivariana en Venezuela continúa desarrollando sus transformaciones sociales bajo el asalto sostenido del imperialismo y el capitalismo global, y si la autoproclamación de la presidencia de Guaidó es un espectáculo de payasadas, entonces su comedia política desmiente la tragedia política más grave y monstruosa: la autoproclamada hegemonía del imperialismo sobre la soberanía y la soberanía de Venezuela. Como lo expresó el Comandante Hugo Chávez en uno de sus brillantes discursos, sabiendo muy bien que todo avance en Venezuela no es simplemente una batalla contra la oligarquía venezolana sino una lucha de liberación nacional que es necesariamente internacionalista y antiimperialista en su conciencia y acción:
‘Nosotros estamos enfrentando, compatriotas, compañeros, compañeras, realmente estamos enfrentando al imperio más poderoso, al imperio más inmoral, al imperio más cínico, al imperio más asesino que ha existido en toda la historia de este planeta, de nuestro planeta, en toda nuestra historia, el imperio de los Estados Unidos de Norteamérica; ese es, nuestro verdadero adversario y es necesario que cada día tengamos mayor conciencia de esta realidad, para que no bajemos la guardia; y para que no caigamos en el terrible error que sería, subestimar al adversario.’[8]
Las lecciones vitales aprendidas y enseñadas por la experiencia y visión de Cuba siguen insistiendo en la necesidad política del antiimperialismo para todos aquellos que están comprometidos con el progreso, con el cambio, con la soberanía y la independencia y con la democracia, con todo lo que promete la ficción conveniente que actualmente se disfraza de derecho internacional y derechos humanos, para salvar al planeta de la destrucción de la explotación capitalista. A menos que el imperio sea derrotado con urgencia, y esa lucha antiimperialista central sea la base de toda acción política, entonces cualquier intento de cambio es meramente una apariencia compensatoria.
Y si la Revolución Cubana es una instrucción insistente para los que luchan contra el imperio, también sirve como una crítica impecable de todos aquellos del otro lado de la división imperial que se verían a sí mismos como progresistas, liberales o ‘socialistas democráticos’; los que podríamos llamar imperialistas liberales. Como argumenta Pasqualina Curcio Curcio en su excelente libro, Teoría general de los precios, el salario, la producción y el dinero en guerra económica (2021), el único elemento crucial y estratégicamente ausente en muchas descripciones normativas y capitalistas de los supuestos males de Venezuela. Economía es el imperialismo, la agencia más poderosa y determinante de todas.[9] Esta omisión reveladora de la racionalidad capitalista revela una actitud más general en la que los imperialistas liberales mistifican su propia implicación en el imperio. Es por eso que sus versiones fantasiosas de la democracia, que ni siquiera existen en sus propias sociedades pero que, sin embargo, buscan exportar a todo el mundo, buscan sermonear a otros en el mundo ‘subdesarrollado’ sobre la democracia multipartidista, sobre las elecciones, sobre la libertad, y sobre los derechos.
Los imperialistas liberales no solo son incapaces de reconocer que la democracia liberal es una farsa, que sus elecciones y gobiernos son comprados, vendidos y negociados por el capitalismo y sus mercados, que se ganan la vida aparentando ser la conciencia disidente de sus sociedades sin buscar nunca para desafiar esa dominación capitalista, precisamente porque son en su mayoría productos del sistema de clases sociales del capitalismo y dependen de sus jerarquías para su estatus. Tampoco quieren o no pueden reconocer que son los beneficiarios materiales del sistema de tiranía global que es el imperialismo capitalista, que sus ‘libertades’ y ‘opciones’, sus estilos de vida consumistas, son pagados por la falta de libertad de otros, por una sistema que busca eliminar la agencia y la autonomía de otros seres humanos. Los imperialistas liberales son la inversión directa de una de las grandes frases de Fidel: para ellos, ‘dentro del capitalismo, todo; contra el capitalismo, nada’. Las sociedades imperialistas están gobernadas por imaginaciones tan alienadas y tan deshumanizadas que solo pueden pensar en términos de especulación financiera, y este malestar incluye a quienes se anuncian como progresistas, liberales o socialistas. Uno de los muchos obstáculos que han enfrentado los revolucionarios cubanos y sus camaradas en Nicaragua o Venezuela es el fracaso de la gente en otros lugares: es decir, el fracaso de los movimientos obreros y socialistas en el núcleo imperial para hacer el trabajo necesario y, al menos, como mínimo, para frustrar el imperialismo y su impacto en otras sociedades. En lugar de tratar de impartir lecciones sobre democracia liberal o ‘socialismo democrático’, esas personas harían bien en detenerse y escuchar a los que están en primera línea, a los que han tenido que defender movimientos genuinamente transformadores, a los que saben a quién ganar y a quién ventaja.
La Revolución Cubana y las lecciones vibrantes y vitales que ofrece al mundo entero seguirán inspirando a la mayoría de los ciudadanos del mundo, independientemente del letargo de los imperialistas liberales o progresistas y su auto importancia metropolitana. Geográficamente, Cuba es una isla pequeña; pero, políticamente, es un gigante que ha sido capaz de llevar la esperanza a todo un planeta. Cuba no es un remanso necesitado de liberalización metropolitana, es la principal fuerza antiimperialista mundial que ha adquirido universalidad en la lucha histórica por crear una alternativa ética al capitalismo. Cuba ha adquirido esa universalidad a través de su pensamiento, acción, conciencia, coraje, resistencia, resiliencia, dignidad, heroísmo y creatividad sin igual ante la barbarie del imperio más poderoso de la historia.
El regalo de Cuba al mundo, su conquista revolucionaria, antiimperialista, sigue tan necesaria, vital y traslúcida como siempre. ¡Viva la Revolución Cubana!
Notas:
[1] http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-el-desfile-efectuado-en-la-plaza-civica
[2] José Martí, Carta a Manuel Mercado, 18 de Mayo 1895, https://www.granma.cu/granmad/secciones/26-julio-2011/de-jose-marti/articulo-14.html
[3] Fidel Castro, Discurso en la velada conmemorativa de los Cien Años de Lucha, pronunciado el 10 de octubre de 1968 en La Demajagua. http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/velada-conmemorativa-de-los-cien-anos-de-lucha-efectuada-en-la-demajagua
[4] Julio Antonio Mella, Documentos y artículos (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975).
[5] Antonio Guiteras Holmes, Programa de la Joven Cuba en Olga Cabrera, eda. Antonio Guiteras. Su pensamiento revolucionario (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1974).
[6] Daniel Ortega, el primer discurso en la 34 Asamblea de las Naciones Unidas (28 de septiembre de 1979). https://cuadernosandinista.com/2022/09/28/primer-discurso-del-cmdt-daniel-ortega-en-la-onu-1979/
[7] Simón Bolívar, Carta al coronel Patricio Campbell, Guayaquil, 5 de agosto de 1829. http://www.minec.gob.ve/hace-192-anos-simon-bolivar-alerto-sobre-la-amenaza-de-estados-unidos-para-los-pueblos-de-america/
[8] http://www.todochavezenlaweb.gob.ve/todochavez/2848-intervencion-del-comandante-presidente-hugo-chavez-durante-concentracion-con-motivo-de-la-celebracion-del-xiv-aniversario-de-la-rebelion-bolivariana-del-4-f-y-dia-de-la-dignidad
[9] Pasqualina Curcio Curcio, Teoría general de los precios, el salario, la producción y el dinero en guerra económica (Caracas: Editorial Trinchera, 2021).